Negación de la casualidad

El sagaz Voltaire nos enseñó que «lo que llamamos casualidad no es ni puede ser sino la causa ignorada de un efecto desconocido», y nuestro Nobel Benavente desde su experiencia teatral no tenía duda de que «la casualidad es un desenlace, pero no una explicación». He recordado estos dos pensamientos en vísperas del debate de la moción de censura presentada por el principal partido de la oposición. Vivimos en la apoteosis de lo que se viene llamando posverdad, un curioso neologismo que no es otra cosa que otro sinónimo de mentira. No debe achacarse a la casualidad mucho de lo acontecido en los últimos meses en la atribulada política española.

No es casualidad que se desentierren como nuevos –por condenables que sean– hechos sucedidos hace diez o quince años, desde un aparato mediático que por su reiteración tiene escasos precedentes, mientras permanecen entre sombras hechos no tan lejanos y mucho más escandalosos y desde luego más económicamente relevantes.

No es casualidad que inmediatamente después de destaparse un reciente y grave caso de corrupción en la Comunidad Valenciana de partidos que hoy la gobiernan y con la supuesta implicación de políticos en ejercicio, se levante el velo de otro caso de corrupción con nombre y apellidos pero de quien lleva años fuera de la política. Y ello con gran seguimiento mediático desde el propio momento de la detención del personaje. ¿Quién filtra oportunamente y quién convoca puntualmente a los medios?

No es casualidad que alguien decida acabar, y no sólo políticamente sino que trate de hacerlo civilmente, con cierta dirigente de gestión exitosa en su Comunidad probablemente con la intención de impedir su candidatura electoral, valiéndose incluso de un vídeo ilegal de hace siete años, no de carácter político, sino personal, que debería haberse desechado con la simple pregunta de quién lo ofrecía y para qué; que cualquiera sea utilizado para manejos o venganzas no es disculpable. Uno se pregunta si algún organismo concernido está investigando el origen del vídeo y el motivo por el que no se destruyó en su día como señala la ley.

No es casualidad que a dos años de unas elecciones generales se hayan sucedido encuestas semanales sobre intención de voto con los resultados conocidos y reiterados, precisamente cuando los sondeos del CIS, los más fiables, venían reiterando el mantenimiento de la supremacía de un partido sobre los demás. A tan largo camino de una cita electoral esta orgía de encuestas no tiene precedentes. Un profesor tituló un trabajo sobre este fenómeno: «La preverdad. Las encuestas electorales como arma de manipulación masiva». No tuvo apenas repercusión, lo que tampoco creo que fuese casual.

No es casualidad –se ha publicado y nadie lo ha desmentido– que dos de los tres magistrados que sentenciaron una parte del caso Gürtel trataran de anticipar la publicación de la sentencia antes de la incorporación del voto particular del ponente, precisamente en vísperas de votarse los Presupuestos Generales del Estado en el Congreso; tras lo visto, si la sentencia se hubiese conocido antes de la votación acaso no se habrían aprobado.

No es casualidad que justo mientras se debatían los Presupuestos se reactivase un procedimiento judicial contra un antiguo alcalde de Jaén, actualmente segundo en el Ministerio de Hacienda, y más cuando el asunto fue archivado en su día y parecía que no daba judicialmente para más. Pero está demostrado que en la realidad política, con ayudas mediáticas o de más calado, remover las aguas fecales pasadas aclara para algunos las aguas presentes, en contra de la lógica.

No es casualidad que nadie manifieste inquietud por el hecho de que si prospera la moción de censura tendría que ejecutar los Presupuestos un gobierno del partido que los ha votado en contra. Un disparate. Tampoco se recuerda que en el caso de que se disolviese inmediatamente el Parlamento, como pide con ingenuidad notable un partido de freno y marcha atrás, esos Presupuestos decaerían. Y resalto «ingenuidad» porque salvo el líder de ese partido no creo que haya quien crea que el candidato a presidente, si es elegido, vaya a convocar elecciones cuando sabe que las perdería y acaso con más destrozo que el coleccionado en las dos últimas convocatorias. Agotará la legislatura. Cualquier pretexto es bueno para tratar de engañar a los sufridos ciudadanos cuando ese partido –ingenuo, desnortado o sobrado– busca al tiempo expulsar al Gobierno, coquetear con la principal formación que lo empuja, distanciarse radicalmente de otros partidos que apoyan el empujón y permanecer en la condición del agua siendo incoloro, inodoro e insípido. Es más fácil la cuadratura del círculo.

No es casualidad la propia presentación ahora de una moción de censura amparada en una manipulación de la realidad, ya que ni el partido gobernante resulta condenado en la sentencia que se esgrime, sino que se reconoce que no conocía los hechos, circunscritos exclusivamente a dos ayuntamientos de la Comunidad de Madrid, ni está condenado ningún miembro del Gobierno al que se censura. Pero es obvio que el españolito de a pie no va a leer la sentencia ni su voto particular. Otra vez la posverdad rampante.

No es casualidad que quien promueve y protagoniza la moción de censura pastoree los votos para su apoyo entre partidos que tienen intereses espurios como los republicanos y en general los soberanistas catalanes. No importa la procedencia ni el precio de cada voto. Lo que se busca es llegar a La Moncloa. ¿Para qué? En la respuesta a esa pregunta está «la causa ignorada de un efecto desconocido» de que nos advertía Voltaire.

No sería casualidad que el resultado de nuestra agenda de intranquilidades llegase a ser una reedición de lo sucedido tras las elecciones de febrero de 1936, que está demostrado fueron un fraude. Tras la victoria del Frente Popular, aupada por la destrucción de papeletas en no pocos municipios y la posterior actuación de la llamada Comisión de Actas presidida por Prieto, Lluís Companys, el golpista de octubre de 1934 que cumplía condena, regresó triunfal a Barcelona recuperando la presidencia de la Generalidad. Al tiempo eran puestos en libertad los encarcelados por la cruenta revolución de Asturias de dos años antes. Es lo que esperan Puigdemont y los suyos tras un cambio de Gobierno.

Mi veteranía me lleva a negar las casualidades. Si yerro por mal pensado entono mi mea culpa sin recurrir al «Refranero», compendio de la sabiduría popular, que nos dice: «Piensa mal y acertarás».

Juan Van-Halen, escritor y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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