Medir la violencia contra las mujeres en Afganistán

Las dimensiones colosales del fracaso militar y político de Occidente en Afganistán no deberían desviarnos del análisis a un nivel más personal de esta catástrofe. Las consecuencias para las mujeres afganas podrían convertirse en algo cercano a un genocidio. Tras décadas de conflicto, Afganistán parecía avanzar en proyectos de mejora de la salud y la educación femeninas. Las oportunidades de supervivencia para niñas y mujeres habían avanzado considerablemente. Muchas se habían matriculado en escuelas y se habían incorporado al trabajo. Muchos jueces, ministros, funcionarios y representantes políticos eran mujeres. Todo eso ha cambiado. Las promesas de los talibanes, de por sí poco fiables, de respetar los derechos femeninos, vienen siembre condicionadas por un ambiguo «dentro de los límites del Islam». El futuro ministro de Información y Cultura, Zabihullah Mujahid, afirma que «hay que olvidar el pasado». Pero mantiene la obligatoriedad del burka, restricciones a la movilidad de las mujeres y prohíbe la música en lugares públicos por ser contraria al Islam. Y ya ha empezado el proceso de cerrar escuelas, forzar a las mujeres a abandonar los puestos de trabajo y aplicar castigos indiscriminados contra ellas. Hay un miedo creciente de salir a la calle, de no poder asistir a la escuela, de no ser capaz de ir al trabajo o de que los derechos conseguidos para ellas desaparezcan. Organizaciones como Gender Concerns International han hecho sonar la alarma sobre el reciente deterioro de los derechos de las mujeres en el país y subraya la necesidad de atajar esta crisis. Y Human Rights Watch advertía recientemente al Gobierno talibán sobre su obligación de respetar el derecho a la educación de las mujeres, impedir los ataques a las escuelas, cesar sus actos de intimidación, acoso y ejecuciones públicas, así como liberar a las personas privadas de libertad por ejercer sus derechos básicos.

Una visión de la situación de las mujeres afganas en el contexto internacional nos puede dar una idea de la premura de esta situación. La reciente publicación en el Journal of Interpersonal Violence del primer índice mundial de violencia contra las mujeres denominado VAWI (Violence Against Women Index) [Cepeda, Lacalle, Torralba, Measuring Violence against Women: a Global Index, 2021], permite situar la tragedia de las mujeres afganas en el contexto de países similares en religión, cultura e instituciones y medir con precisión la amenaza del peligro talibán no sólo sobre las mujeres afganas sino sobre las de todo el mundo. Este índice incluye 102 países y está construido sobre nueve indicadores, como son la mutilación genital femenina, las violaciones sexuales, las agresiones físicas, los feminicidios, la libertad de movimiento o la libertad financiera, entre otros. Todos los datos emanan de estadísticas oficiales, y se elimina así cualquier criterio ideológico. En el VAWI, España ocupa el puesto 23, por encima de Estados Unidos o Italia. Algunos de los países en los que la violencia contra las mujeres es muy elevada son, entre otros, Omán, Senegal o Yemen.

La falta de estadísticas -muestra de la escasa importancia que se le otorga a la violencia contra las mujeres en este país- impide que Afganistán aparezca en la versión definitiva del VAWI. Sin embargo, es posible hacer una aproximación. En la versión preliminar del índice, que incluye 140 países, Afganistán quedaría en el puesto 134. Más concretamente, en el apartado de violencia física, las agresiones y feminicidios lo sitúan en el puesto 107 de 140, a poca distancia de Tailandia, Bangladesh o Tanzania; la mutilación genital y la maternidad infantil hacen que en el subíndice de violencia sexual Afganistán ocupe el lugar 103 de 140 similar a Lesoto, Irak o Uganda; la ausencia de libertad matrimonial y de movimiento para las mujeres lo relega al lugar 133 de 140 en violencia psicológica, cercano a Sudán o Yemen; y la falta de acceso al sistema financiero y las restricciones a la propiedad y la herencia llevan a Afganistán a ocupar el puesto 135 de 140 en el apartado de violencia económica, similar a Paquistán o Níger. Es decir, uno de los peores países del mundo para las mujeres. Y esto, teniendo en cuenta que las estadísticas infravaloran la realidad, ya que las mujeres no se atreven a denunciar ante la policía, ni siquiera a contestar a las encuestas.

Como señaló John Stuart Mill hace siglo y medio (El sometimiento de las mujeres) el avance hacia la igualdad femenina es un proceso lento pero imparable que, como la esclavitud o la servidumbre, será conquistada en pasos sucesivos. La tragedia a la que se enfrentan las mujeres afganas tiene características insólitas. Por primera vez en la historia se revierte el proceso para sumirlas de nuevo en la Edad Media. La estrategia de los talibanes es eliminar los derechos de las mujeres y taparlo todo con la manta del silencio y el miedo. A pesar de que garantizan la responsabilidad de sus miembros, los talibanes no admiten ninguna crítica a sus acciones y han establecido un sistema paralelo de justicia que se rige por principios al margen de la legalidad internacional sin respeto alguno a los derechos humanos. Pero, además, han extendido un sistema de omertá difundiendo el miedo a cualquier queja o denuncia para someter de nuevo a toda la población, y especialmente a las mujeres, en el rigor de la sharia. Para imponer el silencio han establecido un sistema paralelo de tribunales anulando o cooptando los mecanismos tradicionales de resolución de conflictos y han puesto al frente de ellos a líderes religiosos radicales, al tiempo que han prohibido a la mayor parte de la población que acudan a los tribunales tradicionales. La comunidad internacional y las organizaciones feministas, con la excepción de los totalitarismos de izquierdas, no dudan de la falsedad talibán, pero es dudoso que vayan a hacer algo al respecto. La primera responsabilidad de todos sería romper el silencio.

Isabel Cepeda es profesora en la Universidad Rey Juan Carlos.

1 comentario


  1. No hay duda las mujeres afganas serán víctimas directas de la victoria talibán ante la inhibición y falta de combatividad de las fuerzas armadas alistadas entre los hombres afganos, que no han hecho nada por luchar por su propia libertad y menos por las libertades de sus esposas, madres e hijas. Cosa comprensible, ya que ni los mismos analistas daban ni medio año al gobierno de Ghali. Es obvio que si sabes que vas a perder de antemano parece estúpido siquiera iniciar la lucha y morir por nada, dejando viuda y huérfanos.
    De haber un genocidio con miles de muertos serán los hombres en su mayoría los que vayan a morir, los talibanes se limitarán a encerrar a las mujeres, pero seguro que matarán a los hombres que se les opongan, entre ellos a los defensores de los derechos de sus compañeras de fatigas, que no todos los afganos son unos bárbaros. De todas las profesiones, religiones y etnias, jóvenes y viejos. Ayer le metieron un tiro a un cantante, el otro día a un humorista y a un maestro que daba clase a niñas y seguro que ya habrán colgado a más de un homosexual.
    Hay en la calle decenas de miles de niños varones abandonados a su suerte, muchos prostituidos porque a falta de mujeres buenos son los adolescentes y los niños, a los que engalanan de pulseras y otros aditamentos femeninos y les hacen bailar para los barbados machos. Y millones de los que no están abandonados maman desde la cuna el odio y a los quince años son capaces de degollar a su propia madre, niños soldado para matar por Alá.
    Por favor, el sufrimiento de la mujer no puede tapar el horror continuo que están sufriendo miles de hombres y niños. No por denunciar una tropelía hagamos invisibles otras.

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *