Ni contigo ni sin ti

Vaya por delante que este no pretende ser un alegato a propósito de los derechos de custodia sobre los hijos, sino una llamada de atención sobre la judicialización de una supuesta patología que, pretendiendo proteger al menor, le coloca en una situación afectiva límite.

Medio centenar de prestigiosos profesionales de la salud mental y de la judicatura acaban de denunciar, después de un año de investigación, que el SAP no tiene validez científica. Se conoce como síndrome de alienación parental (SAP) el proceso por el que se intenta romper el vínculo de los hijos con uno de los progenitores. Una especie de lavado de cerebro provoca que los hijos que sufren el síndrome sientan odio patológico e injustificado hacia el progenitor alienado.

El concepto SAP fue acuñado por el psiquiatra norteamericano Richard Gardner en 1985, aplicado a divorcios conflictivos o destructivos. El furor que causó en EEUU en su momento se ha tornado en reprobación, al haberse demostrado los efectos perversos de su aplicación, incluido algún suicidio infantil. Actualmente, la Asociación Norteamericana de Fiscales lucha abiertamente contra su empleo en los tribunales. En el ámbito científico, ni la Organización Mundial de la Salud ni otros colectivos que sirven de referente aceptan el SAP. Y, sin embargo, en los tribunales españoles cada vez se están produciendo más casos en los que se retira la custodia a la madre utilizando este diagnóstico, con el agravante de que suele tratarse de situaciones en las que existen denuncias previas por maltrato en la pareja o abusos de los pequeños.

Ateniéndonos a esto, no hace falta ser máster en psicología para entender lo que ha reconocido la propia delegada especial del Gobierno contra la Violencia sobre la Mujer, Encarnación Orozco, y es que unos niños que son testigos de las agresiones, de los gritos, cuando no son ellos mismos también víctimas, no necesitan que su madre añada más leña al fuego para sentir animadversión hacia su progenitor.

Con el fervor de los conversos, ahora que en EEUU se pone en cuestión la validez del SAP, en España equipos psicosociales de varios juzgados exponen a estos menores a un sufrimiento irreparable, puesto que la separación de la madre lleva consigo también arrancarles de su entorno. Ni los abuelos, tíos o primos maternos, ni sus amigos, ni sus compañeros de colegio pueden entrar en contacto con ellos. Esa es la filosofía del SAP, que quienes diagnostican siguen a rajatabla.

Situaciones tan inexplicables como la que sufren desde hace ocho meses dos adolescentes de 15 y 13 años en Tenerife. Recordarán el caso, porque fue impactante contemplar en la televisión sus súplicas y sollozos, mientras la familia paterna las arrastraba, literalmente, en cumplimiento de la sentencia. Confieso que después de la estremecedora escena pensé que las imágenes hablaban por sí solas y la sentencia había quedado en suspenso. Investigando sobre el SAP he comprobado con estupefacción que las menores que acusaron a su padre de abusos sexuales (el propio forense del juzgado emitió un informe confirmando rotura del himen en un caso e intento de penetración en el otro, aunque no han probado que fuera él), están viviendo con su presunto agresor. Eso sí, contra su voluntad y sometidas a terapia de acercamiento al padre, sin que parezca tener importancia que se trata de un hombre supuestamente violento y agresivo que durante diez años maltrató a su mujer, una procuradora de tribunales que ingenuamente creyó que con el divorcio había bastante y no hacían falta denuncias de por medio. Tampoco parece tenerse en cuenta que estas jóvenes, en una edad tan crítica, carezcan del referente materno, a quien solo le dejan hablar con ellas una vez a la semana, dos horas, y siempre en presencia de una psicóloga que evalúa su comportamiento.

El caso, documentado junto a otro de Manresa (en estos momentos en espera de sentencia) por la plataforma de profesionales de menores en riesgo, se repite también con una enfermera asturiana. Para el equipo psicosocial que la considera "delirante", no parece significativo que trabaje en el servicio de urgencias de un hospital, que haya tenido una orden de alejamiento y que sus hijos de 10 y 12 años lloren cuando transcurren las cuatro horas que puede permanecer con ellos, cada 15 días, en un punto de encuentro bajo la atenta mirada de un terapeuta que no les deja ir solos ni al lavabo. De nada sirven los informes de psiquiatras que avalan su perfecta salud mental, el apoyo del Consejo de Enfermería de España o aplicar el sentido común, es decir, que con esa afectación mental no podría estar en contacto con pacientes, a no ser que el centro sanitario incurriera en una negligencia.

Ninguna de esas dos mujeres podrá pasar las Navidades con sus hijos, ni celebrar sus cumpleaños, ni siquiera llamarles por teléfono, porque el SAP dice que son una mala influencia para sus pequeños.

Una de las razones de su invisibilidad en los medios tiene que ver con la interpretación que se hace en el juzgado de su supuesta habilidad manipuladora para convencer a los periodistas.

Por eso, esta es una buena ocasión para que los medios de comunicación ejerzamos esa capacidad de denuncia, sin necesidad de truculentas escenas, ni servidumbres a los shares, ni mucho menos exponiendo a las víctimas. Simplemente tenemos que dejar hablar a los reconocidos expertos que han investigado a fondo y comprobado los fallos de un sistema judicial que no hay por qué cuestionarse, sino simplemente corregir.

Begoña del Pueyo, periodista.