Mercedes Formica, ¿salvada?

El Ayuntamiento de Madrid ha hecho pública la propuesta del Comisionado de la Memoria Histórica para el cambio de denominación de una serie de calles de la capital. Entre ellas se encuentra la calle de los Caídos de la División Azul, para la que se propone el nombre de Mercedes Formica. La propuesta ha causado cierta sorpresa después de que, en Cádiz, ciudad natal de Formica, Por Cádiz Sí Se Puede ordenara retirar el busto que rendía tributo a su memoria en la plaza del Palillero. El motivo que se esgrimió no era otro que su pasado falangista, a pesar de que, en un principio, se argumentó que lo hacían para evitar su deterioro al estar en la vía pública. Por suerte, en Madrid, donde ejerció como jurista y alcanzó sus logros más significativos en esta profesión, parece que no han tenido inconvenientes en querer reconocer la ingente labor que realizó a favor de los derechos jurídicos de la mujer durante la etapa de mayor silencio del franquismo.

Navegar entre los límites de lo aceptado no es sencillo. Para hablar de Mercedes Formica hay que conocer todas las aristas de su vida, sus momentos de oscuridad y de luz, de tiniebla y claridad. La mejor manera de hacerlo es con la objetividad que se le presupone a cualquier ejercicio revisionista y tras las lentes de una lupa desideologizada. Entonces, sí se puede llegar a la conclusión de que las trayectorias vitales de los seres humanos no se pueden etiquetar en «blancos o negros», sino que se dan matices. En su juventud, estuvo ligada políticamente a la Falange joseantoniana. Está claro. Pero nada de reprochable debería haber en ello si no dejamos de lado el contexto histórico. El desencanto ideológico le sobrevino cuando Franco firmó el decreto de unificación en abril de 1937. A partir de aquí, se podría hablar mucho.

Con hondo penar, recibió la noticia de la trágica muerte de Federico García Lorca, a quien ella denominaba cariñosamente el «limón lunero», cuando ambos coincidían en tierras sevillanas (un nombre que encierra un secreto mágico), y de Miguel Hernández, a quien intentó salvar la vida. El franquismo no la enmudeció, ya que no asumió el papel que para la mujer determinaba la Sección Femenina, sumiso, abnegado y sometido al dominio del varón. Tampoco fue feminista; no eran tiempos adecuados para el feminismo, pero sí impulsó una modernidad moderada, dicho de otro modo, lo que se podía hacer. Su trayectoria vital fue todo un desafío para una mujer de aquella época, y cabe destacar que comenzó en 1931 dos carreras universitarias en Sevilla, Derecho y Filosofía y Letras, y finalizó la primera de ellas en 1949 en Madrid, tras un largo parón ocasionado por la contienda y sus efectos, y que renunció voluntariamente a la maternidad, porque, de haber tenido hijos, no habría podido emprender su labor como abogada, escritora y articulista en prensa, sobre todo en ABC, donde colaboró durante varias décadas y en cuyas páginas estimuló una campaña a favor de los derechos jurídicos de la mujer que culminó en 1958 con la reforma de varios artículos del Código Civil (la primera llevada a cabo desde su promulgación en 1889). Ni Pilar Primo de Rivera pudo detener el arrojo y la valentía que mostraba en su empeño por mejorar la situación de la mujer. A su favor tenía lo que más temía la organización: haber logrado ser una mujer independiente. Entre otros cambios, la Reformica suprimió el ignominioso precepto del depósito de la mujer casada en el proceso de separación y la consideración de «casa del marido» por «domicilio conyugal». A partir de entonces, la sombra de Mercedes Formica recorrió los años finales del franquismo y los primeros de la democracia luchando por la igualdad de la mujer en las leyes.

En el año 2013 se cumplió el primer centenario de su nacimiento. Y en Cádiz, después de haber descubierto la fecha correcta de su nacimiento quien firma este artículo, se celebraron unos actos en homenaje a su persona, los cuales finalizaron con la develación de un busto en bronce con su efigie en la citada plaza de la capital gaditana. El busto de la discordia, cuya retirada ha ayudado a que su nombre esté de actualidad, con mayor o menor fortuna, aunque, en este caso, sirve para seguir trabajando por restituir su honor ultrajado. Como decía Don Quijote: «Deja que los perros ladren, es señal de que vamos avanzando».

Si nada cambia, el nombre de Mercedes Formica estará en el callejero madrileño. Solo quien realmente conozca al personaje en su verdadera dimensión puede llegar a reconocer su mérito, sus contradicciones y, en fin, la vida de una mujer que transcurrió a lo largo del siglo XX asfixiada por las circunstancias.

Miguel Soler Gallo, profesor de la Universidad de Salamanca.

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