Nicaragua no recupera el miedo

Golpistas y asesinos. Así es como calificó el presidente Ortega en su discurso a los obispos de Nicaragua. Y lo hizo delante del nuncio Stanislaw Waldemar Sommertag en la plaza Juan Pablo II de Managua en la celebración del 39º aniversario de la revolución sandinista el pasado 19 de julio. No habían pasado ni 10 días y la sociedad civil había reaccionado. El pasado sábado, los nicaragüenses volvieron a salir una vez más a las calles; esta vez para apoyar a los representantes de la Iglesia católica ante la campaña de desprestigio que el gobierno ha iniciado en su contra.

Después de que, por medio de carta escrita, el presidente solicitara a la Conferencia Episcopal Nicaragüense el papel de mediadores en la mesa de diálogo nacional, ahora solo los insulta y desprestigia de todas las maneras posibles. Pretende que estos renuncien al rol que les pidió. Les ha acusado de guardar armas en las iglesias, de ayudar a los golpistas, de torturar a personas, de incitar al odio, de terroristas. Sin poder demostrar ninguna de estas acusaciones. Ha profanado iglesias, les ha enviado a las turbas, hirió a algunos, les ha inventado falsas historias, les ha hecho montajes en las redes. Pensó que iba a poder manipularlos y ahora que ve que no puede, quiere cambiar de mediadores. Así que la gente ha salido en masa a manifestarse otra vez.

“Que no nos toquen a nuestros obispos”, me decían a mí por Twitter. La profanación de varias parroquias y las agresiones verbales y físicas de las que han sido víctimas, no pasan como si nada para el pueblo. “¿Quién dijo miedo?”, “Obispos héroes de la paz”, “Viva la Iglesia Católica”, “la primera que quiere la paz es la iglesia”, decían algunas de las pancartas que llevaba la gente. Pero no eran solo católicos los participantes en la marcha, también evangélicos y ateos se unían. “Aquí no hay diferencias religiosas, ni de clases, porque todos somos hijos de Dios, que quieren la libertad y la paz de nuestra bella Nicaragua”, me decían por Twitter. El reconocimiento a la Iglesia Católica es por parte de todos los que protestan contra el régimen. “Amamos a nuestra iglesia profética y perseguida. La voz de ellos resuena y da frutos de bien”, otro tuit.

No se trata de una iglesia politizada o de la teología de la liberación como confunden algunos en Europa. Se trata simplemente de una iglesia que se ha posicionado de parte de las víctimas, de los muertos, de los torturados. Una iglesia que dice la verdad a los poderosos sin miedo y que actúa con empatía y sensibilidad hacia los que sufren. En definitiva, la iglesia que predicó Jesucristo y que está siendo un ejemplo para el mundo.

Una marcha así en apoyo a los obispos es impensable en Europa. La gente llevaba banderas del país y de la Iglesia católica, imágenes de la Virgen en procesión y mientras caminaban iban rezando, otras veces cantando el himno nacional. “Es lo menos que podemos hacer por nuestros pastores y por nuestra Iglesia que han sido nuestro escudo ante semejante represión. Viva nuestra Iglesia, vivan nuestros Obispos”, me decían en otro tuit. “Dan ganas de llorar, es hermoso el respaldo de la gente nicaragüense hacia la iglesia, Dios está con nosotros y pronto Nicaragua será libre de esta dictadura”, expresaba otro.

A la gente no le amedrantó la presencia de antidisturbios y eso que no sería la primera vez que les dispararan por manifestarse, ni la primera que tomaran nota de las caras de los asistentes para después detenerlos por participar en la manifestación. Esta vez, la mayoría ni siquiera llevaban las caras tapadas. Y eso que, desde el 16 de julio de este año, cualquiera puede ser detenido por delito de terrorismo simplemente por participar en una de estas marchas.

Si pasas una botella de agua a uno de los protestantes y te ve un policía o un sapo, irás a la cárcel por financiación del terrorismo. Si te expresas contra el régimen en las redes sociales y usas tu nombre y apellido verdaderos, serás detenido por terrorista. Si te vieron en una marcha, si estuviste en una barricada, si te encuentran un mortero o un tirachinas, tanto si hiciste como si no hiciste cualquiera de las tipificaciones que aparecen en la nueva Ley antiterrorista en Nicaragua, puedes ser condenado entre 15 y 20 años de cárcel. Hoy cualquiera puede ser un terrorista en el país. /58 personas fueron detenidas en 24 horas el lunes pasado.

Se trata de la ley contra el Lavado de Activos, la Financiación al Terrorismo y a la Proliferación de Armas de Destrucción Masiva que es casi un calco de la famosa ley orgánica contra la delincuencia organizada y financiamiento del terrorismo, de Venezuela aprobada el 31 de enero de 2012.

Con esta ley, Nicaragua ha entrado en la tercera fase de represión, en palabras de Paulo Abrão, secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Una fase más cruda, en la que se legaliza la represión y se criminaliza a los manifestantes. Una ley por la que cualquier persona se oponga al régimen puede ser acusada de delito de terrorismo o de odio. “Ha habido un proceso de transformación de la represión más cruda, más explícita, un proceso de represión burocrática, utilizando la propia institucionalidad, el sistema de justicia para detener a las personas, promover acciones y procesos judiciales en su contra”, dice el secretario de la CIDH.

La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció que la ley sobre terrorismo pueda usarse para criminalizar la protesta pacífica. “El texto es muy vago y permite una amplia interpretación que podría provocar que se incluyera (en la definición de terrorista) a personas que simplemente están ejerciendo su derecho a la protesta”, afirmó en una rueda de prensa el portavoz de la Oficina, Rupert Colville.

La primera fase, según la CIDH, se dio desde el inicio (19 de abril) de las protestas hasta mitad de junio. En ella hubo una “represión tradicional con el uso desmedido de la fuerza de la policía directamente contra los manifestantes”.

La segunda fase, en cambio, fue la llamada “Operación limpieza”. Paulo Abrão explica que en este período el Gobierno se dedicó a eliminar los llamados tranques y barricadas que la ciudadanía había colocado por todo el país. Se convirtió en ataques de paramilitares y policías contra la población civil.

El país centroamericano cumplió ya 100 días de protestas el 26 de julio y durante este período la represión ha dejado: 348 muertos, 2,830 heridos, 72 con lesiones permanentes, 758 secuestrados (123 siguen sin aparecer). El problema es que las cifras no decaen y siguen en aumento día tras día.

Por otro lado, la economía es incierta; los paramilitares han saqueado negocios, han invadido tierras privadas, los colegios y universidades han estado parados, muchos autónomos sin poder trabajar. Y ahora, además, el Ministerio de Hacienda y Crédito Público está negándose a entregar los avales de exoneración que requieren los empresarios para sacar de la Aduana sus productos importados

La agencia Fitch Ratings pronostica para Nicaragua más desempleo y endeudamiento, además de menos crecimiento económico. Y explica que “la reducción de la crisis y una reforma de la Seguridad Social podrían mejorar la trayectoria fiscal. El conflicto prolongado reduciría el crecimiento del PIB”. No hay país que pueda mantener muchos meses este caos sin verse afectado económicamente, pero Nicaragua, que es uno de los más pobres de América, mucho menos.

Para el Gobierno, el país ha vuelto a la normalidad. Tanto que el Instituto Nicaragüense de Turismo (Intur) lanzó esta semana una campaña para atraer turistas en medio del caos. Y mientras los canales de televisión oficialistas dan la victoria al presidente y dicen que ha recuperado el orden y la paz en el país, las protestas y manifestaciones continúan, la presencia de paramilitares armados sigue atemorizando a la población y no solo las detenciones arbitrarias, sino también las irregularidades sorprenden cada día a la gente.

El viernes pasado, el hospital de la ciudad de León despidió a 40 médicos, muchos de ellos especialistas escasos en el país. Su delito: Haber atendido a los heridos que llegaban al hospital cuando se había dado la orden de no atenderlos. La situación es muy seria porque enfermos graves quedan sin médicos.

Pero Ortega ha empezado a dar entrevistas a cadenas de televisión extranjeras. Primero a Fox News de Estados Unidos, después a TeleSur de Venezuela y el martes lo hará Euronews. Quiere vender al mundo –no sin contradicciones– que él es víctima de un golpe suave de la derecha en el país, pero que ya está controlado, que él ya ha vencido y que Nicaragua ha recuperado la paz. Por eso, las protestas continúan, los paramilitares patrullan las ciudades, siguen matando y deteniendo gente, la gente se declara en desobediencia civil continua, y siguen gritando en las calles y en las redes que ya no quieren más dictadura.

Xiskya Valladares es filóloga, periodista y doctora en Comunicación.

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