Millones de razones de cambio en China

Los reiterados confinamientos en China han ido generando un malestar social, prolongado y disperso geográficamente, hasta las manifestaciones de estos días. La política dinámica de covid cero implantada por China iniciaba apenas hace unas semanas una progresiva convivencia con el virus menos estricta. Sin poder conocer el alcance de la efectividad, en la práctica los gobernadores locales no han sabido equilibrar la relajación de medidas y la contención del virus en un momento en el que comienza a dispararse el nivel de contagios con la llegada del invierno.

La evolución de la pandemia ha elevado el nivel de presión sobre la economía china este último año. Mientras el resto de países abordan los retos de una tensión geopolítica global más allá de la pandemia, la ralentización del ritmo de crecimiento en China, fuertemente impactada por los confinamientos en los principales centros productivos, ha terminado por afectar a sectores clave como el inmobiliario. Representando este sector una cuarta parte del PIB de China, las protestas ciudadanas se hicieron notar de forma significativa, pero dispersas geográficamente, motivando una respuesta rápida de medidas financieras que pusieron fin a este episodio de malestar y protestas, recuperando la estabilidad social.

La magnitud del malestar civil por los confinamientos reiterados muestra las diferentes sensibilidades que están tomando forma y que no pasan desapercibidas. A nivel social, los cerca de 26 millones de habitantes de la provincia de Xinjiang, la provincia más al oeste y de minoría étnica uigur, predominantemente musulmana, han conseguido despertar el sentimiento nacional de malestar ante las medidas de contención del virus tras un fatal desenlace en la capital, Urumqi, confinada desde agosto. El efecto tsunami de contagio social se ha expandido hacia las provincias más desarrolladas, llegando a la capital, Pekín, y al centro financiero de Shanghái. Las manifestaciones no han sido muy numerosas, pero han conseguido dar visibilidad de unidad nacional en las protestas sociales, una magnitud mayor que la de los propios manifestantes.

El impacto económico también tiene una magnitud significativa. Los confinamientos en la planta de ensamblado de iPhone de Apple en las instalaciones de Foxconn desencadenaron airadas manifestaciones ante el anuncio de impago de salarios. Las pérdidas financieras en la fábrica taiwanesa Foxconn, donde se produce la mayor parte de los iPhone a nivel mundial, podrían ascender a miles de millones de dólares, con un déficit de producción de unos seis millones de iPhone 14 Pro frente al objetivo estimado en 90 millones para este año, según fuentes cercanas.

Sin que, a priori, la organización de las manifestaciones sea de ámbito nacional, la cohesión en el sentimiento da mayor fuerza a una protesta social, que no política. Si las protestas sobre el sector inmobiliario tuvieron una respuesta que ha terminado por aliviar el malestar general sobre unas obras inacabadas que hipotecaban la economía familiar, la relajación efectiva de las medidas de covid cero va a requerir de un mayor esfuerzo gubernamental para evitar que una protesta social, esta vez sí, a nivel nacional, pueda poner a prueba al equipo de Gobierno más estrechamente ligado al pulso ideológico recientemente nombrado en el XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China.

Las políticas orientadas a estabilizar la economía, y no tanto a estimular el crecimiento, siguen generando un descontento social generalizado. La economía china va a acabar el año muy por debajo de lo esperado, alrededor del 3,2% respecto del 5,5% estimado al principio de año, sin que los pronósticos sean mucho mejores para 2023.

Así, la economía china se resiente y mucho. La preocupación entre inversores crece ante la oleada de protestas que han tumbado las bolsas chinas tras medidas de flexibilización que no han terminado de funcionar, a lo que se suma el reciente anuncio de restricciones a la tecnología china impuestas por la Administración Biden. Todo ello está llevando a que, por primera vez en tres décadas, China vaya a dejar de ser el motor económico de la región para ceder el liderazgo a Vietnam, con una previsión de crecimiento que alcanza el 7%, según los organismos internacionales.

La sucesión de protestas, que han venido siendo más comunes en las últimas dos décadas en cuestiones específicas y de forma muy localizada, podrían convertirse en catalizador del cambio. Antes de las recientes manifestaciones, el anuncio de las políticas de relajación hacía estimar que la posibilidad de apertura de China en el segundo trimestre de 2023 fuera del 30%, según Goldman Sachs.

No obstante, la posibilidad de que se forzara una salida desordenada, sin una amplia campaña de vacunación, podría generar un mayor impacto social difícil de cuantificar.

De mantenerse sin cambios, la sensación de predominio de fatiga ante la pandemia podría llevar el descontento social a otro nivel, mientras la incertidumbre inversora socavaría la economía china, impactando sobre todos los mercados vinculados con el gigante asiático en toda Asia.

Águeda Parra Pérez es analista del entorno geopolítico y tecnológico de China. Fundadora y editora de #ChinaGeoTech, es autora de China, las rutas de poder y colaboradora de Agenda Pública.

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