No es fácil ser policía

Nunca ha sido fácil ser policía, creo. Y aquí el término policía designa no solo a los Mossos, sino a los demás cuerpos policiales. Esta semana pasada ha sido muy dramática, y la cifra de 400 agentes heridos, algunos de gravedad, nos viene a recordar que una de las cosas que distingue una democracia de una dictadura es que en la primera, en caso de manifestación violenta, se producen tantos o más heridos entre la policía que entre los manifestantes. En la segunda, no.

A diferencia de otro tipo de ciudadanos más abajo citados, los policías tienen muy limitada su capacidad de reacción individual. Están sujetos a una disciplina y a unas reglas de acción altamente estresantes, tienen muy limitada su autonomía organizativa, vuela sobre la institución algo que en todos los países se llama más o menos Unidad de Asuntos Internos. Y tienen una situación que ha de ser muy agobiante. En el caso de los Mossos, el conseller Buch ha estado esta vez a la altura de su responsabilidad, aunque muy solo cabe decir. El resto del Govern no, al menos hasta el viernes. Y el señor Torra, realmente, sigue siendo un pésimo comediante aunque cite (Dios le perdone) a Václav Havel como guía e inspirador…

Los policías necesitan no solo autonomía funcional, que esta vez se ha dado y en 2017, no. Necesitan sobre todo un respaldo político e institucional a prueba de crisis. ¿Saben ustedes que hay mossos independentistas y mossos constitucionalistas, y que en las redes sus debates suben de tono? A escala operativa no se ha notado en absoluto; es una buena señal de profesionalidad. Y no sé si saben ustedes que en Francia, con las brutales manifestaciones de los chalecos amarillos, se han suicidado en lo que va de año 47 policías. ¿Saben lo que los chalecos amarillos escriben en Twiter o pintan en sus grafitis?: “Poli, suicídate”, o también: “Poli suicidado, medio perdonado”.

Otras categorías de ciudadanos tampoco lo han tenido fácil estos días. Por ejemplo, los camioneros de media Europa atrapados en 35 kilómetros de cola del lado español de La Jonquera, y en 100 kilómetros de cola del lado francés, lío en el que colaboraron con gran dedicación los famosos chalecos amarillos. Curiosamente, TV-3 interrogaba a algunos de los conductores, que respondían comprendiendo a los manifestantes y en algún caso solicitando que “dejasen paso alternativo”, pero furiosos, ninguno…

No ha sido fácil para algunos grupos de manifestantes que en la tarde del viernes se interponían físicamente entre la policía y los encapuchados. No fue fácil, la otra tarde, para nuestro héroe de la semana pasada, José Frías, jubilado más cerca de los 90 años que de los 80, encorvado por el paso del tiempo, afrontando a grupos de “heroicos encapuchados” veinteañeros con un bastón en la mano. Algunos periodistas han hecho su trabajo: se acercaron a don José, y le preguntaron del porqué de su actitud. Respondió que pretendía evitar alguna desgracia mayor. Por cierto, uno de los heroicos encapuchados llamó “fascista” a José y le amenazó con “darle una patada en la boca”, me contó un familiar que presenció la escena a pocos metros. Tampoco ha sido fácil para algunos periodistas, a los que después de décadas de ver manifestaciones les hemos visto estrenarse en la necesidad de trabajar con casco (y no de ciclista). Y aquí cabe señalar que, como le sucedió a un fotógrafo de EL PAÍS, la policía se excedió mucho con algunos de ellos. No es fácil, día a día, para los sufridos trabajadores municipales tener que fregar, recoger y limpiar los restos del naufragio nocturno.

Y la lista sería larga. No ha sido fácil para los pequeños comerciantes, el personal de bares y restaurantes y un largo etcétera. En cambio, los manifestantes, todos, pueden elegir llegado el caso retirarse del lío. Y aquí merecen un saludo respetuoso los que por su cuenta deciden ayudar a apagar fuegos, recoger basura, ayudar a limpiar las calles, si bien al menos en un caso la policía agredió a uno que iba con un pesado cubo de agua a apagar un fuego.

Lo tenían fácil los heroicos encapuchados, patéticos en sus disfraces de Black Bloc. Les aconsejo que vayan a Internet y vean en qué consiste esta nueva “internacional hooligan”, inventada en Alemania, y presten atención a su “manual para neutralizar policías”. La policía tiene noticia de ellos desde que hace pocos años participaron en la noble tarea de arrasar la carretera de Sans o el paseo de Gràcia. Son unos centenares, con antenas y apoyos locales y una cierta afición por el “turismo revolucionario”. Varios periodistas, como Pol Pareja, Jessica Mouzo o Rebeca Carranco y otros han escrito no en un tuit sino en largas y detalladas crónicas ese abigarrado y heterogéneo universo. No hace falta más para descalificar esta cosa tan del señor Torra según la cual estos encapuchados “vienen de fuera porque es gente que nunca habíamos visto aquí”, y después tarda cuatro días en musitar alguna condena genérica.

Pere Vilanova es catedrático de Ciencia Política.

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