No a locos planes soberanistas en Navarra

Tres eran las principales incógnitas políticas que debían despejarse con el resultado de las elecciones forales y municipales en Navarra del pasado 22 de mayo: las consecuencias que tendría la ruptura de Unión del Pueblo Navarro y el Partido Popular a lo largo de la pasada legislatura; la recuperación o no del PSN-PSOE, en claro declive desde que perdió las elecciones forales de 1991, tras siete años triunfales; y los efectos de la irrupción en el panorama político de la nueva coalición Bildu (formada por EA, Alternatiba y, sobre todo, Batasuna, a través de un buen número de candidatos independientes).

La ruptura entre UPN y PP, que juntos en un solo partido gobernaron Navarra desde 1991, y la lucha electoral de ambos por separado no han cambiado mucho los números electorales. Si el primero ha perdido tres escaños en el Parlamento de Navarra (19 de un total de 50), el segundo ha conseguido cuatro tras su primera contienda política con nombre propio. Pero es menester evocar los dos escaños que ocupó en la legislatura anterior una escisión de UPN, Convergencia de Demócratas Navarros (CDN), que en esta ocasión se ha evaporado, como predecían las encuestas. Sus casi 5.000 votos se han malogrado, y seguramente otros posibles de ciudadanos que antes premiaron esas siglas y que ahora pueden haberse abstenido o, como otros muchos, haber emitido votos en blanco o nulos -votos todos ellos que han crecido en estas elecciones-, a pesar de que la ocasión era propicia como será difícil encontrar otra. No todos los votantes de la antigua UPN se sintieron satisfechos con la ruptura, y algunos ya venían anunciando su desencanto y su protesta. La ley D´Hont se ha cobrado también su parte alícuota. Y todo, a pesar del trasvase de votos desde terrenos del Partido Socialista, habitual ya desde los 90.

El PSN-PSOE sigue, por desgracia, sin recuperarse electoralmente. Dejando aparte la calidad de las listas principales, mala como ella sola la de Pamplona, la que fuera primera fuerza en Navarra -bien es cierto que tras el hundimiento súbito de UCD y antes del crecimiento de UPN- ha llegado a su cota más baja (15´8% del voto válido), logrando sólo 9 escaños en el Parlamento y sólo tres en el Ayuntamiento de la capital. Por fortuna, y al revés que hace cuatro años, ha vuelto a ser el segundo partido político en número de votos y escaños, y obligado-privilegiado interlocutor por ahora del partido mayoritario y hegemónico desde el comienzo de los 90 -UPN- a la hora de los pactos institucionales y políticos principales, así como colaborador responsable en la difícil gobernanza de la Comunidad Foral, lo que complace a la mayoría de los navarros, mientras le cuesta caro por parte de algunos militantes clásicos.

Para los que conocemos desde sus orígenes a Batasuna y todos sus variados avatares, con una fuerte y continua presencia entre nosotros, esa irrupción de Bildu aquí y sobre todo en Euskadi, tras las muchas semanas de propaganda-antipropaganda y el heroico paso por el Tribunal Constitucional, no ha sido nada de extrañar. Unos meses más de entrenamiento, y los resultados hubieran sido aún mejores. En Navarra los primeros rostros de la coalición son de jóvenes militantes de EA, cofundador de Na-Bai, pero los votantes en su mayoría pertenecen a las viejas milicias batasúnicas, alegres y combativas. Se han quedado esta vez con muchos votos de la exitosa coalición de las elecciones anteriores, desgarrada recientemente en tres facciones. Con todo, NaBai (Aralar+PNV+independientes), pese a la pérdida de cuatro escaños, se ha mantenido bien, mejor en el Parlamento (ocho escaños frente a siete de Bildu) que en el mapa municipal fuera de Pamplona, gracias a las dos principales cabezas de cartel, una de ellas el fundador de Aralar, escisión de Batasuna, cuyo empuje electoral no ha sabido resistir en Euskadi, abriéndose serios interrogantes sobre su futuro.

A la desaparición de CDN, con sólo un puñado de concejales dispersos, hay que añadir el tercer escaño parlamentario de Izquierda Unida, nutrida ahora por una pequeña formación de izquierda vasquista, con la que ha unificado sus siglas, recogiendo visiblemente algunos de los votos huidos del lado izquierdo del PSN y del mismo lado, independiente y no independentista, de la antigua Na-bai, de la que procede.

Sin mayorías absolutas, como de costumbre, los pactos en esta tierra bronca pero pactista por tradición son el quehacer de cada día. En el loco verano de 2007, el PSN estuvo a punto de perder la cabeza con una coalición soberanista-independentista (a la que llamaba donosamente nacionalista y hasta vasquista), más votada que él y que le prometía la manzana del poder largamente deseada. Esta vez la tentación de contar con Bildu, contribución necesaria de todo punto para cualquier alternativa a una mayoría constitucionalista y foral, fue descartada por el secretario general del PSN, un día después que lo descartara para Euskadi el lehendakari del Gobierno Vasco

Lo demás son habas contadas: Gobierno de coalición, a pesar de los desproporcionados números, o las sólitas obligaciones y compensaciones mutuas de rigor durante la legislatura.

Cosas de intendencia, una vez pactada la estrategia.

Víctor Manuel Arbeloa, escritor, ex eurodiputado y ex dirigente de los socialistas navarros.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *