Mujer terrorista suicida, manipulación extrema

El imparable incremento de los atentados suicidas cometidos por mujeres, muy especialmente en Irak, lleva a plantearse cuáles pueden ser las motivaciones que las impulsan a semejante barbarie y en qué procesos de manipulación pueden verse involucradas para llegar a tales extremos. De partida, las razones hay que buscarlas en dos vertientes distintas. Por un lado, el marcado interés de los grupos terroristas en su empleo; por otro, las cuestiones puramente personales.

Para las organizaciones que emplean el terror como uno de los procedimientos para satisfacer los fines que persiguen, la mujer suicida tiene importantes beneficios tácticos. De entrada, consiguen unos efectos mediáticos, a nivel internacional, muy superiores a si el hecho estuviera ejecutado por un hombre. Con esto logran uno de sus principales objetivos estratégicos, cual es que los ojos del mundo se vuelvan hacia su causa. Asimismo, el grupo logra que las mujeres accedan a lugares normalmente limitados o vedados a los hombres, tanto por sufrir –en general– controles de seguridad menos exhaustivos que los hombres, como por su mayor facilidad para camuflarse en el medio, bien sea en un mercado, en un hospital o simplemente en la calle.

No debería olvidarse que las tareas que son habituales a las mujeres en las sociedades menos evolucionadas –como sirvientas, personal de limpieza, camareras, etc.– hace que tengan acceso a ciertos lugares totalmente prohibidos para sus compañeros masculinos. Además, en muchos casos sus ropajes tradicionales, amplios y que cubren todo el cuerpo, facilitan ocultar gran cantidad de explosivos, al tiempo que les posibilitan fingir estar embarazadas, para aún hacer los controles más superficiales. Otra gran ventaja que ofrece la mujer es que puede reemplazar a los hombres cuando su presencia escasea, bien sea por la eficacia de las fuerzas de seguridad, por estar más perseguidos y controlados o simplemente por haber muerto en enfrentamientos con el adversario.

En cuanto a las motivaciones personales, muchas veces desencadenantes de la caída en las redes de las organizaciones terroristas, éstas acostumbran a estar relacionadas con la sed de venganza, fruto de la muerte o arresto de un miembro masculino de la familia más cercana (padre, esposo, hermano o hijo) ante las fuerzas adversarias. De lo que no cabe duda es que esta participación activa de las mujeres en atentados suicidas ha sido un salto evolutivo muy importante en el tradicional papel de la mujer en la mayoría de las organizaciones terroristas.[1] Si bien su papel siempre fue clave para la supervivencia de todos los grupos extremistas, ahora ha pasado de ser una eficaz colaboradora en labores de apoyo y logísticas, y la verdadera responsable de transmitir los valores a los hijos, a convertirse en la protagonista directa de la lucha.

Lamentablemente, la previsión es que este tipo de acciones sigan siendo portada de periódicos y noticiarios con mayor frecuencia de la deseable. A las netas ventajas que el grupo terrorista obtiene con su empleo, hay que añadir que lo que sobran en las zonas más conflictivas del mundo son mujeres que han perdido a seres queridos en confrontaciones fratricidas y contra fuerzas internacionales, por lo que estímulos no parece que vayan a faltar. Como dato se puede apuntar que, en la actualidad, se estima que dentro de los grupos terroristas que emplean a mujeres, un 15% de ellas son o están en capacidad de ser suicidas (O’Rourke, 2008).

Por todo ello, y con la finalidad de poner coto a semejante dislate, se hace imprescindible conocer en detalle todo lo que acontece a estas desgraciadas mujeres. Desde sus motivaciones de todo orden hasta el proceso de manipulación sufrido para transformarse en suicidas, pasando por las medidas preventivas y defensivas ante esta avalancha de salvajismo, en el que la mujer también es una víctima más del ambiente de violencia en que se ve envuelta.

Pedro Baños Bajo, Teniente coronel, profesor de Estrategia y Relaciones Internacionales, Escuela Superior de las Fuerzas Armadas, CESEDEN.

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