Nadie va a hacer nada, ¿verdad? Apuesto a que sabes muy bien que, tras el asesinato de 19 niños en una escuela primaria en Texas, Estados Unidos, nadie va a hacer lo más mínimo.
Bueno, seguro por un tiempo la gente se parará a hablar ante los micrófonos. Algunos hasta serán sinceros. Habrá una vigilia, quizás muchas vigilias. Tal vez se liberen algunos globos al aire. Pero nadie hará nada sustancial sobre la realidad de que, en Estados Unidos, se puede tomar un arma y acribillar personas sin ningún motivo.
La realidad es que nadie ha hecho nada desde Columbine en 1999, o Virginia Tech en 2007, o Sandy Hook en 2012, o Parkland en 2018, y prácticamente no existe ninguna posibilidad de que alguien vaya a hacer algo ahora. No importa que estemos hablando, otra vez, de niños. Nada sucedió luego de que niñas y niños inocentes fueran masacrados la última vez, o la anterior, y nada se hará al respecto hoy. Nada pasa aunque ocurra en las escuelas primarias, o supermercados, o campus universitarios, o iglesias. Como siempre, cederemos ante aquellos cuyos temores superan el derecho de los demás a seguir viviendo.
Las armas son una reliquia sagrada en Estados Unidos. Un talismán sagrado. Son más importantes que la vida misma.
Estamos viviendo en una versión retorcida de La lotería, el clásico relato corto de Shirley Jackson. En esa historia, los residentes de un pequeño pueblo ficticio pasan su día preparándose para una gran ceremonia, que poco a poco se revela es un ritual en el que se sacrificará a un humano. Muerte por lapidación. Cada año, alguien es elegido al azar para morir por el bien del pueblo. Para que el resto de la comunidad se sienta segura. Quizás para apaciguar a su dios, o para disfrutar de buenas cosechas.
Ahí es donde vivimos en la actualidad. Vivimos en una cultura donde los seres humanos son elegidos al azar para morir, para que aquellos que se sienten invisibles, o que le temen a lo desconocido, o que simplemente aman las armas, no tengan que sentir temor.
Pero nuestros sacrificios no son anuales. Son diarios. Uno tras otro. A diferencia de los personajes en la historia de Jackson, las personas que mueren en nuestro relato perdieron su humanidad hace mucho tiempo y solo son inmortalizados como estadísticas. Números a sumar.
Quienes sobrevivimos podemos negar con la cabeza y preguntar “¿por qué?” mientras que al mismo tiempo, en secreto, nos sentimos afortunados de que no fuimos nosotros o alguien a quien amamos quienes tuvimos que pagar el precio. Y esa también es una de las razones por las que no se hará nada. Porque no nos afectó. Podemos sacar eso de nuestras mentes y decir: “¡Qué horrible tragedia!”. Pero no tenemos que hacer mucho más.
No haremos nada porque esos que están entre nosotros y que piensan que sus temores y sus derechos son la misma cosa, tienen todo el poder. Porque aquellos que creen que un monstruo acecha en cada esquina tienen agentes recorriendo los pasillos de nuestro gobierno para garantizar que estos tiroteos no cambien nada. Rara vez señalamos que la mayoría de estos tiradores son hombres enojados y antisociales. Y, a menos de que encontremos una cura para los hombres y chicos enojados y antisociales, estas masacres seguirán ocurriendo.
No haremos nada al respecto de este problema porque no somos la tierra de los libres ni el hogar de los valientes que creemos que somos. Es al revés: Estados Unidos es la tierra de los temerosos y los atrapados. No sentimos que nuestros hijos estén seguros. No creemos que podamos cambiar este horrible panorama. Pero eso sí: veremos a los políticos dar sus discursos. Veremos todos los memes en las redes sociales y leeremos todos los artículos de opinión de personas como yo. Pero, al final, pasaremos la página hasta que aparezcan nuevos sacrificios humanos que nos hagan olvidar los anteriores.
Porque lo importante es que los temerosos se sientan seguros. Y que todos sigamos siendo elegibles para ser sacrificados.
Brian Broome is a contributing columnist for The Washington Post. His debut memoir, "Punch Me Up to the Gods", is an NYT Editor’s Pick and the winner of the 2021 Kirkus Prize for Nonfiction. In addition to The Post, his work has appeared in Poets and Writers, Medium and more.