Musk probablemente comprará Twitter este viernes

Hace tres semanas, Elon Musk anunció que compraría Twitter, por e l precio acordado de 54,20 dólares por acción, a condición de que se cancelara el juicio por incumplimiento de contrato, donde Musk estaba llamado a declarar el 18 de este mes. Contra todo pronóstico y pese al escepticismo del demandante (Twitter calificó la propuesta de “invitación a nuevos retrasos y mezquindades”), la jueza concedió la prórroga. Si no se cierra la compra antes de las 23 horas de este viernes, el juicio tendrá lugar a principios de noviembre, frente una jueza muy harta de Elon Musk.

Los motivos de Elon Musk son inescrutables hasta para sus colaboradores más cercanos. Sus mensajes de texto, filtrados durante el proceso de presentación de pruebas de documentos judiciales, muestran a un hombre mercurial rodeado de aduladores que compiten por mantener su interés mientras toleran sus desprecios. El día que anunció la oferta, declaró en una entrevista que Twitter es la plaza pública y que la quiere privatizar para liberar sus algoritmos porque sufre de un “aprecio patológico por la verdad” y necesita garantizar la libertad de expresión. Después lanzó una campaña de desprestigio contra la plataforma llena de datos inventados, acusaciones mezquinas y testigos sobornados. Las paradojas se amontonan sin resolución: ¿Por qué forzó la compra de una plataforma que no quiere ser comprada, para después denigrarla públicamente, haciendo bajar su valor? ¿Por qué firmó un contrato blindado para tratar de romperlo un minuto más tarde? ¿Por qué propuso pagar 46.000 millones de dólares —dos veces el PIB de Islandia— para calificarlo después de disparatado y exigir un descuento? Y esta semana, sobre todo: ¿está realmente dispuesto a comprar Twitter o es una nueva estrategia para boicotear la adquisición sin pagar la multa?

Por un lado, Twitter es todavía peor inversión ahora que hace seis meses. Sigue sufriendo las mismas patologías que plataformas como Meta o Youtube (spam, cuentas falsas, desinformación y otros ingredientes que deterioran el debate público) sin tener un modelo de negocio que compense su crisis reputacional. Pero ahora, con el mercado tecnológico en una recesión histórica, la plataforma vale mucho menos que antes y las acciones de Tesla que Musk pensaba vender para juntar su parte (33.000 millones) valen menos ahora que hace medio año. Los bancos y fondos que iban a poner los 13.000 millones restantes podrían también ser más escépticos con la complicada inversión.

Se barajan dos hipotéticas vías de escape: los bancos podrían retirar su respaldo y las autoridades pueden bloquear la adquisición. Si Bank of America, Barclays o MUFG se salen del proyecto de financiación, quizá Musk podría cancelar su compromiso pagando “solo” 1.000 millones de dólares de indemnización. Esta opción parece muy improbable, y no ha sido corroborada por ningún banco o inversor. La segunda tiene que ver con una exclusiva que Bloomberg publicó el viernes pasado, según la cual “algunos oficiales de la Administración de Joe Biden están considerando someter algunos de los negocios de Musk a un proceso de análisis de seguridad nacional, incluyendo el acuerdo con Twitter Inc. y la red de satélites SpaceX”. Según fuentes anónimas de la cabecera, el Gobierno recela de los inversores no estadounidenses que Musk ha buscado en China y de su reciente simpatía hacia Vladímir Putin. Cuando le preguntaron, la portavoz de la Casa Blanca, Adrienne Watson, dijo que “no tenemos conocimiento de ese debate”. Parece más probable que la compra tenga lugar.

El propio Musk ha cambiado el discurso de salvar la plaza pública por otro un poco más creíble. “Comprar Twitter es un acelerador para crear X, la aplicación para todo”, dijo tras retomar la intención de compra. Tiene sentido que quiera replicar el modelo de WeChat, la plataforma del gigante chino Tencent Holdings que centraliza la vida de los ciudadanos chinos, desde la mensajería y las redes sociales a los pagos, las tarjetas sanitarias, la interacción con los servicios públicos y los servicios de música y cine por streaming. Sería fuertemente compatible con su proyecto Starlink de conexión por satélites y tiene sentido que los bancos quieran financiarlo, considerando su potencial. WeChat es también la clave del sistema de crédito social chino, una calificación crediticia nacional por la que los ciudadanos ganan y pierden acceso a servicios, oportunidades y la posibilidad de trabajar o viajar dependiendo de sus actividades, comunicaciones y compañías.

Resumiendo, parece muy probable que Elon Musk compre Twitter este viernes. Si lo hace, el multimillonario tendrá el control absoluto sobre uno de los espacios más importantes de la comunicación política contemporánea, justo a tiempo para las próximas elecciones legislativas de EE UU, donde se decidirá qué partido controla el Congreso. Tomará las decisiones a puerta cerrada, con socios como Andreessen Horowitz y Larry Ellison, el consejero delegado de Oracle al que Donald Trump quería regalar TikTok. Con el príncipe Alwaleed bin Talal Al Saud de Arabia Saudí, Qatar y el mercado de criptomonedas Binance. Al mismo tiempo, su mejor amigo, el músico Kanye West, ha comprado Parler, la red social que se convirtió en el refugio de la ultraderecha estadounidense cuando las grandes plataformas echaron a Trump. “En un mundo en el que las opiniones conservadoras se consideran polémicas, necesitamos asegurarnos de que tenemos derecho a expresarnos libremente”, dice la empresa que dijo al firmar.

Musk ya ha anunciado que despedirá al 75% de la plantilla, incluyendo al consejero delegado. No quedará nadie para moderar los mensajes sobre la ilegitimidad de las elecciones y el club satánico de Joe Biden en Rumania. Hace poco tuiteó la escena de El Padrino en la que Michael Corleone dice “justo cuando pensaba que ya estaba fuera de todo esto, me trincan y me vuelven a meter”.

Marta Peirano es periodista y autora de El enemigo conoce el sistema: Manipulación de ideas, personas e influencias después de la economía de la atención (Debate).

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