Mujeres, dejad de pesar el tiempo

La mera idea del balance entre la vida personal y la profesional me estresa. La aplicación de este concepto me lleva al territorio de la culpabilidad cuando no estoy con mi familia, y viceversa, cuando el trabajo me abruma. La trampa de esta forma de repartir la vida está en el reloj. Porque no sólo es una cuestión de tiempo, ni siquiera el tiempo es lo más importante, sino estar ahí, en la empresa y en la familia, en los momentos importantes. Los que se dejan atrapar por este debate y viven en el filo de la mala conciencia acuden a menudo a la excusa del «tiempo de calidad». Kathleen Bellehumeur, experta en gestión del conocimiento y directiva de la firma canadiense CPP Investment Board, derrumba el argumento: «No podemos clasificar el tiempo en “tiempo de calidad” y “tiempo de no calidad”. Porque ciertamente no podemos decidir por adelantado cuándo ocurrirán esos momentos de calidad. La noción misma de tiempo de calidad supone que nuestra visión de lo que hace que el tiempo sea de “calidad” o “memorable” es la misma que la de nuestros hijos».

¿Y si no es una cuestión de tiempo, ni de su cualificación, cómo podemos arreglarnos para conciliar los que tenemos responsabilidades directivas? Mi primera respuesta me conduce a otra pregunta: ¿Todo el mundo entiende lo mismo por «conciliar»? Y entonces aflora un segundo interrogante: ¿No estaremos cayendo de nuevo en la trampa del balance, más bien una balanza en la que pesamos cuánto tiempo pasamos en la oficina o enganchados a ella y con los nuestros, familia y amigos?

Seas hombre o mujer, ocupar una posición directiva implica sacrificios y renuncias. La empresa es un universo muy competitivo que exige un gran compromiso de aquellos que no se conforman con ser parte de la masa salarial. La retribución económica es un estímulo capital para la inmensa mayoría de las personas, pero esas mismas personas también consideran muy importante el salario emocional, cuya cuantía depende básicamente de tres vectores: la incidencia de las condiciones laborales (ambiente, conciliación, cultura y beneficios) en la dimensión social de la persona, la contribución del desempeño de la posición al desarrollo profesional del trabajador y el grado de comunión entre el propósito de la empresa y el personal.

Si ese salario emocional es medido solo en términos de conciliación, la trampa está servida. Conozco a pocas personas que sean capaces de dejar a un lado sus problemas familiares cuando entran por la puerta de la oficina y viceversa. Las preocupaciones tenderán a manifestarse a través del estado de ánimo y acabarán afectando a las relaciones laborales o familiares.

Todos los trabajadores, pero especialmente los directivos por nuestra mayor responsabilidad en la gestión empresarial, tenemos que encontrar un equilibrio que no se mide con el cronómetro ni con la balanza. Prefiero pensar en términos de armonía. Decía Séneca que «la armonía total de este mundo está formada por una natural aglomeración de discordancias». El directivo tiene que gestionar tales discordancias para tender a ese estado de flujo que no distingue entre las horas de trabajo y las de asueto, sino que la transición entre unas y otras se produce de forma natural, sin traumas ni sobresaltos.

Cada persona interpretará el concepto de forma distinta y en función del momento profesional y vital en el que se encuentre. Por eso es fundamental que las organizaciones creen entornos de trabajo abiertos, flexibles y diversos que faciliten el diálogo y escuchen las necesidades del talento. Tienen que estar preparadas cuando las personas soliciten ayuda para encontrar su equilibrio. Una ayuda que no hay que tener miedo a pedir en la empresa, y también a la familia y personas cercanas.

Esto es aún más relevante para las mujeres que desempeñamos posiciones directivas. En términos generales –podría decir culturales– las mujeres estamos sometidas a una presión adicional tanto en el trabajo como en nuestro hogar. Respecto a la presión laboral, el estudio CEO Gender and Corporate Board Structures, dirigido por la profesora de la Universidad Central de Florida Melissa Frye, señala que las mujeres que ejercen como consejeras delegadas están sometidas a un mayor escrutinio que los hombres por parte de sus consejos de administración.

Y respecto a la segunda presión, es evidente que la cultura dominante atribuye a las féminas una mayor responsabilidad en la gestión del hogar familiar. Hay muchísimas más mujeres que hombres que renuncian temporal o definitivamente a su carrera profesional para «cuidar» a los hijos. En música la armonía es la combinación de diferentes sonidos o notas que se emiten al mismo tiempo. La melodía es la sucesión de esas notas. Las mujeres necesitamos que las organizaciones, por un lado, y la sociedad, por otro, eliminen los ruidos que dificultan nuestro acceso a la armonía. No necesitamos que nos empujen, basta con que no nos frenen. Las mujeres llegaremos a ese punto de equilibrio cuando las notas que configuren la melodía social no se construyan con tiempo, sino con valores y conductas impulsadas por la igualdad y la diversidad.

Susana Voces, directora general de EBay España e Italia.

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