Menos cemento, más conocimiento

De un tiempo a esta parte, las amenazas veladas de crisis en el sector inmobiliario han abandonado los titulares para dejar paso a la crudeza de las cifras y los indicadores, al punto que la crisis se ha adueñado del debate público en todos sus niveles. Lamentablemente, el ciclo extraordinariamente expansivo de los últimos 10 años instaló en la opinión una falsa imagen de bonanza, que eclipsó las tendencias de cambio significativo de la fisonomía del sector, y silenció a quienes alertábamos de ellas con los medios a nuestro alcance. Hoy, al bajar la marea, estas tendencias resultan amenazantes para algunos. Otros preferimos identificar las oportunidades que traen consigo para fundamentar nuestra agenda actual y futura.

Los arquitectos apostamos decididamente por el cambio de paradigma, y acciones como la jornada que acogió el Col.legi d'Arquitectes de Catalunya (COAC) el pasado 27 de mayo (con la participación destacada de Enric Reyna, Rafael Romero o Carme Trilla) evidencian que no estamos solos: promotores, constructores, financieros, administraciones y arquitectos somos conscientes de la necesidad de gestionar con propuestas estratégicas, más allá de pirotécnicas medidas cortoplacistas. Urge, pues, afinar en el análisis y sacar provecho de la coyuntura negativa para favorecer unos cambios estructurales beneficiosos para todos los agentes implicados y para la sociedad en conjunto.

En primer lugar, la crisis no afecta significativamente a la obra pública, la obra civil, la rehabilitación ni la vivienda social. La contracción de la demanda ha repercutido con especial intensidad en la vivienda libre, con una caída de los visados de los últimos seis meses que ronda el 60%.

Es el momento de poner el acento en la vivienda social: el marco normativo --ley del derecho a la vivienda, pacto nacional de vivienda, áreas residenciales estraté- gicas y el inminente decreto de habitabilidad-- impulsado por los distintos poderes públicos en Catalu- nya, con los que el COAC colabora de manera muy activa, orienta al sector hacia objetivos muy ambiciosos en vivienda social. También ha llegado la hora de apostar por la rehabilitación de la vivienda construida y el reciclaje del parque existente para adaptarlo a las nuevas normativas (accesibilidad, salubridad, confort y habitabilidad), para permitir su acceso al mercado. De todos depende movilizarlas: es necesario un cambio de actitud y de escala de los actores implicados.

En segundo lugar, asistimos a la rápida transformación de la identidad profesional de la arquitectura. La imagen del profesional liberal se ha desdibujado en pocos años para convivir con múltiples maneras de ejercer la arquitectura. La mayoría de arquitectos colegiados del área metropolitana de Barcelona son hoy trabajadores por cuenta ajena en un contexto de rápida empresarización y con siete escuelas de arquitectura, en lugar de una, surtiéndonos de nuevas y cada vez mayores cohortes de licenciados.

Puede que sea hoy el punto de inflexión a partir del cual entremos de lleno en la normalización de nuestro sector. Desde el COAC hemos impulsado un proyecto de colaboración con varios ayuntamientos catalanes, que se ha materializado ya en Sabadell, para ofrecer un servicio de certificación, un visado con valor añadido, que permitirá abreviar los plazos de concesión de licencias, así como el desarrollo de un paquete informático para mejorar la calidad de redacción y control de proyectos de arquitectura, junto con el Institut de Tecnologia de la Construcció de Catalunya (Itec). Es también necesario reforzar las bases societaria y empresarial de los despachos, laboralizar a nuestros colaboradores cuando corresponda, y atreverse a explorar y competir en otros mercados e incidir en la formación continuada y en la especialización, para hacer frente a la competencia creciente y dar respuesta a necesidades de, por ejemplo, buenos gestores urbanísticos.

Finalmente, la crisis ha descubierto la precaria legitimidad social de un sector que ha coqueteado con la especulación y que no ha sabido responder a la incipiente sensibilidad medioambiental y paisajística. La visión industrialista de la producción de vivienda, agravada por el precio del suelo, ha impedido el deseable progreso de la I+D, dando más valor al cemento que al conocimiento y desincentivando la productividad, la innovación y la creatividad. Hoy estamos huérfanos de referencias internas de calidad.

Por ello, propongo reemprender el debate de la autoexigencia y la autorregulación en el sector, del establecimiento de criterios que sean referencia de calidad y excelencia, para la investigación, la innovación y la creatividad, y sus incentivos correspondientes. Tendría sentido para todas las partes y agentes, y para la sociedad en su conjunto, una nueva orientación basada en el retorno a la comunidad de parte de los beneficios obtenidos. Retorno por la vía de la investigación y la innovación de materiales y productos, pero también de sistemas constructivos, de procesos, tipologías y paisajes.

Es una gran oportunidad para que el sector inmobiliario entre de lleno en la economía del conocimiento, un paso necesario e ineludible.

Jordi Ludevid, arquitecto, decano del Col.legi d'Arquitectes de Catalunya.