Netanyahu gana el primer asalto

Los elogios de Clinton en Jerusalén a la postura de Netanyahu sobre los asentamientos provocaron una tormenta de protestas de líderes palestinos y árabes. Los palestinos acusaron a la Administración Obama de "dar marcha atrás" e "incurrir en hipocresía política" en los asentamientos y dijeron que no se vislumbraba una reanudación de las conversaciones de paz. Más diplomáticos, los colaboradores de Abas expresaron su profunda decepción y frustración con el nuevo cambio en la política estadounidense, pues perjudica a las perspectivas de paz. Como declaró el responsable palestino de las negociaciones de paz, Saeb Erekat, "si Estados Unidos no puede conseguir que Israel ponga en práctica una congelación de los asentamientos, ¿qué posibilidad se les ofrece a los palestinos de lograr un acuerdo (en el conjunto aún más complejo de cuestiones relativas a las conversaciones finales de paz)?". Egipto y Jordania expresaron parecidos sentimientos.

Pese a los esfuerzos de Clinton para suavizar el impacto de sus comentarios en Jerusalén, este nuevo cambio ha dañado la credibilidad y autoridad de su administración en la región. La lección aprendida por los árabes e israelíes a la par es que Obama no tiene el nervio ni la voluntad política necesarios para impulsar su visión de una solución basada en la existencia de dos estados. Su capitulación en el tema de los asentamientos transmite en realidad una sensación de fracaso a ambas partes y las alienta prácticamente a oponerse a las concesiones necesarias para lograr un avance importante.

Después de haber ganado el primer asalto sobre la cuestión de los asentamientos, Netanyahu y su coalición de derechas ya no tomarán en serio la visión de Obama sobre la paz. Sus aliados ya han saludado la retirada de Obama como una victoria diplomática. Alentado por el respaldo de Clinton, Netanyahu instó a los palestinos a "recapacitar" y reanudar las conversaciones de paz sin insistir en una congelación de los asentamientos.

Incluso aunque Abas quiera tragarse su orgullo y revocar el requisito de congelar los asentamientos regresando a la negociación, lo haría bajo su cuenta y riesgo. El presidente palestino, ya impopular, correría el riesgo de una revuelta dentro de su partido gobernante, Al Fatah, además de un potente desafío de su rival Hamas. El movimiento islamista ha subrayado que Abas no habla en nombre de ni representa a los palestinos y no puede firmar ningún acuerdo de paz sin un mandato público.

Más allá de las conversaciones de paz, el nuevo cambio en las declaraciones públicas estadounidenses influirá probablemente de modo negativo en la postura de acercamiento de Obama al mundo musulmán y su amplia estrategia de contención de la influencia iraní en Oriente Medio. En los primeros meses de su administración, Obama elevó las expectativas de los musulmanes acerca de un verdadero cambio en la política estadounidense e infundió ánimo en las esperanzas palestinas en el sentido de que les proporcionaría su Estado independiente, largamente esperado. Tales esperanzas se marchitan con rapidez, reemplazadas por la decepción y el cinismo. De modo creciente más voces dicen que Obama no es distinto de sus predecesores y que todo lo que ofrece es retórica vacía.

En los primeros seis meses, la Administración Obama centró sus esfuerzos en conseguir que Israel deje de construir nuevos asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Oriental a cambio de que los gobiernos árabes den los primeros pasos para normalizar sus relaciones con Israel, como el establecimiento de vínculos comerciales y de telecomunicaciones.

El presidente y sus asesores de alto nivel han insistido reiteradamente en la cuestión de la congelación total de los asentamientos. Obama subrayó que EE. UU. no acepta la legitimidad de los continuados asentamientos israelíes en los territorios palestinos ocupados, diciendo que "es hora de que cesen los asentamientos". En mayo pasado, en un mensaje directo al Gobierno israelí, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo que el presidente quería presenciar "una detención de los asentamientos, no de algunos asentamientos, puestos de avanzada o excepciones debidas al ´crecimiento natural´".

Obviamente, el equipo de Obama no consideraba la apelación a un cese total de la construcción de asentamientos como un factor con coste político o de riesgo, pues hay preocupación en el Congreso de EE. UU. por la expansión de los asentamientos en territorios palestinos y sus efectos negativos en el proceso de paz.

La congelación total de la construcción de estos asentamientos es fundamental para la perspectiva política de una solución basada en la existencia de dos estados. EE. UU. y la comunidad internacional consideran que los asentamientos de Cisjordania y Jerusalén Oriental, el hogar de alrededor de medio millón de israelíes, son un auténtico impedimento para un acuerdo de paz definitivo con los 2.800.000 palestinos que viven allí. Los palestinos dicen que al zamparse grandes porciones de sus territorios ocupados, Israel crea hechos consumados que equivalen a negarles un Estado contiguo de carácter viable.

Además, sólo Obama, entre todos los presidentes de EE. UU., ha hablado de forma explícita y elocuente del sufrimiento, el "dolor" y la "humillación" de los palestinos en la búsqueda de una patria. "Por tanto, que no quepa duda alguna: la situación del pueblo palestino es insoportable. YEE. UU. no volverá la espalda a la legítima aspiración palestina a la dignidad, el aprovechamiento de una ocasión histórica y la creación de un Estado propio", dijo Obama en su discurso en El Cairo que señaló un hito.

En una irrupción inesperada, los comentarios de Clinton pisaron un terreno muy delicado e hicieron trizas la percepción entre las élites gobernantes árabes prooccidentales de que, a diferencia de su predecesor, Obama es sincero en su intención de ayudar a los palestinos a establecer un Estado propio. Los egipcios, saudíes y jordanos habían esperado que la reactivación del proceso de paz reduciría la influencia iraní en el ámbito árabe y debilitaría a sus aliados radicales, Hamas y Hizbulah en Líbano. En contraste, el campo de la resistencia - Irán, Siria y sus aliados locales-mantuvo un cómodo y apacible silencio. "Los árabes y musulmanes saben perfectamente que la postura de EE. UU. es sesgada", dijo Mohamed Nazzal, alto cargo de Hamas exiliado en Siria.

Fawaz A. Gerges, profesor de Relaciones Internacionales sobre Oriente Medio de la London School of Economics. Autor de El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana, Ed. Libros de Vanguardia. Traducción: JoséMaría Puig de la Bellacasa.