Moldavia: ¿hacia un nuevo giro político?

Tema: Los acontecimientos ocurridos en el último año en Moldavia, vinculados a las elecciones parlamentarias, ponen de manifiesto un cambio importante en la relación entre los actores políticos relevantes, cambio que, probablemente, llevará a un giro en la política interna y externa de este país.

Resumen: Desde su independencia en 1991, la República de Moldavia ha atraído la atención de la comunidad internacional por las dificultades enfrentadas durante el período de transición democrática, la amenaza del conflicto congelado de Transnistria y por su vecindad con la UE. Una vez más, la pequeña república ex-soviética atrae la atención de la comunidad internacional: se trata de un giro importante en la política moldava, tras la celebración de las elecciones parlamentarias de 2009 que han llevado a la perdida del poder político de los comunistas ante los partidos de oposición agrupados en la Alianza para la Integración Europea.

Análisis: El objetivo del presente ARI es el de ofrecer un análisis exploratorio de los acontecimientos políticos surgidos en Moldavia tras las elecciones legislativas de 2009, con el intento de identificar la influencia de los resultados electorales en la política interna y externa del país. Sin embargo, para alcanzar este objetivo resulta necesaria una contextualización del tema abordado, el cambio supuesto por las elecciones de 2009 justificando su relevancia sólo con referencia al panorama general del proceso moldavo de transición democrática.

Una mirada crítica hacia el estado actual de la transición en Moldavia nos revela que, después de 19 años de independencia, esta pequeña república ex-soviética todavía no ha consolidado un verdadero sistema democrático ni mucho menos una economía de mercado viable. A pesar de los pequeños avances, Moldavia sigue siendo el país más pobre de Europa, y ocupa la posición 109 de 180 países, según el ranking de Transparency International, y con un régimen parcialmente libre, según el informe de Freedom House para 2009. Estos datos preocupantes nos obligan a preguntarnos sobre diversas cuestiones: ¿cuáles fueron los obstáculos afrontados por Moldavia en su camino hacia la democracia?

La derrota política: un primer obstáculo para la democratización

Una primera aproximación que puede explicar el estado actual de la transición moldava se vincula con la evolución política del país. El año 1991 marca la independencia de Moldavia, afecta todos los ámbitos de la sociedad moldava y sobre todo sus elites gobernantes. A parecer, se pretendía crear un nuevo país independiente y soberano, aunque los medios utilizados para alcanzar dicho objetivo no fueran todo lo transparentes que debieran haber sido. La sociedad se polarizó en torno a dos opciones: por un lado, existía la preferencia por la orientación hacia Rumanía, sostenida por la población de etnia rumana, y, por otro, se trataba de las preferencias en materia de política externa de los rusófonos que consideraban el acercamiento hacia Rusia ventajoso para el país. Y, en este juego de intereses, fue la responsabilidad de las elites políticas el establecer el camino hacia la democracia. Pero los actores políticos, sin la experiencia política necesaria, en vez de asegurar un ámbito de cooperación que podría facilitar las reformas, se concentraron más bien en el debate identitario, favoreciendo aún más la polarización social entre los pro-rusos y los pro-rumanos. El resultado es visible: fenómenos como la pobreza y la corrupción se han generalizado, provocando la pérdida de confianza de los ciudadanos en el sistema político. Esta es una de las razones por las que Moldavia se convirtió en la primera república ex-soviética que eligió en 2001 a un miembro del Partido Comunista (PCRM), Vladímir Voronin, como presidente del país.

Una vez llegado al poder, Voronin definió claramente su orientación de política exterior: se trataba del acercamiento a Rusia, en su opinión el aliado estratégico más importante de Moldavia.

El conflicto congelado de Transnistria: una amenaza constante

Sin embargo, la falta de visión de las elites políticas no es el único obstáculo para la transición moldava, ya que se debe sumar además el conflicto transnistrio. Surgido tras la independencia, dicho conflicto convirtió Transnistria en un factor desestabilizador para toda la región. Esta provincia es hoy en día el escenario de comercio ilícito, tráfico de seres humanos, de drogas y armas. El conflicto, con importantes implicaciones económicas además de étnicas, encuentra una base de sostenimiento en estas actividades ilegales, cuyos beneficios no quieren dejar de percibir aquellos sectores sociales más beneficiados por el statu quo actual.

Moscú se ha implicado en diversos momentos en este conflicto. Ejemplos llamativos han sido el apoyo ruso a los separatistas en 1992, cuando se desarrolló el conflicto armado de Transnistria, y el denominado plan Kozak que abría el camino hacia una presencia militar a largo plazo de Rusia en Moldavia y la dominación del país por los líderes de Tiraspol. Además, el apoyo ruso en favor de los separatistas se ha mantenido aun después de la instauración del gobierno comunista de Voronin. Esta es una de las razones que impulsó, en 2003, el giro en la política exterior del gobierno de Voronin: de ser sus preferencias pro-rusas ha evolucionado hacia a una orientación pro-occidental basada en la cooperación con la UE. No obstante, la asistencia de la UE no ha tenido el éxito deseado en solucionar el conflicto transnistrio que, a pesar de su lógica de no peace, no war, sigue siendo una amenaza de la seguridad para Moldavia.

La implicación de la UE en el desarrollo democrático de Moldavia

Otra variable que influye positivamente en el proceso de democratización de Moldavia es la política de la UE hacia este pequeño país del este. La puesta en marcha de instrumentos de ayuda comunitaria –como el Acuerdo de Parteneriado y Cooperación, el Plan de Acción UE-Moldavia y el nuevo Parteneriado– se ha traducido en avances notables en ámbitos como la reforma institucional, el desarrollo económico y la seguridad fronteriza. Sin embargo, varias veces se ha argumentado que la implicación europea en Moldavia ha sido más bien pasiva. Esto se puede deber, entre otros factores, a la política exterior ciertamente confusa de Chisinau, que ha coqueteado indistintamente con la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y la UE. Otro factor que puede influir es la necesidad de la Unión de mantener buenas relaciones con Rusia. Por estas y otras razones, la política europea ha carecido de la fuerza necesaria para obtener los resultados deseados: un ejemplo en este sentido es la tímida implicación europea en la gestión de la crisis política ocurrida tras las elecciones moldavas de 2009.

Las elecciones legislativas de 5 de abril de 2009 y sus consecuencias políticas

Sin duda, las elecciones parlamentarias moldavas de 2009 han representando uno de los acontecimientos más interesantes ocurridos este año en la escena política internacional. El 5 de abril, el Partido Comunista ganó por tercera vez consecutiva las elecciones parlamentarias, aunque en las elecciones locales de 2007 había notado una pérdida de apoyo popular. La nueva victoria comunista se convirtió en la razón por la cual miles de jóvenes moldavos, particularmente estudiantes, salieron a las calles de Chisinau denunciando el fraude electoral y pidiendo la repetición de las elecciones. Los disturbios se agudizaron el 7 de abril, cuando las protestas desembocaron en actos de violencia entre los manifestantes y las autoridades moldavas. Por su parte, los estudiantes entraron y saquearon el Parlamento moldavo y la sede de la administración presidencial. Por otra parte, la policía moldava respondió duramente, deteniendo a más de 200 personas. Además, según los informes de varias organizaciones no-gubernamentales, muchas de estas personas detenidas sufrieron torturas y malos tratos policiales.

La UE y las Naciones Unidas condenaron la brutal respuesta de las autoridades a las protestas. Los disturbios han sido catalogados como el punto de partida de una nueva “revolución de colores”´ o incluso de una “revolución twitter” (la principal forma de comunicación de los manifestantes ha sido mediante el servicio twitter de blogging).

Además de las movilizaciones estudiantiles, los representantes de la oposición expresaron su apoyo a las manifestaciones populares, reafirmando la necesidad de un nuevo recuento de los votos y de verificar las listas electorales. Los argumentos de fraude electoral consistían en casos de votación múltiple, votación en ausencia de documentos de identificación, firmas falsas en las listas electorales, la coordinación del proceso electoral por personas sin autorización o bien la falta de transparencia en el recuento de los votos. De hecho, estas acusaciones habían sido destacadas también por los observadores electorales, principalmente la Oficina para las Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos de la OSCE, que, junto con el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo, habían monitorizado las elecciones. Frente a las acusaciones, el gobierno de Voronin respondió con declaraciones públicas en las que denunciaba un intento de golpe de Estado de los partidos de oposición moldavos o bien de los servicios secretos rumanos. Además, para asegurar la validez de su victoria, Voronin pidió al Tribunal Constitucional el recuento de los votos. A pesar de las polémicas, el Tribunal Constitucional declaró la legalidad de las elecciones de abril, así como la validez de los mandatos de los candidatos elegidos.

Elecciones anticipadas: ¿un giro político?

Tras la decisión del Tribunal Constitucional de validar la victoria electoral comunista, Voronin fue elegido presidente del Parlamento. Conforme a la Constitución moldava, la elección del jefe del Estado es prerrogativa del Parlamento, con el respaldo de al menos 61 votos de los 101 miembros del Legislativo. Como el Legislativo moldavo no logró nombrar presidente en dos sesiones repetidas, se decidió su disolución y la convocatoria de elecciones anticipadas el 29 de julio de 2009. Dichas elecciones han contado con mayor presencia electoral que las de abril, desarrollándose, por lo general, en un ámbito de normalidad, según los observadores nacionales e internacionales. En cuanto a los resultados, el Partido Comunista (PCRM) nuevamente obtuvo el mayor número de escaños (48), mientras que el resto de escaños se dividieron entre los partidos de la oposición: el Partido Liberal-Demócrata de Moldavia (18 escaños), el Partido Liberal (15), el Partido Demócrata Moldavo (13) y la Alianza Nuestra Moldavia (7). Éstos últimos decidieron establecer un frente común ante los comunistas, creando la coalición Alianza para la Integración Europea (AIE). De este modo, la AIE logró la mayoría de los escaños (53), lo que le aseguró la posibilidad de nombrar al presidente del Parlamento, aunque no al jefe del Estado (a la coalición le faltan ocho votos para elegir al presidente del país, que tendrían que obtenerse de la formación comunista).

A finales de agosto de 2009, la AIE eligió al presidente del Legislativo sin que los comunistas participaran en la votación. Se trata del liberal Mihai Ghimpu que, actualmente, es también presidente interino del país. Un mes después, la AIE eligió a Vlad Filat, el líder del PDLM, como primer ministro, mientras que para la posición del jefe del Estado la propuesta de la coalición es Marian Lupu, que abandonó en abril de 2009 el PCRM y se convirtió en el nuevo líder del PDM. De hecho, la posible elección de Lupu como presidente del país ha sido concebida como una maniobra estratégica, particularmente porque, a pesar de su orientación pro-occidental, Lupu quiere mantener a Rusia como socio estratégico para Moldavia.

De todos modos, después de dos intentos fracasados en noviembre y diciembre de 2009, los miembros del Legislativo no han alcanzado el compromiso necesario para elegir el nuevo presidente del país. El principal motivo: el rechazo del PCRM a participar en las elecciones. Por un lado, los comunistas consideran que boicotear y bloquear las elecciones puede resultar la única vía para demostrar la fragilidad de la coalición AIE e, implícitamente, quedarse en la vida política del país. Por otro lado, Marian Lupu es considerado un “traidor” a la fracción comunista, teniendo en cuenta su decisión de abandonar el PCRM tras las elecciones de abril de 2009 y su nueva orientación hacia el PDM. A esto se debe sumar el apoyo inesperado que ha mostrado la diplomacia rusa al líder del PDM. Un ejemplo llamativo: durante la cumbre CEI en Chisinau, el presidente ruso Dmitrii Medvedev eligió reunirse con el demócrata Marian Lupu, en vez de con el líder comunista Vladímir Voronin.

El resultado de este juego político de los comunistas es la transferencia de la crisis política que atraviesa Moldavia en 2010: como la legislación moldava establece que el Parlamento no puede ser disuelto dos veces en un mismo año, la próxima disolución del Legislativo será posible sólo en junio de 2010, mientras que las elecciones anticipadas se celebrarán, lo más probable, en otoño de este año. Como consecuencia, al menos en la primera mitad de 2010, Moldavia quedará con un presidente interino y con una grave inestabilidad política que acompaña a la crisis económica.

Sin embargo, a pesar de los disturbios políticos, la AIE parece representar un nuevo giro en la política moldava que podría favorecer no sólo el acercamiento a la UE sino también el mejoramiento de las relaciones moldavo-rumanas. De hecho, estos parecen ser los principales objetivos de la política exterior de la AIE. Por un lado, la coalición ha sostenido constantemente la necesidad de la ayuda comunitaria para la democratización de Moldavia, actuando en consecuencia y recibiendo una respuesta positiva por parte de la Unión. Por otro lado, en cuanto a las relaciones con Rumania, las autoridades de Bucarest han saludado la victoria electoral de la coalición, asegurando su apoyo para la orientación pro-europeísta de la política moldava.

Aún así, el futuro político de Moldavia se mantiene lleno de incertidumbres. En primer lugar, por la capacidad de mantener una relación fructífera entre la Coalición y la formación comunista. Actualmente, la lucha política desarrollada en Moldavia entre los comunistas y los reformistas de la AIE pone de manifiesto, una vez más, que la relación entre poder y oposición en esta pequeña república queda fuera de lo normal, siendo incapaces las fuerzas políticas de llegar a un consenso que podría poner fin a la inestabilidad que atenaza al país. En esta situación, la imposibilidad de alcanzar un compromiso se vincula, a corto plazo, al fracaso en la elección del jefe del Estado por parte del Legislativo, que trae consigo la amenaza de un empeoramiento de la crisis político-institucional. Por otra parte, a largo plazo, dicha falta de compromiso político podría afectar negativamente el proceso de reforma de Moldavia, dificultando aún más el desarrollo económico y la democratización del país. De hecho, el mismo efecto negativo podría tener el segundo gran obstáculo para el futuro político de Moldavia: la fragmentación de la AIE. Para mantenerse en el poder, la coalición debe mantener su unidad interna y su coherencia en la política exterior, objetivos que resultan cada vez más difíciles con las últimas actuaciones de las fuerzas comunistas. Y, finalmente, un tercer obstáculo se vincula con el cumplimiento de las promesas electorales de la coalición. Por un lado, la AIE deberá ser capaz de superar la crisis económica y asegurar la implementación con éxito de las reformas propuestas en la campaña. Por otro lado, la coalición deberá intentar encontrar una solución viable para el conflicto congelado de Transnistria, lo más probable siguiendo con su compromiso de orientación política pro-europeísta.

Conclusiones: Tras haber pasado ya 19 años desde su independencia, Moldavia todavía se define como un régimen parcialmente libre. Su transición democrática se ha visto limitada por una serie de factores, tanto internos como externos, que han obstaculizado su consolidación democrática. La ausencia de una elite política fuerte y preparada, capaz de imponer reformas coherentes, la generalización de la pobreza, la polarización identitaria de la sociedad, la ausencia de un Estado de Derecho consolidado y la situación de Transnistria se conjugan en contra de la definitiva democratización del país. Por otro lado, en el ámbito exterior, la posición ambigua de Chisinau –que ha oscilado constantemente entre el acercamiento a Rusia y la orientación pro-occidental– no ha ayudado a una percepción de Moldavia como un socio serio y fiable en la escena internacional.

En este contexto de fragilidad política, económica y social, las elecciones legislativas de 2009 han puesto de manifiesto un giro en la política moldava que podría asegurar, en condiciones óptimas, una reevaluación de la política exterior del país, con una orientación más pro-europea. Sin embargo, a nivel interno, la situación sigue siendo delicada. Por un lado, el futuro de la AIE depende, evidentemente, de la manera en la que sus miembros aseguren, en primer lugar, la unidad interna de la coalición y, en segundo lugar, un cuadro de diálogo con los comunistas. Por otro lado, el actual escenario político moldavo parece ser la prueba real de que la época Voronin se acabó. Pero esto no supone necesariamente la pérdida del poder político del PCRM. Con o sin Voronin, el PCRM quedará, por lo menos a corto plazo, como uno de los actores más importantes de la política moldava, aunque careciendo de la fuerza política que tenía anteriormente. En cuanto al futuro a largo plazo, para asegurar su posición en la vida política del país, el PCRM debería seguir el camino de la modernización. Pero al menos por el momento, la principal carta queda en las manos de la coalición AIE, que debería establecer una línea de diálogo con los comunistas para poder asegurar, en primer lugar, la elección del jefe del Estado y la normalización de la vida política del país y, en segundo lugar, cumplir con sus promesas electorales, tanto en el ámbito interno como en la escena política internacional.

Cristina Daniela Vintila, investigadora del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid.

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