Murallas inútiles

Por Iñigo Moré, analista especializado en economía internacional (EL PAÍS, 22/08/07):

Los muros, murallas y vallas proliferan en las fronteras que separan países con una relevante desigualdad de riqueza. Este escalón económico produce problemas de emigración, contrabando o narcotráfico, que el muro pretende atajar. Pero las vallas no frenan los tráficos irregulares, mientras agravan el problema de fondo, la desigualdad.

Por ejemplo, Botsuana ha iniciado la construcción de una verja electrificada en su frontera con Zimbabue, la 10ª frontera más desigual del mundo (FMD). El motivo oficial es evitar la propagación de enfermedades para el ganado, pero todo sugiere que la verja intenta también contener la emigración de Zimbabue, colapsado por el desastroso régimen de Robert Mugabe. La construcción de esta valla se inició en 2003 y se extenderá a lo largo de 450 kilómetros, aproximadamente la mitad de los 813 kilómetros de frontera que comparten ambos países. Zimbabue se ha encontrado con que otro vecino, Suráfrica, ha militarizado su frontera (la 8ª FMD) para evitar la emigración irregular.

Mientras, España ha hecho lo mismo, instalando vallas de seis metros de alto en torno al perímetro de Ceuta y Melilla para evitar la emigración irregular (7ª FMD). La innovación española consiste en un laberinto de cables de acero que se colocará frente a la valla dificultando aún más el acceso.

Una de las murallas fronterizas más singulares se está instalando entre Arabia Saudí y Yemen (2ª FMD). Se trata de una tubería de tres metros de diámetro rellenada de cemento. Yemen afirma que esta valla contraviene los acuerdos de delimitación firmados en 2000 con su vecino, con el que comparte nada menos que 1.458 kilómetros de frontera. Como la tubería sólo ocupa 25 kilómetros, los tráficos simplemente pasarán por otro lado.

La máxima expresión de estos muros está entre Estados Unidos y México (17º FMD), donde surgieron en los años setenta, pero recibieron su gran impulso a mediados de los años noventa, bajo mandato del presidente Clinton. Entonces se comenzaron a vallar 100 kilómetros de la frontera utilizando la última tecnología de sensores de calor y hasta rayos láser. Pero esta extensión es una fracción mínima de los 3.141 kilómetros de frontera que comparten México y Estados Unidos. Los emigrantes irregulares ahora utilizan las zonas desguarnecidas, lo que ha incrementado las víctimas entre los que intentan cruzar a EE UU. Ahora están abocados a hacerlo por lugares inhóspitos, a menudo en medio del desierto, donde son víctimas de la sed, el calor y la desorientación. Algunas ONG calculan que cada año mueren al intentar atravesar un millar de emigrantes. Pero esta cifra no ha impedido que los inmigrantes irregulares sigan llegando a Estados Unidos en una cifra anual que rebasa el millón.

Washington se ha tomado este fracaso como un incentivo para ampliar la valla con un nuevo tramo que llevará el total a cerca de los 1.000 kilómetros, lo que supone menos de un tercio de la frontera. El paso se hará por lugares más inhóspitos, con más muertos al cruzar. Y aunque la valla llegara a 3.000 kilómetros, tampoco sería eficaz.

Las fuerzas que genera la desigualdad económica no se detienen ante un muro. Ni siquiera cuando lo vigilan las eficaces fuerzas de seguridad israelíes, que también han erigido su inútil muro. Cuando la Autoridad Palestina obtuvo el control de la franja de Gaza, el ejército israelí exigió mantener el control de una estrecha línea limítrofe con Egipto (6ª FMD), llamada ruta Philadelphi. Los contrabandistas respondieron excavando túneles que conectan con Egipto, bajo la ruta Philadelphi. Por ellos circulan productos de primera necesidad, tabaco, personas (entre ella, ocasionalmente, prostitutas) y, lo más preocupante para Israel, armamento.

Sólo en 2002 el ejército israelí descubrió 22 túneles, lo que lejos de frenar las perforaciones, sólo las hizo más complejas. Un año después, en 2003 descubrió 45 entradas de túneles. Al ver que su esfuerzo sólo servía para estimular a los perforadores, Israel cambió de estrategia. Comenzó a construir en la llamada zona rosa barreras subterráneas, verdaderos muros bajo tierra, frente a los que los túneles se han sofisticado. Ahora son más largos, lo que implica luz eléctrica, equipos de ventilación y sistemas de transporte por medio de carros eléctricos.

Estos túneles ya han aparecido en otras fronteras amuralladas. Por ejemplo, entre Estados Unidos y México. A principios de 2006 la policía intervino uno que partía de la cabecera del aeropuerto de Tijuana. Tenía casi un kilómetro de longitud y estaba equipado con drenaje subterráneo de agua mientras en su tramo más profundo corría a 15 metros bajo tierra. Dentro encontraron dos toneladas de marihuana, lista para ser entregada al otro lado.

En el fondo, el túnel nos dice que el escalón económico que separa a los vecinos desiguales no se atenúa con un muro. Pero proliferan porque ofrecen al que los edifica la posibilidad de hacer algo que da la medida de su interés por el problema. Los muros son una declaración, cuyo valor simbólico atrae fatalmente a los políticos que los presentan como la solución. Pero sólo limitan alguno de los síntomas de la desigualdad, y eso por poco tiempo.

Lo único que puede frenar a los emigrantes es una mejora sustancial de sus condiciones de vida en su país de origen. Y eso no se resuelve con una valla que, muy al contrario, aísla al país pobre encerrándolo en su precariedad.