Navegar los mercados financieros burbujeantes de hoy

Las señales de burbujas que aparecen en los mercados financieros están a la vista. El índice Dow Jones recientemente superó 40.000 puntos por primera vez, mientras que el FTSE 100 del Reino Unido y el CAC 40 francés también han alcanzado nuevos picos. Los ratios precios-ganancias futuros en Estados Unidos están operando en un múltiplo de alrededor de 25 -muy por encima del promedio histórico de 16- y estas valuaciones altas han persistido a pesar de que las tasas de interés se han mantenido por encima del 5%.

Estas tendencias ciertamente justifican los temores sobre nuevas burbujas en los mercados bursátiles. Pero no todas las burbujas son iguales, y solo algunas son problemáticas para la economía en general. Lo que importa -como vimos después de 2007- es si el estallido de una burbuja desata o no una reacción en cadena que debilite el crecimiento en los años subsiguientes.

Desde una perspectiva de inversión, dos factores pueden ofrecer una advertencia temprana de dónde y cuándo podría estallar una burbuja, y si luego vendrá una corrección de mercado o una crisis económica más amplia. El primero es el valor subyacente o intrínseco de un activo (si es productivo o improductivo), y el segundo tiene que ver con cómo se financia ese activo (ya sea a través de capital, efectivo o un grado sustancial de apalancamiento).

Con este marco de dos factores, podemos evaluar cuatro tipos de burbujas. El primero -y el menos peligroso para la economía en general- involucra un activo productivo financiado principalmente por capital o efectivo de inversores. Pensemos en una inversión de capital en una empresa de telecomunicaciones o de cable de banda ancha. Si la burbuja estalla, el capital perdido quedará en gran medida contenido o restringido entre los inversores directos (los titulares de las acciones), sin demasiados derrames en la economía en general. Asimismo, las empresas de telecomunicaciones/cable tienen activos tangibles con un valor intrínseco, que limitan el riesgo a la baja y representan un potencial alcista para cuando la economía se recupere.

La segunda categoría es una burbuja de activos productivos financiados con deuda, como cuando las corporaciones se endeudan para financiar sus operaciones o seguir siendo una empresa operativa. En este caso, el estallido de una burbuja puede tener implicancias sistémicas, porque las pérdidas importantes resonarán en el sistema bancario o en los mercados de capital, desacelerando en definitiva la recuperación económica en tanto las instituciones financieras se ocupan de sus pérdidas y reducen el crédito. Sin embargo, las pérdidas para la economía serán limitadas, porque este escenario sigue involucrando activos productivos.

En el tercer escenario, los activos improductivos se financian con capital o efectivo, como en el caso de gran parte de la inversión en criptomonedas. Aquí, el activo subyacente es improductivo en el sentido de que no arrojará un flujo de caja futuro. Si cae en valor, no hay una base fundamental -comercial o financiera, como activos duros- desde donde recuperarse. Pero al igual que la primera categoría, el financiamiento de capital/efectivo implica que los derrames estarán contenidos.

Eso nos lleva a los activos improductivos financiados con deuda. Un ejemplo excelente es la crisis de las hipotecas de alto riesgo que estalló en 2008-09. Un exceso de vivienda implicaba que el activo subyacente era improductivo -las viviendas deshabitadas no arrojarán flujos de caja futuros- y el modo de financiamiento a través de mercados hipotecarios y de deuda se tradujo en que el resultado del colapso de los precios de la vivienda tuviera una reacción en cadena.

En los mercados financieros de hoy, se pueden encontrar bolsones de activos sumamente apalancados y posiblemente improductivos. Más preocupante aún es el hecho de que muchos de estos activos están fuera del radar de la supervisión regulatoria. Por ejemplo, aproximadamente el 70% de los préstamos e hipotecas apalancados en Estados Unidos hoy están en el sector bancario en la sombra, donde las instituciones se endeudan y ofrecen financiamiento sin ser objeto de las regulaciones bancarias tradicionales, y sin recurrir a mecanismos de rescate federales de emergencia si se volvieran ilíquidas o insolventes.

Estas inversiones, obviamente, conllevan riesgos debido a su exposición a la deuda, y todavía no queda claro si están respaldadas por activos productivos o improductivos. Como están en el sector bancario en la sombra, hay mucha menos visibilidad respecto de la estructura del capital (la naturaleza y las fuentes del capital utilizado para financiar las inversiones). Específicamente, no sabemos si las inversiones son financiadas con apalancamiento o mediante ahorros que se han acumulado con el tiempo. Asimismo, si una empresa se ha endeudado, a las personas de afuera, inclusive a los reguladores, les cuesta discernir hasta dónde está apalancado el activo.

Mientras que una pérdida asumida por alguien que utilizó ahorros acumulados solo tendrá un efecto limitado en la economía en general, las pérdidas a partir de dinero que se pidió “prestado”, especialmente con un apalancamiento elevado, podrían resultar contagiosas.

Un sistema con baja visibilidad con respecto a las fuentes y formas del capital subyacente en muchas inversiones es riesgoso. Un mayor escrutinio de los activos improductivos y apalancados es crucial para evitar una crisis financiera.

Dambisa Moyo, an international economist, is the author of four New York Times bestselling books, including Edge of Chaos: Why Democracy Is Failing to Deliver Economic Growth – and How to Fix It (Basic Books, 2018).

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