Migración en continuo movimiento

En 2000, Naciones Unidas estableció los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para impulsar el progreso en objetivos de desarrollo importantes, como reducir la pobreza, promover la igualdad de géneros y frenar las enfermedades. Pero los arquitectos de los ODM ignoraron una cuestión esencial: la migración. Afortunadamente, parece que los líderes mundiales no cometerán el mismo error con la agenda de desarrollo post-2015.

El volumen de las remesas por sí solo debería bastar para convencer al mundo de que la migración merece un lugar prominente en la agenda post-2015. El año pasado, los inmigrantes provenientes de países en desarrollo enviaron aproximadamente 414.000 millones de dólares a sus familias -el triple del total de la asistencia para el desarrollo oficial-. Más de mil millones de personas dependen de esos fondos para ayudar a pagar la educación, la atención médica, el agua y las instalaciones sanitarias. Como si eso no fuera suficiente, las remesas tienen importantes beneficios macroeconómicos, ya que les permiten a los países pagar importaciones esenciales, acceder a los mercados de capital privados y calificar para tasas de interés más bajas sobre deuda soberana.

Pero muchos de los beneficios de la migración se despilfarran. Los intermediarios financieros retienen el 9% de las remesas, en promedio, por un total estimado de 49.000 millones de dólares en ganancias de los inmigrantes el año pasado. Los reclutadores rapaces, que suelen quedarse con un tercio del salario de los inmigrantes, esquilman miles de millones más. Mientras tanto, el contrabando, el tráfico de personas, la explotación y la discriminación se cobran un costo humano incalculable.

Es aquí donde entra en juego la agenda de desarrollo post-2015. Con los incentivos apropiados, se puede alentar a los gobiernos y las empresas a implementar políticas destinadas a asegurar que más fondos lleguen a las familias pobres, a la vez que se trabaja para proteger los derechos de los inmigrantes y evitar la discriminación.

Al mismo tiempo, la agenda puede ayudar a transformar las percepciones que se tienen de los inmigrantes. Hoy por hoy, la migración suele ser vista como una señal de la incapacidad de un país de ofrecer oportunidades adecuadas, mientras que los residentes locales de los países de destino creen que los inmigrantes les están robando sus empleos, deprimiendo sus salarios o explotando sus sistemas de servicios sociales.

Sin embargo, el hecho de que el 9% de los ciudadanos británicos viva en el exterior demuestra que la gente se traslada a otros lugares sin importar la riqueza de su país de origen. Es más, la evidencia demuestra que los inmigrantes aportan más de lo que se apropian, ya que fomentan las transferencias de conocimiento, el comercio, el turismo, la inversión y hasta la creación de empleos a través del emprendedurismo, a la vez que hacen trabajos importantes -desde cuidar niños y personas mayores hasta trabajar en hoteles y restaurantes y en las cosechas- que los residentes locales consideran indeseables.

Dados los beneficios innegables de la migración, debería sorprender que no figure entre los ODM. El problema es que, en 2000, no había ni suficiente evidencia sobre los efectos de la migración en el desarrollo ni suficiente respaldo político para garantizar su inclusión en la agenda.

Las cosas cambiaron. Un grupo de países, agencias internacionales y ONGs presentaron argumentos sólidos ante el Grupo de Trabajo Abierto de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sustentable (el organismo responsable de facilitar las deliberaciones sobre la agenda post-2015) de que la migración puede ayudar a reducir la pobreza y generar crecimiento económico.

La propuesta del grupo -que incluye costos más bajos para las remesas, una mayor portabilidad de pensiones y una fuerte acción contra el tráfico de personas- exige un conjunto específico de objetivos e indicadores, que enriquecerían sustancialmente la próxima agenda de desarrollo. Hasta reclama que los inmigrantes sean tenidos en cuenta cuando se mide el progreso hacia esos objetivos, como asegurar un trabajo decente y un acceso equitativo a los servicios de atención médica.

Existe una oleada de respaldo político detrás de este esfuerzo. El pasado mes de octubre, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas se reunió para discutir la migración recién por segunda vez, los estados miembro aprobaron de forma unánime una declaración que instaba a la inclusión de la migración en la agenda post-2015. El Consejo de la Organización Internacional para las Migraciones emitió una resolución similar en noviembre, y la campaña atrajo un respaldo adicional de grupos de la sociedad civil y de organizaciones internacionales.

La comunidad internacional ha prometido colocar a la gente en el centro de la agenda de desarrollo post-2015. No hay mejor expresión de este compromiso que reconocer el papel indispensable que juegan los inmigrantes -y proteger sus derechos-. Con este objetivo, la agenda debe crear la base para asociaciones globales sostenidas y significativas sobre migración y movilidad humana, similares a los esfuerzos bajo los ODM, para que el comercio y la transferencia de tecnología favorezcan el desarrollo.

Pero no todos apoyan estos objetivos. Un puñado de líderes nacionales podría vetar la inclusión de la migración, debido a temores infundados de sus consecuencias políticas domésticas.

Para evitar este desenlace, es importante observar que las encuestas de opinión normalmente revelan la ansiedad pública frente a la migración no regulada, no a la migración legal o a quienes buscan asilo de manera legítima. Inclusive en Europa, donde el populismo están en ascenso, los ciudadanos son más iluminados que sus líderes: el 69% de los europeos dice que no le preocupa la migración legal y el 62% no cree que los inmigrantes les saquen el empleo a los residentes locales. Gobiernos como el de Alemania y Suecia que gestionan bien la migración e invierten en la integración tienen el mayor respaldo de la población.

La cantidad de inmigrantes que un país recibe es una cuestión que sólo el país puede decidir. Pero cómo se trata a los inmigrantes, si se les permite quedarse con lo que ganan y qué aportan al desarrollo social y económico son cuestiones que les incumben a todos. El derecho internacional exige que se respeten los derechos humanos de todos los inmigrantes, sin importar su condición, algo que también es un requisito previo fundamental para el desarrollo individual y colectivo.

La migración -cuando es segura, legal y voluntaria- es la estrategia más antigua para reducir la pobreza y fomentar el desarrollo humano. Parece que esta realidad durante tanto tiempo ignorada finalmente está calando y empujando la discusión de la agenda de desarrollo post-2015 en la dirección correcta.

Peter Sutherland, Chairman of the London School of Economics, non-executive Chairman of Goldman Sachs International, and Special Representative of the UN Secretary-General for International Migration and Development, is former Director General of the World Trade Organization, EU Commissioner for Competition, and Attorney General of Ireland.

William Lacy Swing is Director General of The International Organization for Migration.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *