Metas insostenibles para el desarrollo

A fines de este mes tendrá lugar una de las conferencias políticas más trascendentales de la década: más de 150 líderes mundiales se reunirán en Nueva York para determinar el destino del gasto mundial para el desarrollo –más de 2,5 billones de USD– desde ahora y hasta 2030. Pero, en realidad, no se espera que los jefes de estado hagan demasiado en la conferencia. Como los diplomáticos y burócratas de las Naciones Unidas ya finalizaron discretamente la llamada Agenda del Desarrollo Sostenible, solo se espera que los líderes sonrían para las cámaras y firmen en la línea punteada. Desafortunadamente, están perdiendo una oportunidad que solo ocurre una vez por generación para hacer algo más beneficioso.

La agenda es el resultado de años de negociaciones y en pos de la inclusión, la ONU habló con todo el mundo. Pero, independientemente de lo admirable que pueda ser ese enfoque, no resultó exitoso. De hecho, al ver la agenda que produjeron –más de 15,000 palabras y 169 metas para el desarrollo que inducen al dolor de cabeza– podríamos concluir que sencillamente metieron todo lo que escucharon en ese documento.

Comparemos esto con la última agenda mundial para el desarrollo, los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que resultaron bastante exitosos. Los ODM solo incluyeron 18 metas nítidas; básicamente prometieron reducir el hambre, la pobreza, y la mortalidad infantil y materna, mientras se procura que todos los niños vayan a la escuela y mejorar el acceso al agua y los servicios sanitarios.

El problema no es que las nuevas promesas no sean bien intencionadas, sino que no reflejan una priorización eficaz, algo crítico cuando los recursos son limitados.

Por ejemplo, la agenda busca la provisión del «acceso universal a espacios verdes y públicos seguros, inclusivos y accesibles, especialmente para las mujeres y los niños, los ancianos y las personas con discapacidades» para 2030. Los espacios verdes son lindos, pero en cuando 1,2 mil millones de personas aún viven en la mayor miseria, 2,5 mil millones carecen de acceso al agua y a servicios sanitarios, y casi mil millones de personas se van a dormir con hambre cada noche, ¿son realmente una prioridad? Los fondos, después de todo, son limitados.

Algunas promesas parecen basarse en una realidad alternativa. Una de las diez promesas mundiales relacionadas con la educación es la siguiente tortuosa formulación: «Para 2030, garantizar que todos los estudiantes adquieran el conocimiento y las habilidades necesarios para promover el desarrollo sostenible, incluida, entre otros, la educación para el desarrollo y los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía global y la apreciación de la diversidad cultural y de la contribución de las culturas al desarrollo sostenible».

Sin embargo, existen investigaciones que muestran que más de un tercio de los niños en edad escolar –250 millones en total– actualmente no aprenden siquiera los fundamentos de la lectura y la matemática. ¿Realmente debemos desviar recursos, alejándolos de la educación básica, para garantizar la promoción del desarrollo sostenible en las escuelas?

Otros objetivos suponen que ayudar a «pescadores artesanales a pequeña escala» y «promover el turismo sostenible» son parte de las metas más importantes para el mundo. Hay incluso una meta para «garantizar que la gente en todas partes cuente con información relevante y conciencia del desarrollo y los estilos de vida sostenibles en armonía con la naturaleza». ¿Realmente debemos desviar recursos, alejándolos de los esfuerzos para luchar contra la pobreza y el hambre en los países en vías de desarrollo, para aumentar la conciencia sobre los estilos de vida ecológicos?

Algunas metas son aún más insensatas. Una promete alcanzar el «empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos los hombres y mujeres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidades». Si bien prometer el pleno empleo puede resultar políticamente popular, es imposible, innecesario y, a veces, hasta perjudicial. A fin de cuentas, todas las economías necesitan cierto desempleo para que los trabajadores puedan pasar de una ocupación a otra. Además, todos los gobiernos funcionales ya buscan aumentar el empleo. Y hay estudios que muestran que los grupos de interés usan las políticas de «trabajo decente» para crear excelentes empleos para una minoría y dejar al resto afuera, a menudo empujando nuevamente a los trabajadores vulnerables hacia la economía informal y aumentando la pobreza.

En resumidas cuentas, muchas de las metas o bien son marginalmente útiles, o resultan extremadamente problemáticas. Para empeorar aún más las cosas, obtener datos para las 169 promesas podría requerir casi dos años de la asistencia para el desarrollo. Así, la agenda dejaría a los más pobres del mundo en una situación mucho peor de la posible.

Es poco probable que ocurra, pero en vez de firmar la Agenda para el Desarrollo Sostenible en su versión actual, los líderes debieran renunciar a la oportunidad fotográfica y dedicar su estadía en Nueva York a recortarla a tan solo 19 metas clave para el desarrollo. Esa es la cantidad que un panel de premios Nobel identificó durante un proyecto para el grupo de expertos que dirijo, el Copenhagen Consensus Center.

El panel estudió más de 1800 páginas de análisis con revisión de pares para determinar cuáles de las posibles metas lograrían el mayor bien, algo que la ONU nunca hizo. Las metas que el panel seleccionó incluyen reducir las muertes por tuberculosis en un 95 %, reducir a la mitad la difusión de la malaria, completar la Ronda Doha de negociaciones mundiales de comercio y garantizar el acceso universal a la planificación familiar. Canalizar la totalidad del presupuesto para el desarrollo hacia las 19 metas que identificó el panel produciría un efecto cuatro veces mayor que si se lo divide entre las 169 metas de la ONU. Y una gran parte de esos beneficios iría a quienes peor están en el mundo.

En lenguaje ampuloso, ONU la afirma que las 169 metas de la Agenda para el Desarrollo Sostenible están «integradas y son indivisibles». Se trata de tonterías. Las metas debieran ser recortadas.

Eso es exactamente lo que ocurrirá al día siguiente de la conferencia de la ONU, cuando los líderes vuelvan a sus países y reconozcan –como muchos ya lo hacen en voz baja– que no pueden trabajar simultáneamente en 169 grandes metas. Inevitablemente, elegirán una cantidad menor en la cual centrarse. Solo queda esperar que opten por aquellas que prometan el bien mayor.

Bjørn Lomborg, an adjunct professor at the Copenhagen Business School, founded and directs the Copenhagen Consensus Center, which seeks to study environmental problems and solutions using the best available analytical methods. He is the author of The Skeptical Environmentalist and Cool It, and the editor of How Much have Global Problems Cost the World?. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *