‘Mohawk Girls’ contra el muro racial de Canadá

Las protagonistas de Mohawk Girls. Éric Myre para Mohawk Girls
Las protagonistas de Mohawk Girls. Éric Myre para Mohawk Girls

Políticas colonialistas, recelos y discordancias han hecho mella en la relación entre los pueblos indígenas canadienses y el resto del país. También los estereotipos han dificultado el entendimiento. Justin Trudeau prometió desde su campaña electoral trabajar para lograr una verdadera reconciliación nacional. El primer ministro ya ha movido piezas creando un consejo nacional para la reconciliación, aunque podría apoyarse en una serie de televisión para ayudar a conseguir su objetivo. A veces, la cultura popular tiene mayor impacto que ciertos discursos y planes gubernamentales.

Mohawk Girls transcurre en Kahnawake, una reserva cerca de Montreal habitada justamente por miembros del pueblo Mohawk. Hace algunas semanas concluyó la cuarta temporada y los guionistas trabajan ya en la quinta entrega. El programa se estrenó en noviembre de 2014 en APTN, la cadena de los grupos indígenas de Canadá. Su lanzamiento fue bien recibido dentro de la población autóctona. Hoy es una de las emisiones más famosas en la historia de APTN y ha cautivado a otros públicos. “Muchos hombres y mujeres no indígenas y de todas las edades nos ven”, cuenta Tracey Deer al teléfono. Deer nació en Kahnawake y es la creadora, directora y una de las guionistas.

Aunque tomó tiempo para que su éxito subiera como la espuma, la serie ya se transmite en Australia, en algunos vuelos de Air Canada (como prueba de que es un producto cultural con atractivo más allá de los ojos indígenas) e incluso ha sido traducida al mandarín, para deleite de los chinos afincados en suelo canadiense. Una distribuidora internacional está buscando que la emisión llegue pronto a más países. Estados Unidos es uno de los grandes objetivos, así como otros sitios donde la cotidianidad entre distintos grupos no se caracteriza por la armonía. En el caso de Canadá, los vínculos entre los indígenas y los demás habitantes del país se alejan de la hermandad y la concordia. Existe más bien una especie de muro invisible que pocas veces se franquea. Los otros están ahí, al lado. Hay miradas, interacciones ligeras y luego cada quien ocupa su sitio. ¿Y si todos siguieran una serie televisiva que retrata con chispa varias de estas dinámicas?

Los críticos han comparado el programa con Sex and the City por las peripecias de sus protagonistas. Hay sexo, por supuesto, pero también otros temas que reflejan la vida de muchas jóvenes autóctonas y su relación con distintos entornos. Si la televisión consolida estereotipos, también puede ayudar a desmontarlos. Bailey, Zoe, Caitlin y Anna —interpretadas por actrices indígenas— visten a la moda, usan las redes sociales, buscan desarrollarse profesionalmente y desean encontrar el amor. Todo esto se aleja de la imagen tradicional del indígena en las pantallas canadienses, donde si llega a aparecer, es para cumplir con el papel de vicioso o de figurante en los paisajes invernales. Canadá tiene fama de ser incluyente y de carácter bonachón, pero su televisión hace algunas distinciones que van en otro sentido.

A Mohawk Girls –como a otras series— no se le pide reflejar la realidad al milímetro. La exageración y los cambios de velocidad en la trama distan de ser una excepción. Después de todo, es un producto de la cultura popular que busca divertir y, de pasada, subrayar que las semejanzas entre buena parte de la juventud indígena con la de otros grupos son numerosas. Su fuerza radica en proyectar situaciones que aparecen normalmente en televisión, solo que con otros protagonistas.

La serie aborda también temas complicados en las reservas. La autocrítica siempre es virtud y blinda frente a maniqueísmos. Mohawk Girls toca el asunto de la proporción de sangre indígena que muchos miembros de estas comunidades consideran importante: saber qué tanta pureza ancestral posee cada individuo en las venas. Las chicas deben de igual forma enfrentar malas miradas cuando eligen a una pareja de un grupo étnico distinto. Asimismo, aparecen opiniones salpimentadas de estereotipos respecto a los demás canadienses. Deer señala que algunos televidentes indígenas se han molestado por la aparición de estos temas, pero que la mayoría agradece que se aborden en clave de humor. También dice que personas de otras comunidades culturales se sienten identificadas con estos asuntos. Si los comentarios jocosos desestabilizan y hacen reflexionar, es que han dado en el blanco.

Generalizar es ejercicio fácil. La pésima imagen atribuida tradicionalmente a las reservas es ejemplo de ello, aunque también pensar que en todas se vive entre Twitter y maquillaje puede tener sus riesgos. Deer comenta: “No todas tienen los mismos problemas. Kahnawake comparte con otras el hecho de tener a mucha gente que está encontrando espacios para salir adelante. Por desgracia, hay reservas con serias dificultades. Hablo, por ejemplo, de desempleo y falta de agua potable. Sin embargo, hay personas que luchan para que las cosas cambien. Por eso en Mohawk Girls pensamos que es importante proyectar visiones distintas y tocar temas sensibles que nos incumben”.

Reconciliarse implica, entre otros puntos, buscar comprender dinámicas ajenas, reflexionar sobre interacciones y también constatar que, en el fondo, las diferencias son menores de lo que se piensan. Mohawk Girls explora estos elementos con frescura y sin sermoneos. Es posible reducir las distancias con ayuda del televisor; el mismo instrumento que en ocasiones las acentúa.

Contrariamente a varios de sus predecesores, Justin Trudeau ha favorecido el diálogo con los pueblos indígenas. La mayoría de los jefes autóctonos le han exigido ser escuchados con mayor contundencia en varios temas. Uno de suma importancia es el de los proyectos de construcción de oleoductos, aunque los líderes han reconocido algunas acciones del primer ministro. Por ejemplo, presentó sus disculpas oficiales por los malos tratos que niños autóctonos recibieron en pensiones federales durante buena parte de la historia canadiense, lanzó una investigación sobre los asesinatos y desapariciones de miles de mujeres indígenas y asignó recursos para mejorar infraestructuras en salud y educación en las reservas.

Trudeau ha señalado que deben existir mayores puentes entre dichos pueblos y el resto de Canadá para alcanzar la reconciliación. Debería apoyar por ende una enseñanza más completa de la cultura de los primeros habitantes del país para niños de cualquier origen. Y no estaría mal que, como parte de estos esfuerzos, las aventuras de las chicas de Kahnawake aparecieran en la señal abierta de la televisión canadiense, para deleite y reflexión de todos los ciudadanos. Su humor avispado toca puntos que no solo incumben a los grupos indígenas. Mohawk Girls puede causar fisuras en ese muro invisible.

Jaime Porras Ferreyra es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Montreal. Es consultor en temas internacionales y escribe en medios de España y América Latina

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