Mi Patria, España

Temo que a muchos españoles de la últimas generaciones, el concepto de Patria les resulte extraño, trasnochado y falto de contenido. Y razones tienen para pensar así, porque son ya demasiados años en los que la palabra Patria casi ha desaparecido del vocabulario de nuestra sociedad.

Julián Marías insistió en la responsabilidad que, en mayor o menor medida, todos tenemos de impedir que mentiras o medio verdades, repetidas machaconamente y no contrarrestadas, acaben por ser tenidas como ciertas. En la misma línea sostuvo que hechos ocurridos pero por nadie reseñados, o conceptos sobre los que se deja de reflexionar, dejan de existir, son borrados de la historia.

No podemos dejar que esto ocurra con el concepto de Patria, que a mi juicio se sitúa en un nivel distinto al de Estado o Nación, y es el que más se aproxima al «sugestivo proyecto de vida en común» orteguiano junto con su «no estamos aquí para estar juntos, sino para hacer algo juntos». El concepto Patria es algo mucho más profundo que una visión geográfica, histórica y cultural de un territorio y en él tienen cabida todos los proyectos políticos no excluyentes, incluido el amor a la «patria chica» y «la concesión de ciertos privilegios regionales, siempre que no rocen en lo más mínimo el sagrado principio de la unidad nacional» (Ramón y Cajal).

Nos exige estudiar con respeto el pasado, para no repetir errores y afianzar los muchos aspectos positivos que contiene, tomar conciencia del presente y proyectarnos hacia el futuro con esperanza, con fe en nuestras potencialidades nunca agotadas, y mirando más a las generaciones venideras que a las actuales. Creo vigente la vieja sentencia de «no heredamos la tierra de nuestros padres, sino que la tomamos en usufructo de nuestros hijos», que enlaza con un sabio pensamiento atribuido a Goethe: «Lo que heredaste de tus padres, trabájalo para poseerlo y luego transmitirlo».

En el concepto Patria se encierran los valores superiores que proclama nuestra Constitución, que, entendiendo bien su Preámbulo, nos impulsa además a contribuir a la defensa de la paz, de la libertad y de la dignidad del ser humano donde quiera que puedan estar amenazadas, valores por los que merece la pena llegar al sacrificio supremo. Así se nos pide especialmente a quienes abrazamos la profesión de soldado, la única que exige bajo solemne y público juramento o promesa el estar dispuesto a la entrega de la vida en defensa de unos ideales superiores. Sin aceptar el concepto de Patria como valor espiritual que cimienta a una Nación y que a todos nos une, es difícil entender el porqué de tantas gestas heroicas que llenan las páginas de nuestra Historia. Y debe quedar muy claro que el patriotismo no es una exclusiva de los que visten uniforme, sino que debe sentirse en todos los estratos de la sociedad, igualando al militar con el resto de los ciudadanos.

Contemplo con sana envidia cómo naciones de nuestro entorno, al mismo tiempo que afirman la necesidad de integrarnos en organismos supranacionales dentro de la aldea global en que vivimos, nunca han dejado de avivar, porque es compatible con ello, el concepto de Patria. Sirva de ejemplo cómo airean los franceses su Patrie o los americanos su My Country, junto al orgulloso flamear de sus banderas, que respetan y que nunca ocultan.

Ante el ya abierto ataque a la unidad de España por sectores separatistas, necesitamos reavivar ese concepto de Patria que reafirma la solidaridad entre todas las tierras de España y que reconoce las generosas aportaciones de cada una de ellas a la formación de la gran Nación española que hemos sido, que somos y que seremos, a pesar de nuestros errores y desavenencias, aportaciones que sólo un pobre espíritu materialista puede tratar de medir en cifras frías.

Es triste que el verdadero concepto de Patria, siempre integrador, no haya llegado a una porción de españoles que, de buena fe, han asimilado la trucada historia en la que han sido educados, de lo que son culpables quienes movidos por egoísmos de poder, encubiertos en el victimismo y en la exaltación de un patriotismo local, menosprecian al resto de los españoles, sin admitir el apoyo que de todos han recibido a lo largo de los tiempos.

Termino con una afirmación: España no se va a desgarrar, no solo por el daño económico que sufriría la fracción separada y que repercutiría en el conjunto de la Nación, o por el rechazo de Europa a admitirla en su seno o por la seguridad de que un Estado de Derecho cuenta con los medios legales y materiales para impedirlo, sino, sobre todo, porque la soberanía nacional descansa en la totalidad (y no en una parte) del pueblo español, que no lo admitiría. España, mi Patria, no roba a nadie y en su amor debemos unirnos todos sus hijos.

Agustín Muñoz-Grandes, teniente general (2ª R)

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