Moria, un infierno en el paraíso

Sin eufemismos: el actual acuerdo entre la Unión Europea y Turquía es una tragedia. Priorizar la contención y la disuasión por encima de la protección tiene consecuencias devastadoras para los seres humanos que se ven atrapados en las islas griegas. Así lo constatan, cada día, nuestros equipos médicos en Lesbos, Samos y Quíos, que tratan casos gravísimos. La salud física y mental se deteriora por las condiciones de vida pero, también, por las restricciones que impone el acuerdo. Hace dos años ya alertamos de la crisis de salud mental en las islas y el año pasado pusimos el acento en el número creciente de niños y niñas que sufrían problemas de salud mental graves. Este año la situación no ha hecho sino empeorar. En los últimos seis meses, el 17 por ciento de los nuevos pacientes de salud mental de Médicos Sin Fronteras en la clínica de Mitilene habían intentado suicidarse.

La mitad de los pacientes de nuestro programa han sido víctima de tortura; tres de cada diez han sufrido violencia sexual. En el caso de los niños, más del 25 por ciento de los atendidos se habían autolesionado, hasta el punto de que hay quienes han intentado suicidarse. Estamos hablando de niños que en algunos casos tienen menos de 10 años. Menos de 10 años…

La situación en los centros de identificación y registro de las islas (los famosos hotspots en jerga de la UE) y en los asentamientos informales es dantesca. Moria, en Lesbos, es ya tristemente famoso por constituir el mayor campo de refugiados en suelo europeo. Más de 15.000 personas (una tercera parte, niños) se agolpan dentro y fuera de unas instalaciones concebidas para 3.000.

En Olive Grove, la extensión informal surgida junto a Moria por la falta de espacio, hay un retrete para cada 210 personas, cuando los estándares internacionales marcan un máximo de 20 por letrina, y una ducha por cada 500. Moria es un infierno. Refugiados, migrantes y solicitantes de asilo están varados aquí por las incoherencias del sistema nacido del acuerdo UE-Turquía, que no está adaptado a la realidad migratoria y que tampoco tiene en cuenta las necesidades de protección de los más vulnerables.

Hoy, más de tres años después de su entrada en vigor, la atención médica que reciben los migrantes y refugiados en las islas depende y recae fundamentalmente en organizaciones de voluntarios con recursos muy escasos. Es en este contexto donde vemos casos de niños que tienen un diagnóstico complejo y que no pueden ser tratados en las islas. Necesitan recibir atención en la Grecia continental, pero los retrasos en los traslados por cuestiones médicas son muy frecuentes. Las personas están atrapadas en las islas durante periodos cada vez más largos. Los hay que llegaron hace más de año y medio. El tiempo y la incertidumbre tienen un impacto terrible en su salud mental. Y la situación se podría deteriorar. Atenas ha anunciado que cerrará los campos. Si esta medida estuviera orientada a que las personas fueran trasladadas a lugares y países seguros, constituiría una magnífica noticia. Sin embargo, el Gobierno heleno ha anunciado que los sustituirá por nuevos «centros cerrados» que, mucho nos tememos, podrían convertirse en cárceles.

Este plan viene a sumarse a la nueva legislación griega de asilo -aprobada con el eufemístico nombre de Ley sobre Protección Internacional-, que no garantiza el procedimiento de asilo, restringe aún más el acceso a la protección internacional y establece procedimientos con menos garantías. Los Gobiernos europeos no son conscientes, o no quieren serlo, de la vulnerabilidad de estas personas. Incluso se han dado casos de pacientes con patologías graves que han sido deportados a Turquía.

Es esencial una evacuación inmediata de todas las personas confinadas en los centros de identificación y registro. Los primeros deben ser los menores y los más vulnerables que necesitan un tratamiento médico urgente. Cuando hablamos de evacuación no nos referimos solo a su traslado a la península helena, también se precisa una reubicación en terceros países europeos. Lo hemos documentado tanto, hemos hecho tantos esfuerzos para denunciar lo que sucede en las islas griegas y provocar cambios, que el deterioro y el impacto en nuestros pacientes nos generan una enorme frustración e impotencia.

El sistema tiene que ser revisado completamente. Así se lo trasladé personalmente hace unos días a los europarlamentarios de la Comisión de Libertades civiles, Justicia y Asuntos de Interior del Parlamento Europeo en la sesión dedicada al acuerdo. Es una cuestión que va más allá de las cifras y del esquema mental imperante basado en la premisa de cerrar primero las fronteras «y luego ya lo resolveremos». Nos olvidamos de que entre ambos momentos se producen víctimas.

Inmaculada Vázquez es representante de Médicos Sin Fronteras ante la Unión Europea.

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