Morales, ¿a las puertas del paraíso?

A cuatro años de su posesión, el presidente Morales está en el umbral de repetir presidencia. Si lo logra será el primer mandatario boliviano reelegido para un periodo consecutivo en 45 años. El último fue Víctor Paz, protagonista de la Revolución de 1952 que otorgó el voto universal, devolvió la tierra y universalizó la educación en favor de los indígenas. Paz, reelegido para un tercer periodo en 1964 (de los cuatro que ejerció, ya que volvió a ser presidente de 1985 a 1989), fue derrocado tres meses después. No se supone que sean historias paralelas, aunque ambos promovieron en diferentes momentos importantes conquistas para el mundo indígena, Paz las hizo más tangibles, Morales más simbólicas.

Aun los más férreos críticos del régimen asumen que es un triunfo cantado. Las razones no son muy difíciles de adivinar. Morales representa estabilidad, todos saben que en la oposición sería capaz de hacer tambalear a cualquier gobierno y volver a la política de los bloqueos callejeros sin escrúpulo alguno. Su fuerza es ya en Bolivia una mezcla de símbolo y mito, pero lo es también para una comunidad internacional embobada con la idea de que a un país de indígenas le corresponde un presidente indígena, olvidando que tiene casi la mitad de su población no indígena; aunque si seguimos la lógica históricamente "adecuada" del propio presidente: "Tras 500 años de opresión tocan 500 años de gobiernos de los oprimidos".

Pero hay algo que acompaña a Morales y a su Gobierno. Una situación económica muy buena. En los últimos seis años el PIB nacional se ha duplicado, las reservas del Banco Central equivalen al 52% del PIB, el más alto del hemisferio, en 2009 Bolivia será el país con mayor crecimiento de toda América Latina, el ingreso per cápita que hasta 2003 era inferior a 1.000 dólares está por encima de los 1.400, en 2007 y 2008 el país tuvo superávit fiscal después de más de 70 años y no hay nada que haga pensar que en el 2010 esta situación vaya a cambiar para peor.

¿Cuánto mérito es de Morales y cuánto de la situación internacional de precios de las materias que Bolivia exporta?

Difícil será explicar que Morales se benefició con un promedio de precios de petróleo de 90 dólares por barril en su mandato, frente a los menos de 25 en gobiernos anteriores, que el aumento de impuestos a las petroleras es el resultado de un referéndum realizado un año antes de su ascenso al poder y que la "nacionalización" del gas que incrementó algo más esos impuestos ya elevados, no nacionalizó nada. Vano es explicar que el Gobierno lleva adelante una muy mala política energética. Irónicamente con más ingresos, produce casi un 23% menos de gas que en 2005 y ha dejado deser un jugador estratégico en la provisión de energía en el Cono Sur. Inútil referir que la pobreza ha aumentado dos puntos desde su ascenso al mando y que los indígenas, fuera de dos bonos para escolares y madres, no se han beneficiado con políticas estructurales de inversión social en áreas rurales de extrema pobreza. Ha sido también poco rentable electoralmente denunciar la destrucción casi total del Estado de derecho y el "golpe de mano" que eliminó el Tribunal Constitucional hace ya más de tres años.

A cambio, Bolivia tiene una nueva Constitución ratificada en un referéndum que ha incorporado dos banderas oficiales, la rojo, amarillo y verde y la wiphala, bandera multicolor que representa sólo a los pueblos aymara y quechua, estableciendo que una parcialidad (la andina) imponga un símbolo a las demás. El país ha dejado de ser una República y se denomina Estado Plurinacional de Bolivia con cinco niveles autonómicos, 36 "naciones originario-indígena-campesinas", en una categoría inferior los bolivianos de comunidades interculturales y los afrobolivianos; tres categorías pintorescas conceptualmente pero que expresan la complejidad de la nueva propuesta.

La oposición que fracasó en 2008 en su intento de desestabi-lizar no democráticamente a Morales, se ha visto arrinconada por la identificación emocional de la mayoría con el presidente y su partido, pero, sobre todo, por la deficiencia de discurso.

El principal opositor, Manfred Reyes Villa viene de la vieja política; fue aliado de los presidentes Hugo Banzer (1997-2001) y Gonzalo Sánchez de Lozada (2003), pero también fue prefecto y alcalde elegido de Cochabamba. Reyes Villa, repitiendo el libreto de Jorge Quiroga, el anterior líder de la oposición al actual Gobierno, ha unido de modo precario a figuras conservadoras y viejas elites, especialmente apuntalado por Santa Cruz y Tarija, los dos departamentos más renuentes a Morales. La base de la propuesta de Reyes es: "No más Evo", poco y rancio como oferta. El objetivo del favorito de la oposición es polarizar la elección como lo hizo Quiroga en 2005. Si al principio la idea era forzar una segunda vuelta, hoy su modesta aspiración es bloquear el eventual control de los dos tercios de la nueva Asamblea Plurinacional por parte del Movimiento al Socialismo (MAS).

El tercero en discordia es Samuel Doria Medina, empresario de centro que viene también de las filas políticas del pasado. Fue ministro y candidato vicepresidencial del ex presidente Jaime Paz Zamora del MIR en 1997. Doria, cuya falta de carisma es un lastre difícil de superar, ha decidido hacer una campaña basada en la economía sobre la evidencia de que ése es su punto más alto; pero la economía no es tema en esta elección en la que lo que está en juego es el nuevo diseño de sociedad, la Constitución, el desarrollo de las autonomías y el nuevo papel de las "naciones indígenas". Doria, a pesar de todo, intenta cruzar a ambos candidatos y lograr lo que no pudo en 2005, instalar una bancada significativa que le dé más poder. Su ventaja es que frente a la coalición prendida con alfileres de Reyes Villa, tiene un partido del que es prácticamente dueño, lo que le da en el mediano plazo, mayores expectativas.

No lo dicen, pero la oposición respira un aire derrotista y el objetivo de evitar la apisonadora del MAS está en duda. Como consecuencia, Bolivia vive la campaña más aburrida y anodina de los últimos 30 años. La crónica está ya escrita, sólo queda ajustar los detalles. Todo sería muy simple si no fuera que el futuro será tanto o más complejo que los cuatro años anteriores, que los desafíos para aplicar la Constitución son gigantescos, que en abril habrá una elección para gobernadores que dibujará el nuevo mapa regional y que los puntos de tensión esencial no han sido superados, ni mucho menos. Aun sobre un resultado previsible, el país sigue teniendo la incertidumbre como una espada de Damocles sobre su ya magullada cabeza. En lo que toca al presidente Morales da la impresión de que el 6 de diciembre quiere abrir las puertas de su paraíso.

Carlos Mesa, ex presidente de Bolivia.