Navarra, de nuevo perseguida

George Orwell decía que "el lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen confiables y el asesinato, respetable". Así ocurre ahora en Navarra. El nuevo Gobierno que presumiblemente presidirá María Chivite se anuncia como cambio y progreso, según la retórica oficial del Partido Socialista de Navarra y de la coalición nacionalista vasca Geroa Bai impulsada por el PNV. Con la participación de Podemos y el respaldo de Izquierda-Ezkerra. Y con el apoyo en la sombra del partido heredero del terrorismo vasco, EH Bildu, de cuya abstención depende no sólo la investidura sino la aprobación o modificación de cualquier ley que proponga este Gobierno al Parlamento foral.

Muchos navarros observan estupefactos esta situación que nunca antes se había producido. Hasta 2015 los navarros tuvieron la ventaja de no haber participado en la formación de Euskadi ni en sus convulsiones sangrientas. En 1978 eludieron el Consejo General Vasco, constituyendo los navarros su propio Parlamento en 1979 y de ahí su Comunidad Foral en 1982. Sufrieron largamente el terrorismo de ETA pero supieron mantenerse a distancia de la nacionalización trágica del País Vasco, y en ese empeño coincidieron tanto los socialistas como los centristas y la derecha de Navarra. Y fueron abiertamente constitucionalistas durante décadas.

Su suerte cambió en 2015, cuando la crisis económica y el desgaste de muchos años en el poder hicieron caer a Unión del Pueblo Navarro. El Gobierno foral pasó a manos de la coalición nacionalista Geroa Bai e incluyó a EH Bildu, con el apoyo de Podemos e I-E. Desde entonces los nacionalistas vascos están felices, exultantes. Encontraron su El Dorado en Navarra. Los vascos siempre fueron una minoría importante en esta Comunidad, pero aún se debate si el euskera lo habla entre el 8% y el 12% de su población. Los nacionalistas reafirman sus propósitos políticos con la expansión territorial, que les parece la cima de su historia, y se iluminan con su ficción de tener un espacio vital por conquistar con la ikurriña y el euskera hacia adelante. Su avance sobre Navarra les permite dejar de ver e incluso olvidar la decadencia demográfica que dejan atrás en el País Vasco y su torcida hegemonía donde todos parecen o simulan ser nacionalistas.

Ahora, en 2019, para los nacionalistas vascos es fabuloso seguir gobernando en Navarra aunque sea en segunda fila, y presidir su Parlamento. Lo consiguen al encontrar como aliados a los socialistas, que pasan a presidir Navarra y vienen a ser sus difusores y justificadores. Incluso de EH Bildu que, como ya no puede vivir del terrorismo, se ha abonado al golpismo catalán mediante sus socios de ERC, y ahora es blanqueado y normalizado por un gran partido con implantación en toda España.

Los socialistas templarán el sesgo autoritario y sectario que había tomado el Gobierno nacionalista de Navarra desde 2015. Pero no evitarán la nueva división que se cierne sobre el territorio, donde los nacionalistas miran mal a los navarros del sur por ser españoles, y las mayores inversiones y gastos públicos se destinan sobre todo al norte que tiene más votantes nacionalistas. Además de la progresiva extensión del euskera sobre el conjunto de la Comunidad Foral, aunque más que para comunicarse sirva para adquirir estatus y conservar privilegios, signo de estos tiempos de impiedad, deshonor e indiferencia.

El futuro de los vascos, oscuro e incierto, se extiende como una sombra sobre Navarra. Los que cumplen los tres requisitos de raza, lengua e ideología nacionalista son la nueva aristocracia que cree dominar por derecho natural. Muchos se consideran -y así lo dicen- con derecho a causar dolor a sus víctimas. Resultan medievales, con tendencia a matar siervos y herejes. En su retorno al antiguo régimen, adoran la pureza étnica de la que emanaban sus ideas, y piensan que todos los demás son extranjeros sobre quienes mandar.

Aunque siendo el País Vasco la sociedad que más ha envejecido en España desde la Transición, y dada la hispanofobia que ha imperado en Euskadi durante décadas, los vascos que ahora vienen muriendo de modo natural están siendo reemplazados por personas de orígenes muy distintos, y en proporción cada vez son más los extranjeros. En 2018 murieron allí cinco personas de origen vasco-español por cada tres nacimientos de madres con esa procedencia. Con la tendencia demográfica de los últimos años cabe prever que en 2019 alrededor del 28% de los bebés que nazcan en el País Vasco serán de madres extranjeras, y más del 30% en 2020. Su lengua vehicular no será precisamente el euskera que los nacionalistas pretenden extender sobre Navarra para compensar su declive originario.

Y como cada vez son menos los vascos originales, los nacionalistas se sirven crecientemente del adoctrinamiento a manos de sus conversos, extraños de diversas procedencias que vienen a instruir del origen y finalidad de lo vasco, y de la naturaleza y futuro de la gran Euskal Herria. Los conversos son tenaces e infalibles, detectan la ortodoxia nacionalista y se aplican a mejorarla y agudizarla, llegando a ser los más aguerridos practicantes de lo que significa ser vasco, su nueva fe revelada. Mito sobre mito van explicando el mundo, ahora contra la Constitución española, como antes predicaba Xabier Arzalluz sobre la pureza racial de los vascos, y antes aún Sabino Arana sobre lo malvados que eran los españoles en busca de la disolución de la raza vasca y sus costumbres. Ahora ya lo adoctrinan otros con gran retórica y convencimiento, y si eso lo sufren los vascos cabe suponer cómo de mal lo perciben los navarros.

El trabajo de los socialistas en Navarra va a ser muy complicado y no será entendido. Modernizar y hacer más justa la sociedad, al mismo tiempo que expanden y socializan elementos arcaicos e intransitivos como los nacionalistas, que no circulan sino se imponen, puede ser una misión imposible. Y no digamos mantener la entereza y lealtad constitucional teniendo como socios a partidos que pretenden eliminar de Navarra toda traza de España, y anexionarla más adelante a Euskadi. En esos aspectos lo que dure el nuevo Gobierno foral no va a ser tiempo de progreso sino de cargas, como lo fueron los cuatro años anteriores bajo el mando nacionalista y sus socios de EH Bildu que homenajean a los terroristas para que nadie olvide el sentido de su historia. La combinación de socialistas y nacionalistas generará excesivas imposiciones de ideas y situaciones obligatorias para la mayoría de los navarros, y a muchos les van a hacer sentirse extranjeros en su propia tierra. Mejor hubiera sido pactar entre constitucionalistas ya que tienen sobrada mayoría para gobernar.

Navarra nunca ha estado más expuesta a injerencias exteriores. Ni a las extorsiones predecibles de la alianza de EH Bildu -de quien depende el Gobierno- con sus socios catalanistas de ERC, cuyo jefe está en prisión por haber intentado un golpe de Estado. Se han presentado juntos a las elecciones europeas y actúan coordinados en el Congreso de los Diputados. Apuestan juntos contra España y tienen ahora con Navarra un exquisito rehén.

Los días darán pasos torcidos. La colaboración socialista con los experimentos nacionalistas tiene mal pronóstico y trae un futuro vidrioso para Navarra y para el conjunto del país. La opción del PSN ha sido perder el alma. Es un retroceso. Anticipa mayores conflictos secesionistas de los nacionalismos que operan en España y han convertido Navarra en una de sus piezas de juego. Y es una pésima señal en Europa.

Fernando Múgica es abogado.

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