Necesidad contra codicia

El gran líder moral de la India Mohandas Gandhi dijo la famosa frase de que hay suficiente en la Tierra para las necesidades de todos, pero no suficiente para satisfacer la avaricia de todos. Hoy la visión de Gandhi se está poniendo a prueba como nunca antes.

El mundo está alcanzando límites globales en su uso de los recursos. Estamos sintiendo los golpes cada día en forma de inundaciones, sequías y tormentas catastróficas y en el consiguiente aumento de los precios en el mercado. Nuestro destino depende ahora de si cooperamos o somos víctimas de una codicia autodestructiva.

Los límites a la economía mundial son nuevos y se derivan del tamaño sin precedentes de la población mundial y la expansión nunca antes vista del crecimiento económico en casi todo el planeta. Hoy siete mil millones de personas habitan la Tierra, en comparación con sólo tres mil millones hace medio siglo. Hoy en día, el promedio de ingreso per cápita es 10.000 dólares; en mundo desarrollado es de alrededor de 40.000 y 4.000 en los países en desarrollo  Eso significa que la economía mundial está produciendo alrededor de 70 billones de dólares por año, en comparación con alrededor de 10 billones en 1960.

La economía de China está creciendo en torno al 10% anual. La India está creciendo casi a la misma velocidad. África, por largo tiempo la región de crecimiento más lento del mundo, muestra ahora un promedio de crecimiento de aproximadamente el 5% del PIB anual. En general, los países en desarrollo están creciendo en torno al 7% anual y las economías desarrolladas en torno al 2%, lo que da un promedio mundial de alrededor del 4,5%.

Esta es una muy buena noticia en muchos aspectos. El rápido crecimiento económico en los países en desarrollo está ayudando a aliviar la pobreza. En China, por ejemplo, la pobreza extrema se ha reducido de más de la mitad de la población hace 30 años a alrededor del 10% o menos en la actualidad.

Sin embargo, hay otra cara de la historia de crecimiento global que debemos entender con claridad. La economía mundial crece a un 4,5% por año y, a ese ritmo, se encamina a duplicar su tamaño en menos de 20 años. La economía mundial de 70 billones de dólares de hoy llegará a los 140 billones de dólares antes de 2030 y a 280 billones antes de 2050 si extrapolamos a partir de la tasa de crecimiento actual.

Nuestro planeta no podrá sustentar físicamente este crecimiento económico exponencial si dejamos que la codicia tome la delantera. Incluso hoy, el peso de la economía mundial ya está aplastando la naturaleza, agotando rápidamente los suministros de recursos energéticos de combustibles fósiles creados hace millones de años, mientras que el cambio climático resultante ha conducido a una gran inestabilidad en términos de precipitaciones, temperatura y tormentas extremas.

Vemos estas presiones todos los días en el mercado. Los precios del petróleo han subido a más de $100 por barril, a medida que China, India y otros países importadores de petróleo se unen a los Estados Unidos en una lucha masiva por comprar suministros, especialmente de Oriente Próximo. También los precios de los alimentos se encuentran en máximos históricos, lo que contribuye a la pobreza y la inestabilidad política.

Por un lado, hay más bocas que alimentar, y con mayor poder adquisitivo en promedio. Por otro lado, las olas de calor, sequías, inundaciones y otros desastres provocados por el cambio climático están destruyendo cultivos y reduciendo la oferta de cereales en los mercados mundiales. En los últimos meses, las regiones productoras de cereales de Rusia y Ucrania se han visto afectadas por graves sequías y enormes inundaciones han afectado Brasil y Australia. Otra sequía amenaza la zona productora de cereales en el norte de China.

Hay algo más, muy peligroso y que no se advierte con facilidad. En muchas áreas populosas del mundo, incluidas las regiones productoras de cereales del norte de la India, el norte de China y el Medio Oeste estadounidense, los agricultores están recurriendo a aguas subterráneas para el riego de sus cultivos. Los grandes acuíferos que abastecen de agua para el riego se están agotando. En algunos lugares de la India, el nivel freático ha descendido varios metros al año en los últimos años. Algunos pozos profundos se están acercando al punto de agotamiento y se prevé un aumento de la salinidad a medida que el agua del océano se infiltre en el acuífero.

El desastre es inevitable, a menos que cambiemos. Y aquí es donde Gandhi entra en juego. Si nuestras sociedades se rigen por el principio de la avaricia, con los ricos haciendo todo lo posible para enriquecerse aún más, la creciente crisis de recursos producirá una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, y muy posiblemente a una lucha cada vez más violenta por la supervivencia.

Los ricos intentarán utilizar su poder para obtener más tierras, agua y energía para sí mismos, y muchos de ellos apoyarán medios violentos para hacerlo, si es necesario. EE.UU. ya ha seguido una estrategia de militarización en Oriente Próximo con la ingenua esperanza de que este enfoque pueda garantizar un abastecimiento seguro de energía. Ahora se intensifica la competencia por los suministros, a medida que China, India y otros compiten por los mismos recursos que, además, se están agotando.

Una toma de poder similar se intentó en África. El aumento de los precios de los alimentos está llevando a la apropiación de tierras, a medida que políticos poderosos venden a inversionistas extranjeros grandes extensiones de tierras de cultivo, dejando de lado los derechos tradicionales de tierras de los pequeños agricultores pobres. Los inversionistas extranjeros esperan utilizar grandes explotaciones mecanizadas para generar productos destinados a la exportación, dejando poco o nada para las poblaciones locales.

En los países de mayor peso -EE.UU., Reino Unido, China, India y otros- los ricos han disfrutado de cada vez más altos ingresos y un creciente poder político. La economía de EE.UU. es rehén de los multimillonarios, la industria petrolera y otros sectores clave. Las mismas tendencias amenazan a las economías emergentes, donde la riqueza y la corrupción van en aumento.

Si la codicia prevalece, el motor del crecimiento económico agotará nuestros recursos, marginará a los pobres y nos llevará a una profunda crisis social, política y económica. La alternativa es un camino de cooperación política y social, a nivel nacional e internacional. Habrá recursos suficientes y prosperidad para todos si convertimos nuestras economías para que hagan uso de fuentes de energía renovables, prácticas agrícolas sostenibles y un régimen tributario razonable para los ricos. Este es el camino a la prosperidad para todos a través de tecnologías mejoradas, justicia política y conciencia ética.

Por Jeffrey D. Sachs, profesor de Economía y Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia. También es Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre las Metas de Desarrollo del Milenio. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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