Miedo al mismo miedo tras ataques en París

Un niño lleva la bandera francesa y una rosa cerca del Bataclan, la sala de conciertos donde hombres armados mataron a 89 personas. "Golpearon el corazón de París", dijo un trabajador. Credit Pierre Terdjman para The New York Times.
Un niño lleva la bandera francesa y una rosa cerca del Bataclan, la sala de conciertos donde hombres armados mataron a 89 personas. "Golpearon el corazón de París", dijo un trabajador. Credit Pierre Terdjman para The New York Times.

Al igual que millones de personas, he seguido con obsesión las noticias desde París, y he dejado otras actividades para concentrarme en este terrible acontecimiento. Es la reacción humana natural. Pero hay que aclarar algo: también es la reacción que buscan los terroristas, y no todos parecen entenderlo.

Por ejemplo, Jeb Bush declaró que “se trata de una acción organizada para destruir la civilización occidental.” No, no es cierto. Es una acción organizada para sembrar pánico, que para nada es lo mismo. Lo único que logramos con aseveraciones así, que no dejan clara esa distinción y hacen parecer que los terroristas tienen más poder del que en realidad tienen, es favorecer la causa de los yihadistas.

Pensemos por un momento en qué es y qué representa Francia. Como cualquier otra nación, tiene problemas; pero es una democracia robusta que goza de una profunda legitimidad popular. Destina menos recursos que Estados Unidos a defensa, pero de cualquier forma mantiene un ejército poderoso y cuenta con recursos suficientes para fortalecerlo, de ser necesario. (La talla de la economía francesa es aproximadamente 20 veces mayor que la de Siria). El Estado Islámico no va a conquistar Francia, ni hoy ni nunca. ¿Destruir la civilización occidental? En absoluto.

¿Entonces, por qué el ataque del viernes? Matar de manera aleatoria a personas en restaurantes y conciertos es una estrategia que refleja la debilidad fundamental de los autores. No van a establecer un califato en París. Sin embargo, lo que sí pueden hacer es inspirar miedo; por eso llamamos terrorismo a sus acciones y no deberíamos dignificarlas con el nombre de guerra.

No pretendo minimizar la tragedia. Por el contrario, pretendo enfatizar que el mayor peligro del terrorismo en nuestra sociedad no se deriva del daño directo que ocasiona, sino de las respuestas desacertadas que puede inspirar. Por eso, es vital hacer conciencia de que muchos aspectos de nuestra respuesta pueden producir resultados perjudiciales.

Es cierto que sería muy negativo que la respuesta de Francia u otras democracias al terrorismo fuera complaciente, como por ejemplo, si los franceses retiraran su apoyo a las acciones internacionales en contra de ISIS con la vana esperanza de que los yihadistas los dejaran en paz. No quiero decir que no haya quienes desean ser complacientes; es cierto que algunos están determinados a creer que el imperialismo occidental es la raíz de todos los males y que todo estaría bien si dejáramos de meternos en todas partes.

Pero es difícil encontrar en el mundo real ejemplos de políticos convencionales, y mucho menos de gobiernos, que se hayan sometido a las exigencias de los terroristas. La mayoría de las acusaciones de complacencia en Estados Unidos parecen dirigirse a los liberales porque los conservadores piensan que no hablan con suficiente dureza.

En la práctica, existe un riesgo mucho mayor: que los blancos del terrorismo intenten lograr la seguridad perfecta y eliminar todas las amenazas posibles; pero esta respuesta inevitablemente conduciría a una situación más grave, porque en este enorme y complicado mundo, ni siquiera las grandes potencias pueden arreglarlo todo. El 11 de septiembre, Donald Rumsfeld dio la siguiente instrucción a sus colaboradores: “Hay que acabar con todo. No importa si no está relacionado”, y de inmediato sugirió utilizar el ataque como excusa para invadir Iraq. El resultado fue una guerra desastrosa que, de hecho, hizo que los terroristas ganaran poder y preparó el terreno para el surgimiento de ISIS.

Ah, y sin importar qué imaginen personas como Ted Cruz, acabar con nuestra renuencia a matar a civiles inocentes no puede ampliar el poder de Estados Unidos. Sin embargo, sí puede obrar maravillas para reclutar terroristas.

Por último, el terrorismo es tan solo un peligro de los muchos que acechan al mundo, por lo que no debemos permitir que distraiga nuestra atención de otros problemas. Lo siento mucho por los conservadores, pero cuando el Presidente Obama afirma que el cambio climático es la mayor amenaza que enfrentamos, está totalmente en lo correcto. El terrorismo no puede destruir nuestra civilización y no lo hará. Pero el calentamiento global sí puede acabar con ella, y quizá lo logre.

Así que, ¿cuál puede ser nuestra respuesta al terrorismo? Antes de las atrocidades de París, la respuesta general de occidente era una combinación de acciones de la policía y el ejército, junto con medidas de precaución. Todas ellas involucraban decisiones difíciles para compensar entre vigilancia y privacidad, protección y libertad de movimiento, negar a los terroristas puertos seguros, y los costos y peligros de librar guerras en el extranjero. Siempre se tenía presente que en algunas ocasiones lograría colarse un ataque terrorista.

Es posible que París haya cambiado un poco los cálculos, en especial con respecto al manejo de los refugiados en Europa, un angustioso problema que ahora se ha vuelto todavía más tenso. Además, tendrá que analizarse por qué no se descubrió un plan tan elaborado. ¿Recuerdan todas las veces que se afirmó que los atentados del 11 de septiembre cambiarían todo? Pues no lo hizo, y esta atrocidad tampoco lo hará.

Insisto, el objetivo de los terroristas es inspirar terror, porque es de lo único que son capaces. Lo más importante que pueden hacer nuestras sociedades en respuesta a esta acción es evitar rendirse ante el temor.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía de 2008.

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