Mil disculpas y una propuesta

Quiero disculparme con los jóvenes desempleados y al mismo tiempo, y en favor de ellos, hacerle una propuesta a la sociedad. Cuando cometes un error en la forma de expresar una idea y un tsunami te pasa por encima, lo que realmente has querido decir queda totalmente oculto por el temporal. Mea culpa, por supuesto, pero deseo ahora explicar con más precisión una propuesta del Círculo de Empresarios para solucionar, o al menos aliviar, el problema del desempleo juvenil en España.

Cerca de un millón de personas, un 55% de nuestros jóvenes de entre 16 y 24 años, se encuentra sin empleo. No podemos resignarnos y dar a esta generación por perdida. Tenemos la obligación de buscar soluciones porque nuestros jóvenes son el futuro de nuestra sociedad.

La mayor gravedad del problema reside en que muchos de esos jóvenes no disponen de la formación adecuada que la actividad económica está demandando. Esto es así porque el sistema educativo no se encuentra convenientemente orientado a las necesidades reales del mercado laboral. Pero también porque muchos de esos jóvenes abandonaron en su día los estudios para trabajar en el sector de la construcción y ahora no encuentran acomodo en una economía que demanda una preparación tecnológicamente más avanzada para competir en un mundo global.

Las soluciones están, en el medio y largo plazo, en el terreno de la educación, y en el corto plazo, en el de las políticas activas de empleo. Una de estas soluciones, en nuestra opinión, y en la de muchos analistas, tiene que ver con el salario mínimo interprofesional (SMI). Si establecemos uno más bajo que el general, de manera excepcional, para casos con poca formación, estaremos abriendo puertas a cientos de miles de jóvenes para entrar en el mercado de trabajo y, a partir de ahí, poder construir su carrera profesional.

Lo que proponemos no es un experimento. Simplemente estamos copiando lo que otros países han aplicado antes con éxito. Alemania, por ejemplo, se tuvo que enfrentar a este problema en los primeros años de este siglo cuando se vio en la necesidad de integrar a los trabajadores de la hasta entonces llamada República Democrática. Hicieron una reforma laboral en profundidad y hoy, después de una década sin SMI, su tasa de desempleo es del 5,1% y el paro juvenil, del 7,6%.

Recientemente, tras la coalición de Angela Merkel con los socialdemócratas, Alemania ha establecido un SMI de 8,5 euros la hora, exceptuando expresamente a los menores de 18 años sin formación y los parados de larga duración. En Reino Unido y Holanda el salario mínimo es progresivo en función de la edad. En otros países, como Austria, Suiza, Finlandia, Suecia o Dinamarca, no hay un salario mínimo establecido.

Establecer un SMI especial para jóvenes con baja cualificación combinando el trabajo con la formación, lo que se conoce como formación dual, derribaría barreras de entrada al mercado de los jóvenes con menor cualificación y sería una forma de empezar a ofrecerles un futuro. Si en otros países lo hacen así y les está funcionando, ¿por qué vamos a ser nosotros distintos?

Soluciones de estas características han sido sugeridas también por instituciones como el Banco de España o la OCDE y no han provocado reacciones especialmente adversas. Sin embargo, cuando estas soluciones se proponen desde el mundo empresarial, las reacciones tienden a ser ideológicas. Algunos no pueden admitir que nuestras propuestas se inspiren en intenciones de mutuo beneficio.

Es importante señalar, por otra parte, que en ningún caso estamos proponiendo una rebaja del SMI general. Lo que entendemos que sí tiene que bajar en este país es el coste del trabajo, es decir, la suma de salario más cotizaciones sociales. Porque ese coste no son solo esos 645 euros en que está fijado el SMI que recibe el trabajador, sino que se incrementa sensiblemente para la empresa en cuanto se añaden las cotizaciones que tiene que ingresar en las arcas públicas. Es esta brecha entre lo que llega al bolsillo del trabajador y lo que cuesta al empleador la que tenemos que reducir. Brecha que queda oculta, pues la diferencia no es explícita en la nómina donde solo figura el descuento por las aportaciones del trabajador a la SS, inferior al 7%, mientras que no aparece la contribución del empresario, superior al 30%, entre las más altas en la Unión Europea.

Plantear en voz alta cuestiones como el establecimiento de un SMI inferior al general para casos excepcionales sigue siendo tabú en la sociedad española que en este campo continúa mirando hacia atrás, a lo que tuvo y quisiera seguir teniendo, en vez de hacia fuera para diseñar el futuro. Seguiremos girando en el tiovivo, dando vueltas y vueltas, sin llegar a ninguna parte. Y, mientras tanto, cerca de un millón de jóvenes estarán desesperando porque no ven un futuro. Los lunes al sol; los martes también….

Tenemos la obligación de aportar, debatir y aplicar soluciones. No hablamos de utopías, sino de reformas y propuestas concretas. Nuestros jóvenes se lo merecen porque sí valen, y valen para mucho. Pero tenemos que buscar fórmulas para que puedan demostrar su valía trabajando y contribuyendo al bienestar de la sociedad.

Mónica de Oriol es presidenta del Círculo de Empresarios.

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