No echar leña al fuego

No, señores obispos, no; no, por favor. No cedan a la tentación de elevar a la gloria de los altares a casi medio millar de mártires. A nadie se le ocurre pensar que los presentados por el Episcopado español como candidatos a la beatificación no sean dignos de ese honor. Son mártires, sin duda alguna; pero su beatificación, tal como está programada para el próximo mes de octubre, llega en un momento sumamente delicado y comprometido. O sea, que no está el horno para bollos, señores obispos.

Dicen ustedes que desean «fomentar el espíritu de reconciliación», espíritu que hoy «parece amenazado en nuestra sociedad». Pues -con perdón- se equivocan, señores obispos, de cabo a rabo. La beatificación creará división en la sociedad de hoy. Ustedes la han advertido, como no podía ser menos; y lo han temido y por eso han dado a luz una nota para explicar su decisión. La nota sin embargo no convence a nadie. Dice que la beatificación no va contra nadie, que no se trata de buscar culpables, que nadie ha de temer nada de la glorificación de ese casi medio millar de hombres y mujeres a los que se les arrebató violentamente la vida porque no quisieron renegar de su adhesión al evangelio. En la galería obran obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y hasta dos seminaristas. Gentes de paz y gentes de bien, a buen seguro, que «pudieron evitar la muerte con solo haber dicho una palabra contra su fe», como ustedes han tenido a bien recordárnoslo.

Todo esto está muy bien; pero ¿por qué tanto cuidado en evitar la expresión 'mártires de la guerra civil' (1936-1939) y recurrir a denominarlos asépticamente 'mártires del siglo XX'? ¿Por qué ese extremo cuidado en trasladar la beatificación a Roma y alejarla de España para lo que Benedicto XVI ha tenido que hacer una sonada excepción a la norma impuesta por él mismo de que las beatificaciones se celebren lejos de la ciudad eterna? ¿Por qué celebrar una beatificación de tales mártires -algunos sacrificados no menos que en Paracuellos del Jarama- cuando la sociedad se enfrenta en dos partes irreconciliables a la sola mención de la guerra fraticida y cuando la propuesta de una ley de memoria histórica está creando unas ronchas amargas en más de media España?

Si algún tiempo es inoportuno para la beatificación de los mártires es éste, precisamente. Aunque no lo pretendan lo más mínimo, señores obispos, su determinación contra viento y marea no podrá menos de aparecer a los ojos de muchos como una réplica al proceso de memoria histórica, parcial, divisora, sectaria a juicio de no pocos.

Por favor, no echen más leña al fuego.

Manuel de Unciti, sacerdote y periodista. Le contesta Javier Otaola, abogado y escritor: Memoria sin ira.