Ni democracia ni dictadura interna

La única certeza que tenemos ante el futuro es que casi nunca sucede lo que se ha previsto, o cómo se ha previsto. Afirmación que sirve también respecto a los pronósticos en unas eventuales elecciones, aunque en este caso las encuestas sirven para desbrozar algo la maleza que oculta el horizonte del resultado final.

Sea lo que fuere, he utilizado el adverbio casi porque a veces sí que ocurre lo que se ha previsto, incluidas algunas elecciones futuras, como parece ser el caso de las autonómicas de Madrid, que se celebrarán en la próxima primavera. Por supuesto, insisto en que el futuro no está escrito, pero nadie duda de que Esperanza Aguirre volverá a obtener por tercera vez la mayoría absoluta. Y, sin embargo, en las primeras elecciones autonómicas a que se presentó, el 25 de mayo de 2003, a pesar de haber obtenido el mayor número de votos, estuvo a punto de no alcanzar el Gobierno, porque el PSOE e IU tenían mayor número de diputados. Sin embargo, los famosos tránsfugas Tamayo and company impidieron el gobierno de izquierdas, al traicionar al PSOE.

Pero como esa corrupción permitida podía empañar el nuevo Gobierno del PP, Aguirre fue partidaria de que se repitiesen las elecciones el 26 de octubre del mismo año, en las que obtuvo ya, sin malentendidos, una clara victoria absoluta, que repitió en las elecciones del 27 de mayo de 2007, y que casi con toda seguridad volverá a repetir en las próximas. Ahora bien, la cuestión que se plantea aquí es la de saber si el ejemplo que ofreció José María Aznar, al renunciar a presentarse a un tercer mandato, fue como una golondrina que no hacía verano o, por el contrario, el PP acabará implantando algún día la saludable idea de que no se deberían permitir más de dos mandatos de cuatro años en todos los cargos.

Si fuese así se abriría una posibilidad para el candidato o candidata del PSOE, ante otro político del PP, puesto que de volverse a presentar Esperanza Aguirre no existirá ninguna posibilidad en absoluto. Los sondeos nos confirman una y otra vez que la actual presidenta goza de una enorme popularidad en la Comunidad de Madrid y mientras no la pierda es una candidata imbatible. De ahí que resulte ridículo el actual sainete a que estamos asistiendo en este verano, en el que en vez de consagrarse el Gobierno a presentar un proyecto creíble para superar las crisis política y económica que aquejan a España, se dedique a buscar un aspirante que encabece la lista del PSOE en los próximos comicios autonómicos.

Ello sería comprensible si ese candidato fuese para ganar a Aguirre, pero como ésta parece seguro que se volverá a presentar, quien sea nombrado candidato será para perder y, por tanto, da igual que sea Juana que su hermana. Pero parece ser que el presidente Zapatero se aburre en Madrid con estos calores, y piensa que con Trinidad Jiménez, probable candidata, asistiríamos en mayo, como en aquella película, a un Duelo de titanes o, como diría la Ministra de Igualdad en su nuevo castellano, a un Duelo de titanas.

Lo que ha puesto de relieve el enfrentamiento entre Zapatero y Tomás Gómez es que en el PSOE actual ni existe democracia interna, como establece la Constitución en su artículo 6º, ni tampoco se rige por una dictadura interna, según la cual los candidatos y su colocación en las listas los señala el líder y su camarilla, en función de sus apetencias y lealtades. Zapatero había acumulado en su doble presidencia, la del partido y la del Gobierno, un poder inmenso que muy pocos se atrevían a discutir. Pero los días de vino y rosas han pasado ya, y un candidato tan opaco y acomodaticio como Gómez se le ha subido a las barbas y se ha negado a dejar su puesto de número uno en la lista a la actual ministra de Sanidad. La consecuencia es que si falla la dictadura interna se recurre a la democracia interna y, por consiguiente, se van a convocar primarias para dilucidar quien será el que pierda las elecciones frente a Esperanza.

Lo curioso del caso es que Trinidad Jiménez, que es una persona sensata y razonable, no aprende, pues vuelve a repetir el suicidio político que ya perpetró en 2003, cuando quiso medir sus fuerzas con un candidato tan discutible como Ruiz-Gallardón para la alcaldía de Madrid. Ahora, sin embargo, lo tiene mucho peor, porque la presidenta de la Comunidad es una candidata mucho más sólida que el actual alcalde, y ya se sabe aquello que dijo Cicerón: «Humano es errar, pero sólo los necios perseveran en el error». Es más: semejante aberración podría entenderse si el presidente del Gobierno hubiese aconsejado a su ministra de Sanidad que se inmolase en razón de una militancia dura en tiempos de crisis. Pero si nos atenemos a lo que ha dicho la interesada, ha sido ella solita la que ha decidido dejar el sillón de ministra que, por cierto, debería abandonar ya para no utilizar el poder de su puesto en beneficio propio, y competir así en igualdad de condiciones con su rival Tomás Gómez, a quien sin embargo parece que le apoyan la mayoría de los militantes del PSM. Veremos cómo acaba el vodevil estival.

Pero pasando de la anécdota a la categoría, deberíamos aprovechar esta ocasión para insistir una vez más en que en España no hay ningún partido que internamente sea democrático, como obliga el artículo citado de la Constitución, y que por tanto ha llegado la hora de que los dos grandes partidos nacionales, como mínimo, se pongan de acuerdo para solucionar de una vez por todas la forma antidemocrática de nombrar a los candidatos en las elecciones, sobre todo en las elecciones en que rige la representación proporcional y son necesarias las listas, pues en la política, como ocurre en las matemáticas con los números, el orden de colocación es esencial. Con todo, el problema caciquil de los partidos existe incluso en el Senado, en donde el sistema mayoritario basado en listas abiertas y desbloqueadas no impidió que Ruiz-Gallardón, cuando se presentaba a estas elecciones, exigiese a su partido que no hubiese ningún candidato que por orden alfabético fuese antes que él en las listas. Entonces sólo podían ser senadores, además de él, aquellos cuyo apellido comenzase por S,T, U, V, W, X, Y y Z.

En consecuencia, el método más democrático que existe hasta ahora es el de las primarias, que el PSOE ya ha ensayado alguna vez y el PP no. Las variantes son numerosas, pero se trata en cualquier caso de que sean los militantes de cada municipio o comunidad autónoma los que elijan a los candidatos para las elecciones de estos dos niveles, pues en el caso de elecciones generales el planteamiento podría ser distinto. La justificación de esta necesidad es muy simple, pues aparte de lo que dice la Constitución, si los ciudadanos pagamos en parte a los partidos políticos, deberíamos exigir, mediante la reforma de las Leyes Orgánicas de los Partidos Políticos y de la Financiación de los mismos, que, como ha sostenido el director de EL MUNDO, no se concediese ninguna subvención a los partidos que no demostrasen una democracia interna innegable. Pero sobre esto habrá que volver.

Lo más probable, en suma, es que Trinidad Jiménez gane las primarias a Tomás Gómez, víctima en ese caso de un caciquismo expansivo, y que, más tarde, Esperanza Aguirre revalide su mayoría absoluta, porque el único que la podía haber ganado, según ha confesado él mismo que le reconoció ésta, fue Gregorio Peces- Barba en 2003. Pero ni se presentó entonces, ni se presentará ahora, por lo que mi brillante ex alumna puede estar tranquila...

Jorge de Esteban, catedrático de Derecho Constitucional y presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO.