Ni griego ni latín

Por Francisco Rodríguez Adrados, miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia (EL PAÍS, 12/06/06):

Vuelvo a escribir de educación y de griego y latín en EL PAÍS. Aquí, en 1984, empecé mis campañas en relación con las lenguas clásicas y de otros baluartes culturales; algo se ha logrado. Escribo sobre este tema aquí y en todas partes, es un tema a todos común. Pero las cosas van de mal en peor y alguien ha de decirlas.

Leo el texto de la LOE, aprobado por el Congreso y el Senado, buscando algo sobre el griego y el latín. Veo que, en este aspecto, nada se ha retocado del anteproyecto y el proyecto, sobre lo que otros y yo hemos escrito, hemos hecho visitas, una rueda de prensa, un manifiesto firmado por más de 2.500 personas, de entre las más importantes en la cultura de España. Gentes de las humanidades, las letras, las ciencias, las artes, el cine, la música, la política, las academias de la Lengua y de la Historia. Pues bien: nada se ha retocado. Nadie, parece, ha presentado enmiendas (y las pedimos, escribí "a quien corresponda"). Parece que sólo el tema de la religión es importante. Nada se ha retocado, insisto, todo sigue igual.

Antes, frente a leyes inmisericordes, lográbamos mejoras en los decretos. A ver ahora.

Una ley en que el griego y el latín del bachillerato no son siquiera mencionados, me resulta una vergüenza. Es la primera vez en la historia de España. Quien pueda remediarlo, que lo remedie.

Veremos. Esta nueva ministra de nada es responsable. Pero se le pide que aporte mejoras, no deje que prospere algo que es lamentable. Porque, yendo derecho al tema, sobre el bachillerato, en esa ley, lo único que se dice es, tras mencionar montones de materias obligatorias, que "corresponde a las administraciones educativas la ordenación de las materias optativas". ¿Qué materias? ¿Y qué administraciones? Supongo que las autonomías y los centros, entre otras. ¿Y es que el ministerio no es una administración educativa? ¿Vamos a quedar a la discreción o el capricho de órganos que se mueven al son de no sabemos qué designios?

Cuando la LOGSE se aprobó, en el decreto de estructura del bachillerato de noviembre del 91 se establecieron 11 materias propias del bachillerato de humanidades y ciencias sociales; entre ellas, dos de latín y una de griego (dos en la LOCE). Yo había oído a Solana y Rubalcaba que ellos no querían pasar a la historia como aniquiladores o verdugos de las clásicas.

Y esto es lo más que conseguimos; cuento el detalle en mi Defendiendo la enseñanza de los clásicos griegos y latinos. Luego, durante los años del PP, pedí personalmente a Aznar que dividiera humanidades y ciencias sociales en dos ramas, y en la primera hiciera el latín y el griego obligatorios, quitara estorbos: ningún caso.

Al menos algo se había logrado, ya ven, para el latín y el griego en el bachillerato, en los decretos de la LOGSE. Un paraíso al lado de hoy, en que se nos entrega a mil autoridades. Ofrezco esto, para su consideración, a la ministra.

Esto, en el bachillerato. Para la ESO, la cultura clásica, que habían introducido los socialistas como paliativo al desastre del latín, así como las ganancias de la LOCE (una cultura clásica para todos en tercero, un latín en la rama de humanidades en cuarto), quedan anuladas. La nueva LOE dice como mucho que "los alumnos cursarán alguna materia optativa. La oferta de materias optativas deberá incluir, en tercero, una segunda extranjera y cultura clásica" (entre no se sabe qué mogollón ofrecido no se sabe por quién). En cuarto habrá un latín en una lista de siete materias de entre las que habrá que elegir tres. Esto es todo.

Desastre total, es bien claro. Quizá los decretos que esperamos puedan mejorarlo. Griego y latín están en la base de la cultura española y de la lengua española. Y, después de todo, el presidente Zapatero me escribía el 25 de noviembre pasado, cuando respondí a su felicitación por el Premio Nacional de Traducción, que "las lenguas clásicas (...) constituyen un importante bagaje cultural para la enseñanza y la cultura del país... No sólo no desaparecen como asignaturas, sino que mantienen una vigencia total". En sus manos está.

En fin, habría que frenar esa decadencia cultural que amenaza aquí y en toda Europa. Los indios y los musulmanes difunden a sus clásicos. Aquí, ya ven. ¿Y qué decir de la Unión Europea, que tanto presume de Roma, Sócrates, Carlomagno? Cuando escribí, en nombre de veintitantas sociedades europeas, a Samper y Prodi, sucesivos presidentes de la Comisión Europea, me respondieron excusándose. No tenían poderes... (Yo sólo pedía una recomendación a los gobiernos). Ahora los tienen para impulsar los famosos acuerdos de Bolonia, que están en trance de dar por tierra con las universidades como centros científicos.

Por cierto que, ya que toco el tema de las universidades, es favorable que, por lo que se oye, vaya a prosperar una titulación de Filología Clásica. Es lo menos que podía esperarse. Pero es tremendo eso que también se oye de que un licenciado de tres años (ahora cinco) vaya a tener, para ejercer la docencia, que dedicar dos cursos extra a la psicopedagogía.

Por favor, tras un mínimo currículo de tres años, los alumnos saldrán con un mínimo bagaje cultural: que no vayan a lavarles el cerebro con algo que no necesitan y que les hará olvidar lo que saben. Sólo se puede impartir algo que se conoce, no lo que se ignora, ni la manera de enseñarlo. ¡Enseñar a enseñar lo que se ignora! Nosotros, los conocedores del tema, somos suficientes. Y el ansia de colocar a unos licenciados no es argumento suficiente para que entren a tornillo, por hechos consumados, en territorios culturales ajenos. Hay quien tiene poder para evitarlo.

Las Facultades de Filosofía y Letras de toda España están dirigiéndose o se han dirigido al Ministerio de Educación manifestándose contra esa propuesta.

Vean ustedes, vuelvo a la enseñanza secundaria. He escrito que la Segunda República, con la cual discrepo en muchas cosas, fue un importante experimento cultural. Llevó más lejos lo que la Monarquía había iniciado. Las humanidades y las ciencias eran protegidas, florecieron esplendorosamente.

En la primaria, la media, la universitaria, el Centro de Estudios Históricos, el Rockefeller. En tantos sitios más. Para volver a las clásicas, don Ramón Menéndez Pidal creó un lugar para ellas en el Centro de Estudios Históricos, fundó la revista Emérita que ahora dirijo yo. Todo bajo un ministro socialista, Fernando de los Ríos. Luego se hizo un bachillerato con cinco años de latín, con intención de implantar el griego.

Y hubo continuidad, más tarde, tras la Guerra Civil: por fortuna. Y un crecimiento enorme de los libros, los estudios, el profesorado. Laín Entralgo me decía que la Biología y la Filología Clásica eran los logros más importantes de España, culturalmente hablando.

Tenemos melancolía, porque desde entonces no hemos recibido más que golpes, a partir de 1970. Ni se sabe por qué: no los explican, se limitan a actuar calladamente. Yo elevo mi protesta: lo considero intolerable, me dirijo a todo el que quiera escuchar. Y tenga sentido de lo que es la cultura. Este último golpe que he descrito es el peor, pero todavía tiene un cierto remedio.