Niños y obesos

Va siendo la hora de los porqués. Sabemos desde los inicios de la pandemia que la vasta mayoría de los niños están más protegidos contra el coronavirus, por ejemplo, y que las personas con diabetes de tipo II, la asociada al sobrepeso, sufren peores consecuencias que la mayoría de la gente. Esos datos son relevantes en sí mismos, pero necesitamos entender los porqués, por qué los niños están más protegidos y por qué los obesos están más expuestos. Constatar un hecho es solo un primer paso de la investigación científica. Pero es averiguar por qué ocurre lo que abre una nueva puerta al conocimiento y a sus aplicaciones médicas. Dos trabajos acaban de abordar este asunto clave.

La microbióloga Betsy Herold, de la Facultad de Medicina Albert Einstein, en el Bronx neoyorkino, y 18 colegas más o menos relacionados con ese barrio bajo de la capital del mundo libre, presentan en Science Translational Medicine una comparación de las respuestas inmunológicas al SARS CoV-2 que muestran unos 120 niños y adultos. Resulta que la respuesta específica contra el virus funciona mucho mejor en adultos que en niños por cualquier parámetro que se considere. ¿Qué pasa ahí entonces? ¿Por qué los adultos sufren más que los niños? Como siempre, el diablo mora en los detalles.

Es este sistema inmune innato hiperactivado el que protege a los niños, y el que falla en los adultos

Lo que llamamos sistema inmune incluye dos dispositivos biológicos muy distintos. Uno es el sistema inmune “adaptativo”, lento y exquisitamente preciso, una población compleja de células que se generan en la médula ósea, circulan por la sangre, se infiltran en cualquier tejido y producen anticuerpos y receptores celulares diseñados específicamente contra el coronavirus invasor. Esta es la maquinaria que está inmadura y poco entrenada en los niños. A cambio, los niños tienen a tope el otro sistema inmune, el “innato”, que es mucho más burdo pero también más rápido y reacciona en cuestión de horas contra casi cualquier cosa que no haya visto antes.

Es este sistema inmune innato hiperactivado el que protege a los niños, y el que falla en los adultos. Esto no significa que un niño no pueda morir de covid-19, sino solo que esa es una vicisitud mucho más infrecuente que en adultos. En la muestra del Bronx, 5 niños (frente a 22 adultos) precisaron ventilación mecánica, y dos niños (frente a 17 adultos) murieron. La protección conferida por el sistema inmune innato declina deprisa con la edad, y ni siquiera los adolescentes se benefician de ella.

Ahora vamos con la obesidad, que a diferencia de la niñez empeora el pronóstico del paciente. ¿Por qué? No faltan razones. La mera presencia de grasa en el cuerpo dificulta la acción del sistema inmune (adaptativo, en este caso). El sobrepeso es además la ruta más fiable hacia la diabetes de tipo II, la enfermedad metabólica, la hipertensión y varios otros jinetes del apocalipsis. Eso no ayuda a las células inmunológicas –ni a ninguna otra— a funcionar bien. Esto no es ninguna novedad, y ya se detectó en la pandemia de gripe H1N1 de 2009. Si no tiene la suerte de ser un niño, adelgace.

Javier Sampedro

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