Murdoch está acabado, esta vez sí

En el escándalo levantado por Rupert Murdoch, las escuchas telefónicas, conseguidas a través de sobornos, no son lo más grave. Esas escuchas fueron ignoradas por una parte de la policía británica. En Estados Unidos el FBI investiga si familiares de víctimas del 11-S fueron espiadas por la cadena Fox. En Londres, el editor-chantajeador ha tenido que cerrar su periódico estrella, News of the World. El primer ministro, David Cameron, había despedido a Andy Coulson, venido del grupo Murdoch, primero como director de información del Partido Conservador, luego del primer ministro. Hoy Coulson está en prisión preventiva. Rebekah Brooks también ha sido detenida.

El grupo ha operado en un clima de máxima tolerancia desde 1970. En Reino Unido, tanto laboristas como conservadores vivieron sometidos a sus amenazas. La Reina fue atacada en Australia, Canadá y Gran Bretaña.

Murdoch es un hombre incapaz de lealtad a nada ni a nadie. Rara vez cumple su palabra; explota el dolor ajeno; persigue a cada líder que encuentra, excepto a Ronald Reagan y a Tony Blair.

Nacido en Melbourne, Australia, Murdoch ha cumplido 80 años y sigue en la acción. Con treinta y pocos, compró una pequeña cadena de televisión en su país, cabeza de puente de la que surgió su imperio. Prefirió mantenerse en territorios de habla inglesa. Compró luego The Sun, ese repugnante periódico que llegó a vender tres millones de ejemplares en 2006. Más adelante compró The Timespara hundirlo poco después. En 1985, Murdoch se nacionalizó americano. Compró la 20th Century Fox.

Gordon Brown, anterior primer ministro, ha acusado al grupo Murdoch de mantener relaciones con criminales conocidos. Gracias a la corrupción había obtenido copia de las cuentas bancarias del primer ministro y de sus archivos. Es curioso, desde los hombres de gris, protectores de la Reina, hasta los empresarios y sindicatos, todos han girado sus plataformas artilladas contra Murdoch. Brown acusaba al Sunday Times de utilizar a gentes de la mafia. «Estoy absolutamente sorprendido al ver que esto se ha conseguido gracias a acuerdos con criminales conocidos que realizaban estas actividades para quienes investigaban en el Sunday Times». Gracias a su protección como ministro de Finanzas y primer ministro, pudo defenderse, sólo en parte. Brown contó como él y su mujer, Sarah, lloraron al saber que la ficha médica de su hijo enfermo iba a aparecer en un periódico de gran circulación. La BBC aclaró que la información sobre el niño, afectado de una malformación de nacimiento, había sido facilitada por The Sunday Times a The Sun. Gordon Brown relató como Rebekah Brooks, editora de The Sun, le llamó para decir que conocían las condiciones del niño, aquejado de fibrosis quística. The Sunsostenía que los detalles habían sido obtenidos por medios lícitos. «No creo que los datos sobre un hijo como el nuestro puedan exponerse en la arena pública, sin autorización de sus médicos y de su familia». Naturalmente los datos habían sido obtenidos por medio de pinchazos telefónicos.

Para no hablar de los hackers de News Corpque mienten a los padres de la niña Milly Dowler, secuestrada y asesinada, haciéndoles mantener la esperanza. O el asalto al teléfono de Graham Foulkes, cuyo hijo acababa de morir en el atentado de Al Qaida en el metro de Londres, hace seis años. La norma de Murdoch era: Aquí tiene usted toda la información, incluida la más difícil de obtener. Ese programa llevaba al sistemático encanallamiento.

Conquistar y anillar voluntades para someter al poder político era uno de los objetivos de Murdoch, su primer objetivo.En 2006 el diario The Independent informó de que Murdoch se disponía a ofrecer un puesto muy bien pagado a Tony Blair tan pronto estuviera disponible. ¿Cuál habría sido su relación durante los años de poder? En 2008, el líder conservador David Cameron aceptó viajes gratuitos en el avión de Murdoch para mantener contactos con él, fuera en tierra firme o en el Rosehearty, su yate. Cameron declaró en los Comunes que fue Mathew Freud quien le propuso esos viajes: Freud, yerno de Murdoch, era un maestro de las relaciones públicas.

The Guardian ha dado su gran talla: por boca de su director, Ian Katz, habló en 2010 con el director de estrategia de Cameron: le dijo que tanto Coulson como News of the Worldtenían relaciones estrechas con un delincuente que comerciaba con cocaína y con mujeres, Jonathan Rees, una de las peores fichas de Scotland Yard. Todo se complica más a partir de ahí.

El resultado final nos presenta a Murdoch como el universal tipo que conquista el poder por medio de la extorsión. Modelo viejo como el mundo cuyas armas modernas son los medios de comunicación. Así hasta llegar a la fortuna 117 del mundo. Aspirará, es seguro, a ser la primera. Él, que sabe poner el poder político a sus órdenes, ¿qué extorsiones no hará en otros terrenos?

Murdoch asegura que News Corpse recuperará: es un deseo. Pero es también una mala confesión. «Investigaremos cada acusación por conductas impropias». Murdoch solo reconoce la existencia de algunos errores. Pero pedir perdón no será suficiente. Un hombre acierta a levantar un imperio mediático. Ese hombre, sus representantes y sus descendientes se mueven en el filo de la navaja. Un día caen, todos, corporativamente, del mal lado del filo. El imperio está ahí. Pero el hombre tiene 80 años. Sus reflejos ya no son buenos. Sus hijos son peores que sus reflejos. Y sus colaboradores, peores que sus hijos.

Todavía el miércoles 6 de julio, Cameron se refirió a Coulson como «mi amigo», tras asegurar que, de haber delinquido, nunca le hubiera engañado. Pero después, el lunes 11, Cameron hubo de rectificar: «Si lo que dijo no fuera verdad, yo podría encajarlo increíblemente mal».

Lo probable, contra la opinión de Murdoch, es que su grupo de información y chantaje no se recupere. Las instituciones —británicas, americanas, europeas, también japonesas, indias— suelen resistir. Las rusas, por poner un ejemplo, van en sentido contrario. Y como soporte de un imperio, la vida de un hombre, dicho sea con todo respeto, no es gran cosa.

The Daily Telegraph, el gran periódico conservador de Londres, y su columnista Peter Oborne, han sido especialmente duros: «El primer ministro, que considerábamos tan seguro de sí, ha quedado planchado por la crisis, incapaz de hacer frente». Ed Miliband, jefe de la oposición, parece haberlo enganchado. Cameron se defiende como puede: pero su partido no está dispuesto a alinearse con Murdoch. Ahora conviene ver si funcionan las denostadas instituciones. Lo de menos son las obsesiones de Murdoch contra la Reina, contra Europa, contra el euro. Tiene derecho a odiarlos. Pero lo que se dilucida es si han delinquido los dirigentes del primer grupo mediático del país. No se trata de despedir a Rebekah Brooks. Se trata de poner a los medios, a todos los medios, ante el espejo. Son los jueces quienes deben decidir.

Darío Valcárcel, director de la revista Política Exterior.

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