Mi botón es más grande que el tuyo

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, antes de abordar el Air Force One en diciembre Credit Tom Brenner/ The New York Times
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, antes de abordar el Air Force One en diciembre Credit Tom Brenner/ The New York Times

Para comenzar el año, el presidente de Estados Unidos presumió que tiene un botón nuclear “mucho más grande” que el de ese líder en Corea del Norte.

La próxima semana: Donald Trump y Kim Jong-un compararán la longitud de sus dedos, el número que calzan y el tamaño de su cabeza. Este último es complicado por el hecho de que ambos tienen los peores cortes de cabello en la historia de los líderes políticos. Honestamente, podríamos creer que Kim ha ejecutado a cada peluquero de su país.

Si no fuera porque el planeta corre peligro de estallar, podría ser hasta divertido. Aquí tenemos a dos ególatras muy tontos. El gobierno de Kim afirma que aprendió a conducir cuando tenía tres años y que en su tiempo libre hace descubrimientos médicos innovadores en el tratamiento del cáncer.

Mientras tanto, en Estados Unidos, hace poco Trump se adjudicó el logro de haber terminado con los accidentes de aviones en vuelos comerciales. (“Desde que estoy en el cargo he sido muy estricto respecto de la aviación comercial”). La Casa Blanca —que se la pasa toda la vida explicando por qué el último tuit demente no era tan delirante— dijo que esto se debía a la “iniciativa del presidente para modernizar el control de tránsito aéreo”, una propuesta que no se hizo ley. Además, la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos, que está a cargo de la seguridad aérea, es dirigida por una persona que designó Barack Obama.

Por si fuera poco, no ha habido ninguna víctima por accidentes en vuelos comerciales en Estados Unidos desde 2013. Alguna vez Trump inauguró una aerolínea en la que hubo un aterrizaje accidentado tres meses después de haber comenzado sus operaciones, acumuló una deuda masiva y terminó por cerrarse. Podríamos seguir mencionando ejemplos, como muchos han hecho en Twitter. (“Este año no hubo explosiones de gas en nuestra casa. Gracias, señor presidente, por su liderazgo eficaz”.)

Continuemos, en todo caso.

En Corea del Norte, Kim celebró el año nuevo con un discurso en el que le aseguraba a su pueblo que tiene “un botón nuclear en el escritorio de su oficina. Todo el territorio continental de Estados Unidos está dentro del rango de nuestro alcance”.

¿Ustedes creen que los norcoreanos sintieron que esa era una buena manera de darle la bienvenida a 2018? Por un lado, parece que sí les gusta la idea de poder ganar una guerra nuclear con Estados Unidos. Por el otro, es inevitable preguntarse si algunos de ellos habrían preferido un par de canciones nostálgicas.

Como lo explicó Russell Goldman en The New York Times, es probable que Kim ni siquiera tenga un botón; y a Corea del Norte le tomaría mucho tiempo hacer que sus misiles de verdad estén listos para llegar a cualquier lugar.

Sin embargo, es muy posible que sus súbditos pusieran un enorme botón rojo falso en su escritorio para que se sintiera más hombre. Se trata, después de todo, de un tipo que fingió haber escalado la montaña más alta del país con un abrigo largo y zapatos de vestir, alguien cuyo padre-dictador, de acuerdo con una biografía oficial, jamás necesitó utilizar un baño.

Obviamente, enfrascarse en una discusión personal, pública y transocéanica con Kim no sirve de nada. No obstante, Trump respondió que él también tenía un botón nuclear y que es “mucho más grande y más poderoso que el suyo. ¡Y mi botón funciona!”.

La riña entre estos dos hombres tiene su historia, aunque por parte de Trump los insultos (“maniático”) han estado mezclados con calificativos totalmente opuestos (“muy astuto”). Así que todo lo que sabemos con certeza de nuestro lado del debate es que Trump tampoco tiene un botón. Hay un asistente que lleva un portafolio, algo que es mucho menos amenazante pero, desde luego, mucho menos vistoso si estás intercambiando insultos con un tipo cuyo gobierno afirma que puede cambiar el clima.

Esta es la razón por la que todo el país esté tan emocionado de que Mitt Romney regrese a la escena política.

Si hace dos años alguien nos hubiera dicho que en 2018 Romney podría volver con una candidatura al Senado, nos habría parecido una idea un poco menos emocionante que una nueva versión de American Idol. Pero esta es la situación que tenemos hoy. De pronto, el retorno de Romney no es muy distinto a la segunda llegada de, no sé, ¿Dwight Eisenhower, pero sin las medallas?

Todos suponen que Romney podría ganar la elección para el Senado en Estados Unidos; ¿y por qué no? Es muy popular en Utah. Es un estado conservador y ningún republicano competiría contra él, a menos de que Steve Bannon encuentre otra noticia estelar para Breitbart, como lo hizo en Alabama, y tengamos frente a nosotros una contienda emocionante de Romney contra, digamos, un golpeador de cachorros de extrema derecha que vive en una cabaña rodeada por torretas de ametralladoras.

Así que Romney será senador de Estados Unidos. Estará ahí con su conocida personalidad santurrona, esperando la oportunidad de demostrar sus principios con una postura en contra de la Casa Blanca. Quizá también se proponga competir contra Trump en las próximas elecciones de 2020. Es verdad que para entonces tendrá 73 años, pero dada la alineación actual de posibles candidatos a la presidencia, sería el candidato del voto joven.

¿Quién habría pensado que Mitt Romney podría parecer tan buen prospecto? Al menos él sí tiene todos sus botones.

Gail Collins es columnista de opinión de The New York Times. Ha publicado, entre otros libros, America’s Women: Four Hundred Years of Dolls, Drudges, Helpmates and Heroines.

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