Narcos, humo y seudointelectuales

Me niego a dar más datos sobre mortalidad del tabaco. Los destellos de rebeldía, totalitarismo, imposición y recorte de libertades que saltan estos días me traen a la cabeza al fornido vaquero de los anuncios de Winston. A David Goerlitz le extrañó que no fumaran los directivos de la compañía a la que había prestado su imagen de libertad, cigarrillo en mano a caballo por la pradera, y les preguntó por qué. La respuesta quedó reflejada en el sumario del juicio de Maryland (1976), en el que responsabilizó a sus jefes de su cáncer de pulmón. Goerlitz repudió la falsa libertad que había vendido al mundo y antes de morir nos dejó la respuesta del tabaquero. «Nosotros no fumamos -contestó entre risas el pez gordo-, esta mierda la vendemos. Se la reservamos a los jóvenes, los negros, los pobres y los estúpidos».

Mi amigo Jose Mari murió esta Navidad, días antes de que se promulgara la mal llamada ley antitabaco. Igual que al vaquero de Winston, también lo mató el cáncer de pulmón. La gran diferencia es que Jose Mari nunca encendió un solo cigarrillo, pero fumó miles durante 31 años de camarero en el bingo donde trabajaba. La carta que mandó a la web porquenosotrosno.org finalizaba con esta pregunta: «Cuando los fumadores gritan por su derecho a fumar, derecho que nadie les niega pues solo se les pide que no fuercen a hacerlo a los demás, ¿estará este derecho por encima del mío a vivir y ser feliz con mi familia?».

Se equivocan quienes dicen que la ley 42/2010 es una ley antitabaco, pues en ningún artículo cuestiona el acto de fumar. Solo regula dónde hacerlo. Con todos los respetos, señora Defensora del Pueblo en disfunciones, la nueva ley es reguladora y no prohibitiva como usted dice. No le tiemblen las piernas ante los ruidosos; nunca una ley se hizo a gusto de todos. La ley del 2005 se hizo a capricho de la Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR). Una decisión de salud pública tan importante como dónde fumar quedó en sus manos. Fueron soberanos para decidir si se fumaba o no en sus locales. El resultado ya lo conocemos: humo a manta e intoxicación obligatoria para trabajadores y clientes. La actual ley del tabaco no satisface el último antojo de una FEHR en manos de las grandes superficies hosteleras, que son las únicas que pueden permitirse una chapuza cara e ineficaz como esos cubículos que proponen. Esos fumaderos eran el último resquicio que les quedaba a sus patrones de Philip Morris para hacer fracasar otra ley más a base de picaresca y de marginar de su invento a la gran mayoría de nuestra pequeña hostelería tradicional, que hubiera visto sus pequeños bares vacíos para gloria y negocio de los listos del cubículo.

No, ya no nos chupamos el dedo. Totalitarismo es imponer a los demás mi veneno argumentando no sé qué derecho. ¿De qué prohibición se habla? Legalizar las drogas no es venderlas en Carrefour, sino acordar entre los agentes sociales fórmulas y normas de convivencia comprensibles y eficaces basadas en el respeto a un valor tan fundamental como la salud. Guste o no, esta ley representa ese esfuerzo cívico y democrático.

Los que trabajamos por la salud sabemos que los 11 millones de personas adictas al tabaco en España van a tener que controlar y diferir su abstinencia momentánea. Pero también sabemos que esas mismas personas pueden responder en clave colectiva con respeto, como están demostrando. Defender la rebeldía contra una norma de salud pública conseguida a pulso por la ciudadanía frente a los intereses económicos de Goliat es puro pataleo, pero también sumisión ante una industria tabaquera que diariamente necesita captar a 400 de nuestros chavales para compensar la pérdida de negocio debida a quienes la abandonan, bien porque se mueren o porque espabilan a tiempo y dejan de comprarle su dosis diaria. Son esos narcos quienes se frotan las manos con el patético espectáculo de estos seudointelectuales que olvidan su responsabilidad de construir la conciencia colectiva que nos permita superar los nuevos retos de convivencia.

El final no es mío, es idea del admirado psiquiatra Luis Rojas Marcos cuando desde una ciudad con bares sin humo como Nueva York se unió a las 253 asociaciones y más de 2.087.000 apoyos que integran la iniciativa científica y ciudadana ¿Por qué Nosotros No? Luis me decía: «El tema del consumo de tabaco es a la vez complicado y sencillo. El lado complicado: todos tenemos derecho a escoger nuestros propios venenos. Por eso me temo que serán muchos los que continuarán considerando el cigarrillo un ingrediente imprescindible de su forma de vivir. Pero para compensar ese lado difícil ahí está la sencilla verdad: el humo del tabaco mata. Si vemos morir en nuestros brazos a una persona querida, víctima de ese humo de segunda mano, la única opción que nos queda es perseguir al asesino».

En la lucha contra ese asesino, todos, la sociedad civil, fumadores, no fumadores, hosteleros y clientes, jugamos en el mismo equipo. Y este partido lo vamos a ganar. Salud y larga vida a la nueva ley antihumo.

Joseba Zabala, médico de salud pública, miembro del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo y coordinador de ¿Por qué Nosotros No?.

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