Por Luiz Inácio Lula da Silva es presidente de Brasil (EL PAÍS, 12/05/06):
Voy a reunirme hoy en Viena con mis colegas de América Latina, el Caribe y la Unión Europea para impulsar un proyecto ambicioso. Cuando nos reunimos por primera vez en 1999 en Río de Janeiro, estábamos convencidos de que había llegado la hora de institucionalizar el diálogo entre dos regiones ligadas por una convivencia rica en historia, pero también en potencialidades y expectativas. Nacía un intercambio de acercamiento de visiones del mundo que se refuerzan y complementan: el fortalecimiento del multilateralismo, el respeto a la diversidad y la defensa de la democracia. Éstas son nuestras respuestas a los desafíos de un mundo interdependiente y globalizado.
La agenda de la Cumbre de Viena es tan vasta como nuestras aspiraciones: vamos a profundizar en el debate sobre cuestiones que afectan directamente al bienestar de nuestros ciudadanos. Este es el caso, por ejemplo, de las migraciones. La búsqueda permanente de mejores condiciones de trabajo debe ser un factor de acercamiento y entendimiento jamás de discordia entre nuestros pueblos. La aspiración inalienable de la integración social moviliza hoy a todos los segmentos de la sociedad civil de los países de América Latina y el Caribe. Los Gobiernos de la región se están enfrentando con determinación a la pobreza, el desempleo y la falta de acceso a los servicios básicos. Me llena de satisfacción comprobar que ese imperativo encuentra eco en diversas iniciativas europeas orientadas a la promoción de la cohesión social. Juntos podemos dar un ejemplo de solidaridad, que acorta la distancia entre personas y traspasa océanos.
Con la misma confianza, aunamos esfuerzos en pro de la construcción de un gobierno global verdaderamente amplio y democrático. Solamente así seremos capaces de implementar estrategias eficaces y coordinadas para cuestiones cruciales de la agenda internacional, tales como la lucha contra el crimen internacional, la protección del medio ambiente y la transferencia de conocimientos y tecnología.
Cincuenta y ocho países participan en este ejercicio birregional, más de un cuarto de todos los Estados del mundo. La presencia de un número tan representativo de líderes mundiales, así como del secretario general de la ONU, Kofi Annan, ofrece una oportunidad singular para traducir los principios y valores que compartimos en acciones concretas.
Pienso, por ejemplo, en el desafío de transformar la misión de paz en Haití en el nuevo paradigma de la solidaridad internacional. Concluida la primera fase de estabilización del país con las fructíferas elecciones del pasado febrero, la comunidad internacional está llamada ahora a contribuir a la efectiva reconstrucción nacional, sin la que no será posible una paz duradera. En Viena, convocaré a nuestros socios europeos para participar de forma comprometida en la conferencia de donantes que se celebrará en Brasilia a finales de este mes.
También invitaremos a nuestros amigos de Europa para que se impliquen en la tarea de identificar mecanismos innovadores para financiar la batalla contra los principales males que aquejan al mundo en desarrollo. Varios países que estarán representados en Viena ya están contribuyendo con la Acción Internacional contra el Hambre y la Pobreza, cuyo primer fruto ha sido la creación de una contribución solidaria impuesta sobre la venta de billetes de avión. Es preciso aumentar el número de participantes para garantizar el nivel de recursos necesarios para dar al programa un alcance verdaderamente global y para hacer viables nuevas alternativas.
Los líderes reunidos hoy dispondrán de una de sus últimas oportunidades para dar un impulso decisivo a las negociaciones comerciales multilaterales en curso. En la Ronda de Doha de la OMC, están en juego intereses económicos importantes con consecuencias directas para nuestros empresarios y consumidores. Sólo llegaremos a buen puerto si los jefes de Estado y de Gobierno adoptan decisiones valientes. No podemos correr el riesgo de que las negociaciones en Ginebra queden paralizadas, perdidas en los laberintos de las dificultades técnicas. La cuestión es eminentemente política. Si hablamos de manera franca, estoy convencido de que alcanzaremos un acuerdo beneficioso para todos.
La Unión Europea siempre ha servido de ejemplo e inspiración para nuestro proyecto de unidad regional. Tengo la intención de llevar a Viena un mensaje de optimismo sobre el proceso de integración en curso en América del Sur y con los demás socios de América Latina y del Caribe. La integración regional se ha convertido en el eje articulador del desarrollo y de la inserción internacional de nuestros países. A través del Mercosur, de la Comunidad Andina y del Mercado Común Centroamericano, estamos yendo más allá del simple aumento de nuestros intercambios comerciales y creando un auténtico espacio integrado mediante la unificación de las infraestructuras de transporte, comunicaciones y energía. Ya hemos empezado a construir las carreteras, los puentes, los gasoductos y las redes eléctricas que aumentarán la eficiencia de nuestra industria y nuestra agricultura, la agilidad de nuestro comercio y la competitividad de nuestros productos.
De esos esfuerzos nacen nuevas perspectivas para inversiones y negocios entre los dos bloques. El Foro Empresarial, que se celebrará paralelamente a la Cumbre de Viena, será la ocasión para explorar esas posibilidades. Los proyectos de cooperación energética, sobre todo respecto a los combustibles renovables, simbolizan el potencial estratégico de nuestra alianza.
Además de la relación global entre América Latina-Caribe y la Unión Europea, el encuentro de Viena permitirá abordar igualmente las relaciones específicas de Mercosur con el bloque europeo. Pasaremos revista a las diferentes dimensiones del diversificado proceso Mercosur-UE. Pretendemos especialmente reafirmar el significado estratégico del acuerdo de asociación que, en la actualidad, está siendo objeto de negociación entre ambas partes.
Viena fue siempre un punto de encuentro de civilizaciones, ideas y culturas. No concibo un lugar más apropiado para que nuestras dos regiones renueven su compromiso colectivo con un mundo más justo y solidario, fundado en el diálogo, la diversidad y la tolerancia.