Mena y las Fuerzas Armadas en la Constitución

Por Agustín Conde Bajén, senador del Grupo Popular y vocal de la Comisión de Defensa del Senado (EL MUNDO, 11/01/06):

El discurso del teniente general Mena ha provocado una gran controversia sobre el papel de las Fuerzas Armadas y las funciones que la Constitución les encomienda. No es necesario recordar que lo que el general Mena dijo fue que si el proyecto de Estatuto de autonomía de Cataluña se aprueba en los términos en los que está redactado, el Ejército tendría que intervenir para defender la unidad de España al amparo de lo dispuesto por el artículo 8 de la Constitución. Quienes han defendido al general ahora arrestado aducen que citar la Constitución no puede ser causa de sanción alguna, con lo que, lógicamente, cobra importancia saber qué es lo que dice el citado artículo y si, en efecto, la Constitución habilita al Ejército a actuar en un caso como el citado o si, por el contrario, la lectura que ha hecho el teniente general del precepto nada tiene que ver con la que realmente debe hacerse.Esta última posibilidad es la que personalmente defiendo y trataré de argumentarlo en las líneas que siguen.

El artículo 8 de la Constitución se encuentra dentro del Título Preliminar y en definitiva se ocupa de describir a una institución que, sin ser propiamente uno de los Poderes del Estado (cuya composición, funcionamiento y facultades se regulan posteriormente en títulos específicos) tiene reconocimiento constitucional como pieza fundamental del sistema que la Constitución alumbra. Lo mismo hace la Constitución en relación, por ejemplo, con los partidos políticos o con los sindicatos u organizaciones empresariales en los artículos 6 y 7.

De los partidos políticos se dice que «expresan el pluralismo político y concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular»; de los sindicatos y asociaciones empresariales que «contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales»; y de las Fuerzas Armadas que «tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». Lo que hace el artículo 8 no es otra cosa que manifestar la voluntad de la nación de defender su soberanía, su independencia, su integridad territorial y su Constitución, señalando que son las Fuerzas Armadas el instrumento del que la nación puede valerse para lograr esos objetivos llegado el caso.

Yerran quienes crean que la Constitución encomienda a las Fuerzas Armadas una labor de supervisión del resto de los poderes del Estado facultándolas para que, por sí y ante sí, decidan cuándo se ha puesto en peligro la soberanía, la integridad o unidad de España.

El artículo 8 no es una isla dentro de la Constitución y del resto del ordenamiento jurídico. Por el contrario ha de ser puesto en relación con otros preceptos constitucionales y con otros cuerpos legales que desarrollan y complementan a éstos. El artículo 97 de la Constitución dice que «el Gobierno dirige la política interior y exterior, la administración civil y militar y la defensa del Estado», de lo que resulta que las Fuerzas Armadas no son sino uno de los instrumentos de los que el Gobierno dispone para cumplir las funciones que la Constitución le otorga. Así lo recalca el artículo 6.1 de la Ley Orgánica de la Defensa Nacional, cuando dice que corresponde al presidente del Gobierno «ordenar, coordinar y dirigir la actuación de las Fuerzas Armadas así como disponer su empleo».

Puestos en relación los artículos 8 y 97 de la Constitución, lo que resulta es que el Gobierno puede legítimamente ordenar la actuación de los ejércitos para garantizar la independencia e integridad territorial de España, no que éstos puedan actuar en solitario, al margen o en contra de las instrucciones de gobierno.

Por otro lado, el artículo 66 de la Constitución dice que son las Cortes Generales las que representan al pueblo español y las que tienen la potestad legislativa, con lo que es a ellas a las que corresponde aprobar los estatutos de autonomía que deberán tener rango de ley orgánica con arreglo al artículo 81.1.Por tanto, es a las Cortes Generales, y sólo a ellas, a las que corresponde decidir en qué términos debe aprobarse un Estatuto de autonomía; y en el caso de que el texto aprobado resultare contrario a la Constitución, previa la interposición del correspondiente recurso por quien pueda hacerlo, corresponde en exclusiva al Tribunal Constitucional determinarlo, conforme a lo dispuesto por el artículo 161.1.a) de la Carta Magna.

Como vemos, el sistema constitucional contiene las garantías suficientes como para asegurar su propia supervivencia, y en ningún caso son las Fuerzas Armadas las encargadas de decidir por sí solas cuándo y por qué una norma legal es contraria a la Constitución. Lo que sí es claramente inconstitucional es atribuir ese papel de vigilantes de la democracia a los ejércitos.Y lo que es más, con arreglo al artículo 472 del Código Penal cometen delito de rebelión quienes se alzaren en armas para sustraer a las Cortes Generales alguna de sus atribuciones o competencias o aparten a cualquier clase de Fuerza Armada de la obediencia al Gobierno. Y todo ello sin olvidar que de acuerdo con el artículo 477 del mismo Código Penal también cometen delito quienes provocaran o propusieren la rebelión.

El teniente general Mena dijo también en su discurso que los militares han jurado la Constitución y que para todo militar cumplir un juramento es timbre de honor. No estaría de más que el general Mena recordara que entre lo que él ha jurado se incluyen igualmente los artículos antes citados, y que su observancia, respeto y acatamiento forman parte de su juramento.

Durante los últimos 25 años los españoles que hubieran podido tener algún tipo de reticencia frente a las Fuerzas Armadas han aprendido a respetarlas, a apreciarlas e incluso a sentir afecto por los hombres y mujeres que las componen. La encuesta del CIS de febrero de 2002 arroja el dato de que sólo el 9,9 % de los españoles tiene una opinión mala o muy mala de nuestras Fuerzas Armadas, y que el 53,1 % ha mejorado su opinión respecto del Ejército tras las actuaciones llevadas a cabo por nuestros soldados y marineros en misiones en el exterior.

Los que hemos tenido ocasión de asomarnos al mundo militar hemos sido testigos de la ejemplar profesionalidad de sus miembros, de su alta cualificación técnica y de su espíritu de sacrificio.Un altísimo porcentaje de nuestros oficiales habla idiomas, ha cursado estudios civiles, ha vivido y trabajado en el extranjero o ha servido en organizaciones internacionales. Me atrevo a decir que no hay cuerpo de la Administración del Estado (excepción hecha del Servicio Exterior) que pueda compararse a nuestras Fuerzas Armadas en estos parámetros. Tenemos unos ejércitos modernos y homologables con nota en relación con los de los países de nuestro entorno. Por eso mismo creo que las declaraciones del general Mena causan un considerable daño a la institución a la que sirve, dando una imagen falsa y trasnochada de nuestras Fuerzas Armadas. Cuando el CIS o cualquier otro instituto demoscópico realice otra encuesta veremos la magnitud del daño.

Que haya militares preocupados por la unidad de España y por que los nuevos estatutos de autonomía respeten la letra y el espíritu de la Constitución no puede extrañar a nadie. Los militares son españoles, y a muchos españoles (entre los que me encuentro) nos preocupa el rumbo que el presidente Rodríguez Zapatero está dando a éstos y otros asuntos. Pero de ahí a decir que los cuarteles están pensando en pedir paso para enderezar ese rumbo media un abismo. Ni puedo ni quiero creerme que las cosas sean como las ha expuesto el general Mena.

Dicho todo lo anterior, creo que el presidente Zapatero debería reflexionar sobre el nivel de crispación que genera a diario con su acción política. Hemos vuelto a debates que estaban superados en España desde hace más de un cuarto de siglo, si no más tiempo: el debate territorial, los ataques a la Iglesia, la propia libertad de expresión y prensa, la unidad del Poder Judicial, el papel de España en la política exterior, el antiamericanismo hippy, el revisionismo histórico, y ahora el papel de las Fuerzas Armadas.Tengo la triste sensación de asistir a casi las mismas polémicas que viví en mi adolescencia. Decididamente España no se merece un presidente como Zapatero.