México cambia el rumbo con Andrés Manuel López Obrador

La amplia victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para la presidencia de México supone un cambio importante en el rumbo político del país. Su alianza “Juntos haremos historia” ha conseguido alcanzar la presidencia y una primera posición en el congreso de diputados y en el senado, además del gobierno de la capital (Claudia Sheinbaum), gobiernos locales y algunos Estados de la federación. Y, sin embargo, quizás no sea del todo exacto decir que en México ha ganado la izquierda. Más bien han perdido las demás formaciones. Ha perdido la izquierda tradicional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), de donde procede López Obrador, en una extraña coalición con la derecha del Partido de Acción Nacional (PAN). Pero sobre todo se ha derrumbado el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ha perdido su hegemonía a favor de MORENA, el movimiento encabezado por López Obrador. El PRI, que gobernó México durante 75 años hasta la transición democrática en el año 2000, y que recuperó la presidencia en el último sexenio que ahora acaba, ha perdido el control del legislativo y en los ámbitos locales. Solo le quedan algunas gubernaturas de Estados que ahora no han tenido elecciones.

Ha ganado, en cambio, un movimiento que se presentaba como regenerador. MORENA, Movimiento de Regeneración Nacional creado en 2011 como un movimiento de izquierda y reconocido como partido en 2014, es una formación “escoba” (catch-all party en inglés). Como está ocurriendo en otros países, la crisis de los partidos tradicionales favorece la emergencia de este tipo de movimientos que consiguen movilizar al electorado favorable al cambio y esperanzado con las soluciones ofrecidas, buscando agrupar en el centro un votante medio que se ha situado en los extremos.

En México, sin duda, ha ganado un candidato y un partido, con un electorado harto de corrupción política y una violencia criminal que ha llegado al asesinato de candidatos y periodistas, permeando en las propias instituciones y en la policía. Ha ganado un electorado deseoso de un cambio, que se ha unido en torno a un proyecto con votantes de distintos perfiles económico, social y edatario.

Para conseguir esta victoria, López Obrador se ha movido en la ambigüedad de sus propuestas y algunas contradicciones. Ambigüedad en relación a su vecino del norte y las soluciones de impulso del mercado interior para hacer frente al reto del fin del tratado de libre comercio de América del Norte (TLCAN) y la guerra comercial de Trump. Ambigüedad en temas como el aborto, dejando la solución a lo que diga la ley.  Ambigüedad en temas clave como el nuevo aeropuerto de Ciudad de México, que ha pasado de su oposición al mismo hasta la propuesta de revisar contratos.

En cuanto a contradicciones, la propia alianza “Juntos haremos historia” lo es. Basta repasar el ideario de MORENA, el del Partido del Trabajo -formación de izquierda radical de “democracia centralista” y seguidor del chavismo y el castrismo-, y el del PES (Partido de Encuentro Social) conservador de credo evangelista y contrario al matrimonio de personas del mismo sexo y al aborto. También presenta contradicciones entre la elección de su equipo económico, bastante ortodoxo y de formación norteamericana, y sus propuestas reformistas que exigirán aumentar o bien la deuda o los impuestos. Esta contradicción en las propuestas económicas también forma parte de la ambigüedad que le ha permitido agrupar votantes que ven en ello la garantía de un reformismo económico en lugar de cambios radicales. Excepto en el tema energético en que existe una admiración social histórica por la nacionalización petrolera, cuyo cambio de reglas introduce una gran incertidumbre en los mercados financieros.

Todas estas propuestas envueltas en un discurso moral populista que propone convertir la residencia oficial del presidente en Los Pinos en un centro cultural o crear una constitución moral que dote de valores la vida política. Como dice el dicho, no es lo mismo predicar que dar trigo. Así lo resumían en Twitter dos destacados mexicanos  de ascendencia catalana. Uno es el diplomático y exembajador en Estados Unidos Arturo Sarukhan: “Un recordatorio para esta noche y para lo que vendrá en México: se hace campaña en poesía pero se gobierna en prosa”. El otro, el intelectual de izquierdas Roger Bartra: “López Obrador representa el resurgir del viejo autoritarismo priista”.

El rápido reconocimiento de la victoria de Andrés Manuel López Obrador por parte de sus rivales y contra-opinadores, permite anticipar una transición a la presidencia suave en lo político sin caer en la complicada controversia de quién es el presidente legítimo como ya ocurrió en las últimas presidenciales en referencia al mismo AMLO. Sin embargo, México tiene un largo periodo de transición entre las elecciones presidenciales y la toma de posesión, que no tendrá lugar hasta el 1 de diciembre según la norma (ya modificada en la última reforma constitucional pero que no entrará en vigor hasta el sexenio que se iniciará en 2024, permitiendo al presidente tomar posesión en 1 de octubre). Así mismo, la preparación del gobierno y del “paquete económico” no serán aprobados hasta el 31 de diciembre, sometiendo a México a un periodo de incertidumbre económica y social no deseable.

Andrés Manuel López Obrador es también conocido como el “Peje” en referencia al pez de agua dulce, pejelagarto, típico del Estado de Tabasco, origen del presidente electo. National Geographic, en su descripción del pez, dice: “Aunque acostumbra a ser un pez lento, también es capaz de acelerar bruscamente y nadar a una velocidad asombrosa. Por lo general permanece inmóvil cerca de la superficie, dejándose llevar por la corriente y esperando a que se acerque algún pez más pequeño. Cuando la presa se acerca, el pejelagarto vuelve súbitamente la cabeza y atrapa a su víctima, a menudo por el costado, para a continuación voltearla y tragársela por la cabeza.”

A lo largo del sexenio se verá si AMLO sigue haciendo honor al apelativo del “Peje”, apodo que, por lo que se sabe, le complace. En su mandato no se encontrará ni aguas tranquilas ni peces pequeños. Es importante, en el momento actual, que el presidente no sea quien remueva la ciénaga si quiere emprender con éxito las reformas.

Jordi Bacaria, director, CIDOB.

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