Ni aliviados ni tranquilos

Antonio Basagoiti es concejal del PP en el Ayuntamiento de Bilbao (EL MUNDO, 24/06/05).

El pasado domingo ETA anunció que «los electos de los partidos españoles» dejábamos de ser objetivo terrorista. Senadores, diputados, parlamentarios, junteros y concejales como yo, dejamos de estar de momento en el punto de mira de una banda terrorista que ha matado a casi un millar de personas.

Estoy percibiendo en mi entorno y en parte de la opinión publica cierto desconcierto acerca de los motivos, objetivos, veracidad y el momento elegido por estos terroristas para indultarnos, por lo que creo que es pertinente que se conozca de primera mano cuál es la reflexión de una persona que lleva una década conviviendo con la amenaza directa y ocho años viviendo permanentemente escoltado por guardaespaldas.

Soy concejal del grupo municipal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Bilbao desde 1995, y aunque ETA llevaba años asesinando, también a políticos de UCD, AP y PSOE e incluso del PP como Gregorio Ordóñez, los concejales del PP vasco no comenzamos a sentir la amenaza directa y expresa del terrorismo hasta que ETA en julio de 1997 secuestró y asesinó en Ermua a nuestro compañero Miguel Angel Blanco. Macabro asesinato que dio por abierta la caza y captura de los políticos de escala básica. Desde esa fecha, la banda ha matado sin piedad a electos populares y socialistas, con especial fijación por los concejales, y nos ha hecho la vida imposible a todos los responsables públicos no nacionalistas.

En estos años he sufrido mucha falta de libertad, amenazas, ataques y deseos de matarme. Paseo a mis hijas junto con dos personas armadas, no me dejan hacer nada sin la compañía de una pareja de escoltas, llevo casi una década sin saber que es la intimidad, he sido escoltado por todos los Cuerpos Policiales y varias empresas de seguridad. He visto pintadas en las que se ponía mi apellido en una diana, carteles en los que aseguraba que lo iba a pagar caro o incluso una carta en cuyo interior se simulaba una bala.

He contemplado cómo se quemaba la casa de parientes de mi mujer por mi actividad política. He recibido la llamada de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en una docena de ocasiones para comunicarme que mi nombre y otros datos personales y familiares aparecían en documentaciones de objetivos incautadas a ETA, y en dos ocasiones responsables del Ministerio del Interior me han trasladado que esta banda terrorista ya había tomado la decisión de matarme, una de ellas con el mismo método que el utilizado para matar a Miguel Angel Blanco y la otra hace menos de tres meses.

Este relato no es una excepción ni una rareza entre los concejales del PP o del PSE-EE. Muchos otros, sobre todo los que están en pueblos, están más expuestos y más amenazados, y lo han pasado y siguen pasándolo mucho peor que yo, que soy edil de una gran ciudad.

Y en esta realidad estábamos cuando el pasado domingo los mensajeros de los terroristas nos cuentan que esto cambia, que nos van a permitir vivir y que ya no estamos en el corredor de la muerte.La primera respuesta de la gente con buena intención es darnos la enhorabuena y felicitarnos por la tranquilidad de la que supuestamente vamos a poder disfrutar. No dudo que haya quien se haya podido sentir aliviado por este anuncio, sobre todo personas del entorno de nuestras familias, pero creo que puedo asegurar que una inmensa mayoría de los directamente interesados no estamos tranquilos ni contentos con la bendición terrorista.

No puedo sentirme reconfortado porque mientras exista ETA mañana mismo puede cambiar de criterio y decidir intentar matarme, pero sobre todo no estoy complacido porque esta banda terrorista en su comunicado lo que sí decía es que seguiría atentando. No puedo aplaudir porque en el País Vasco no entramos en política para estar cómodos o vivir más tranquilos, dimos ese paso dejando mucho en el camino para colaborar en la consecución de la paz.Hemos soportado y soportamos demasiado como para quedarnos contentos en un punto de mera tranquilidad personal. Si lo que hubiésemos querido es vivir cómodos nunca nos hubiésemos hecho concejales constitucionalistas.

Lo que realmente queremos es la libertad, la derrota del terrorismo, el final de ETA, para que no pueda decidir si mata o perdona ni a profesores, ni a intelectuales, ni a periodistas, ni a empresarios, ni a jueces, ni a nadie. No podemos estar aliviados ni tranquilos porque la motivación de conseguir la paz que nos empujó a desempeñar esta tarea no se ha conseguido. No tengo que dar las gracias a los terroristas y tampoco se las puedo dar al actual Gobierno de España, porque no olvidemos que según lo dicho por la propia banda terrorista este «generoso gesto» responde a movimientos previos de Zapatero.

Hay quien trata de interpretar esta decisión como un movimiento en positivo ETA, un primer gesto de acercamiento al ansiado objetivo de la paz. Rotundamente digo que quien así argumente o no tiene ni idea de quiénes son estos o cuáles son sus métodos o tiene algo que ocultar a modo de encuentros o negociaciones con esta banda armada. Y esta última premisa no sería nueva. Ya hemos visto algún pacto parecido de ETA con gente próxima a la actual dirección socialista como el socio de Maragall, Carod-Rovira.En Perpiñán pactaron que se podía matar en el resto de España pero no en Cataluña, y con estos miserables antecedentes de mata allí pero que a mí no me salpique la sangre, quién nos dice que ahora los de Zapatero no han hecho lo mismo y han pactado no mates a los nuestros y de los demás ya hablaremos. Y en esta macabra negociación han tenido que meter al PP porque de lo contrario iba a oler demasiado mal.

Las contrapartidas son claras, Batasuna vuelve a estar en el Parlamento vasco bajo el nombre del Partido Comunista de las Tierras Vascas, por la inactividad de la Fiscalía dependiente del Gobierno de España, Otegi es de nuevo un referente político, se acaba con el Pacto Antiterrorista, los jueces intuyen el momento político y elaboran las sentencias que acaban con la idea de que ETA es un gran conglomerado con múltiples apéndices, mientras que los terroristas con muertos en la espalda y decenas de años de prisión salen de las cárceles.

La conclusión es que siempre que este terrorismo se encuentra débil lanza un anzuelo y alguien se lo traga. Cuando ETA estaba prácticamente acabada decide un movimiento táctico y siempre alguien pica el anzuelo. En 1998 esta banda estaba en una situación muy comprometida por la rebelión ciudadana tras el asesinato de Miguel Angel Blanco. Por primera vez la sociedad vasca se había echado masivamente a las calles para exigir el fin de ETA, y Batasuna se encontraba con el desprecio de la inmensa mayoría de los vascos. Ante tal situación ETA declaró una tregua pactada con el PNV que sólo sirvió para su rearme, refuerzo y vuelta al asesinato. Estaban mal y les echaron una mano.

Siete años después parece que no se ha aprendido nada de aquella situación. ETA vuelve a estar en problemas, en esta ocasión gracias a la decidida actuación política, legislativa, judicial y policial.La Ley de Partidos, las reformas legales y el Pacto Antiterrorista habían conseguido cortar la financiación y evitar la legitimación institucional del terrorismo, provocando la práctica desaparición de la kale borroka, y casi dos años sin tener que lamentar asesinatos.Como ETA se encontraba acosada, sin ninguna esperanza de alcanzar sus objetivos, ha vuelto a poner su estrategia encima de la mesa, esta vez en forma de «buenos gestos» o «movimientos positivos», y Zapatero ha picado. ETA gana tiempo para su derrota, saca algo y el Gobierno socialista nos vende que su talante consigue que no nos maten. Zapatero está picando el anzuelo de ETA y los que lo pagaremos seremos los de siempre.

Aparentemente algunos vamos a vivir mejor, pero la realidad es que estamos más lejos del final del terrorismo. ETA vuelve a estar fuerte y mantiene las expectativas que había perdido de obtener réditos políticos. La idea de que con ETA no hay atajos se desvanece, la idea de que se puede acabar con ETA se desmorona y, por el contrario, vuelve a plantearse la imbatibilidad de ETA. La experiencia de que en el final de ETA no puede haber atajos se olvida. No puedo por tanto dar las gracias ni a la banda terrorista que me indulta, ni a las tácticas del presidente del Gobierno que han conseguido que sólo a nosotros, y de momento, nos perdonen la vida. No se puede dar las gracias a quien ha conseguido que hayamos retrocedido al año 1994 en la lucha contra el terrorismo, época en la que ETA tenía esperanzas de alcanzar su objetivos y mataba pero no a concejales. No puedo agradecer su estrategia a quien pretende que todo lo que hemos sufrido no valga para nada.