Negociar es claudicar

Por Juan Pablo González (ABC, 05/11/06):

Cuando tanto se habla de recuperar la memoria histórica y nuestros representantes políticos dedican tanto empeño en cambiar los nombres de calles y plazas para reparar supuestos agravios históricos, esos mismos representantes, en ejercicio de una especie de memoria selectiva, prefieren olvidar las lecciones que nos ofrece nuestro pasado más reciente cuando su lectura no contribuye a reforzar sus planteamientos y estrategias coyunturales.

El escritor Gómez de la Serna decía que tenía tan mala memoria que a veces hasta se olvidaba de su mala memoria y se acordaba de todo. Quizá de la misma manera algunos recordamos los años aún no lejanos en el tiempo en los que ETA-Batasuna decoraba las calles del País Vasco con carteles reclamando la negociación política con el Estado y la internacionalización de lo que llaman conflicto, siendo incesante su actividad de propaganda en París, Bruselas y otras capitales. Pues bien, en el momento de mayor debilidad, y sin renuncia previa a las armas o petición de perdón a las víctimas, han obtenido a modo de anticipo la negociación y la internacionalización, lo cual les ha reportado un éxito estratégico sin precedentes.

Pero la desmemoria de políticos y ciudadanos resulta alarmante si recordamos que las condiciones impuestas por el Congreso de los Diputados en mayo de 2005 para dialogar con ETA siguen sin cumplirse, lo que es evidente a la vista de los últimos acontecimientos, incluido el lamentable espectáculo de los encapuchados en Oyartzun o el reciente robo de armas en Francia. Así, ETA continúa sin demostrar «una clara voluntad de poner fin a la violencia o actividades inequívocas que puedan conducir a esa convicción». También se dijo que no habría precio político, o que, primero la paz y luego la política, pero los hechos demuestran exactamente lo contrario.

Después de una serie de engaños, simulaciones y eufemismos entre los representantes del Gobierno y de ETA-Batasuna, el presidente mantiene su voluntad de abrir un proceso político contra viento y marea sobre la base de meros futuribles. Son inaceptables, además de inoportunas, sus palabras presentando al terrorista De Juana Chaos como un defensor del proceso de paz y justificando así la rebaja en la petición de condena por parte de la Fiscalía. Pero los resortes del Estado de Derecho siguen funcionando e, inevitablemente, interfieren las decisiones políticas que soportan el proceso de negociación. La Justicia no puede ignorar que Batasuna sigue siendo una organización subordinada e instrumental a ETA y que respalda plenamente sus planteamientos, que ha sido ilegalizada por sentencia de Tribunal Supremo y que sus dirigentes se encuentran procesados por pertenencia a banda armada. No será suficiente un mero maquillaje para sortear las previsiones de la Ley de Partidos Políticos sin una clara y convincente desvinculación del terrorismo.

Conforme se acerquen las elecciones, ETA-Batasuna elevará el nivel de sus pretensiones, y no porque necesite su legalización para concurrir a los comicios, sino porque sabe que su voluntad puede condicionar el proceso electoral. El futuro y la dignidad de la Nación en manos de una banda de asesinos gracias a una política que debilita profundamente la democracia, insulta a las víctimas y socava gravemente las bases de la lucha contra el terrorismo.

El desenlace puede ser trágico pues no se puede dialogar sin asumir grandes riesgos con quien esconde una pistola debajo de la mesa, con quien pretende imponer sus decisiones por la fuerza o con quien desprecia los más elementales valores, empezando por el de la vida, considerando que la violencia puede ser útil para obtener réditos políticos. Pero lo grave es que gracias al Gobierno esa consideración puede ser cierta si finalmente consiguen lo que pretenden.

¿Y cuál es la alternativa? Una vez más la memoria nos señala el rumbo correcto: mantener la presión social, policial y judicial utilizando todos los resortes del Estado de Derecho hasta la derrota final de los terroristas. Sin duda un camino largo y no exento de sacrificios, pero el que mejores resultados ha ofrecido hasta el momento y el único que permitirá salvaguardar los valores de dignidad y justicia que exige una sociedad democrática.

Volvamos al principio. Recordemos los hechos y no dejemos que nos engañen. Sabemos que el PSE, y ETA-Batasuna barajan fórmulas sobre el llamado «derecho a decidir» y la anexión de Navarra en reuniones secretas. La mera existencia de estas conversaciones es inaceptable desde la perspectiva de la dignidad democrática. Basta contemplar en televisión los gestos y las actitudes de los terroristas Gaztelu, Bilbao y Chaos para no olvidar el auténtico rostro de unos asesinos que no van a cambiar.

Pero además resulta ingenuo considerar que una vez conseguido en reforma estatutaria el reconocimiento más o menos explícito del derecho de autodeterminación o de un modo de relación entre Euskadi y Navarra vayan a renunciar a sus objetivos finales. Para un fanático, y los terroristas lo son en grado sumo, la victoria no es victoria si no es absoluta. Con atentados o sin ellos, y con la complicidad del nacionalismo, continuarán empleando su poder de coerción e intimidación sobre los discrepantes hasta conseguir sus objetivos.

Por ello un hipotético acuerdo no traerá la paz ni restablecerá la convivencia en una sociedad de ciudadanos libres e iguales en derechos. Parafraseando a un político inglés, después de elegir el deshonor seguiremos sin alcanzar la verdadera paz. Enfrentados a hechos como los descritos resulta difícil confiar en el Gobierno. Pero mientras los acontecimientos se suceden, ¿serán capaces los españoles de recuperar la memoria?