Nada es lo que parece

En la actual vida política española, como en la vasca, nada es lo que parece ser. Ni ETA ni Batasuna son, al parecer, lo que parecen, ni el nacionalismo, ni el Estado de Derecho, ni la democracia son lo que parecen. El problema no es acabar con ETA, sino conseguir cargar al adversario político -o al enemigo político- la responsabilidad de la desunión. No importa la desaparición de ETA como meta, sino la unidad de los demócratas.

En el ámbito eclesial era conocida la frase de 'Roma locuta, causa finita': una vez que ha hablado Roma, ya no hay causa. Todo está claro. Todos saben a qué atenerse. La traducción secular de la frase debiera ser 'Justitia locuta, causa finita': una vez que ha hablado la justicia, todos saben a qué atenerse. Ésa debiera ser la traducción secular del dicho eclesial. Pero no lo es: porque nada es lo que parece en la vida política española, ya pueden decir las leyes lo que quieran, que si algún partido no está de acuerdo se sentirá legitimado para saltársela. Incluso aquéllos que al asumir el cargo que ocupan prometieron cumplir y hacer cumplir las leyes. Pero no: si la Ley de Partidos políticos no gusta, se actúa como si no existiera, como si los representantes del partido declarado ilegal fueran más legales que los propiamente legales.

Porque nada es lo que parece en la política española, ya pueden decir las sentencias de los tribunales lo que quieran, que ya se encontrarán los medios para no cumplirlas. Además de usar todo tipo de métodos, especialmente la coacción mediática, las manifestaciones institucionales y las manifestaciones de calle para presionar a los jueces.

El pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha decidido, por un muy amplio margen, que el etarra De Juana Chaos debe seguir en la situación en la que se encuentra. Debe continuar, por lo tanto, en situación de prisión, aunque atenuada de acuerdo con su estado de salud: en el hospital. Está en la cárcel, y está en el hospital. Atendido porque está enfermo. Enfermo porque lo ha buscado. Y ha buscado estar enfermo para presionar al Estado de Derecho, para ejercer presión sobre los jueces, para que éstos dicten una sentencia que él, el etarra, considere adecuada.

Por supuesto que el Estado de Derecho tiene la obligación de tratar de preservar la vida de sus ciudadanos. Es la esencia, el núcleo mismo del Estado de Derecho: el monopolio legítimo de la violencia para impedir las violencias ilegítimas y ofrecer así a los ciudadanos la seguridad necesaria para poder vivir y gozar de sus pertenencias. Un deber que el Estado se vio incapaz de cumplir para cada uno de quienes fueron asesinados por De Juana Chaos. Un deber que, repito, es la esencia misma del Estado de Derecho, y que es preciso recordar cada vez que se contrapone, en referencia a la lucha contra ETA, vía policial y vía política: la vía policial es la esencia de la vía política, porque la policía es la manifestación del núcleo del Estado de Derecho, el monopolio legítimo de la violencia.

De Juana Chaos no puede ser ni héroe ni mártir, pues si muere lo será por propia decisión, no porque el Estado lo haya querido. Que cada cual cargue con su responsabilidad sin endosársela a otros. Y que todos respetemos las decisiones judiciales siempre, cuando gustan y cuando no gustan. Nadie debe querer la muerte de nadie. Si la quiere uno mismo, y además para chantajear al Estado, nadie más que él mismo es responsable de lo que pueda suceder. Pudiera ser que De Juana Chaos saliera en libertad, por revisión de sentencia. Sería aceptable y habría que asumirlo. Pero por medio del chantaje, no.

Joseba Arregi