No habrá justicia para las víctimas

Por Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional en España (EL PAÍS, 12/11/06):

Venían por la oficina de Amnistía Internacional en Madrid cuando los crímenes en el Irak de Sadam Husein apenas interesaban. Eran mujeres tímidas y valientes, y traían listas de los vecinos de su pueblo. Nos contaban, en un español inseguro, que decenas de miles de vecinos y más de 4.000 pueblos habían desaparecido por la represión del régimen en lo que hoy se conoce como la Campaña Anfal, que tuvo lugar en 1987 y 1988. Cuando veía a Sadam levantar su dedo en el tribunal pensaba en ellas y en que, si era ahorcado, les iba a privar finalmente de la justicia que merecían.

La condena a muerte a Sadam Husein es una pésima noticia para los derechos humanos en Irak, y no sólo por una cuestión de principios, sino también por estas y otras mujeres, hombres y niños de un país atormentado. Recuerdo que nos enseñaban fotografías de cuerpos asesinados con un disparo en la nuca antes de ser enterrados en una fosa.

Tras la noticia del veredicto, el presidente de Estados Unidos declaró que se trataba de un "hito" en la transición de Irak a la democracia. Según él, "las víctimas de su régimen han obtenido una justicia que muchos pensaron que no llegaría nunca". Lamentablemente, nada más lejos de la realidad.

Si lo que persigue esta sentencia a muerte es verdad, justicia y reparación para las víctimas del régimen de Sadam, se ha emprendido el camino equivocado: su posible ejecución niega la justicia a las víctimas de otras muchas atrocidades, al privarlas de la oportunidad de ver al ex dictador -y quizá a otros responsables, si también son ejecutados- comparecer de nuevo ante la justicia, y que la verdad de lo que les ocurrió a sus seres queridos sea revelada ante un tribunal y ante el mundo. Sin verdad no puede haber justicia, y sin justicia no hay reparación.

En esta ocasión, el ex dictador iraquí y otros dos colaboradores han sido condenados por la matanza de 148 personas en Al-Dujail, tras sufrir un intento de asesinato en 1982. El juicio, que dio comienzo en octubre de 2005, duró nueve meses. Tanto la defensa como la acusación tienen derecho a recurrir la sentencia ante un tribunal de apelaciones. Si éste confirma la decisión, la pena se aplicaría en un plazo de 30 días. De ser así, es probable que acabe prematuramente el juicio en curso contra él por las miles de muertes que las mujeres tímidas y valientes denunciaban.

Queda mucha justicia por impartir en Irak. Entre 1968 y 2003 miles de personas fueron ejecutadas tras juicios sin garantías. Durante años, entrevistamos a centenares de víctimas de tortura en Irak: muchas viven desde entonces con secuelas físicas o psicológicas permanentes. Además, la suerte que hayan podido correr miles de personas "desaparecidas" en este periodo sigue sin esclarecerse. ¿Qué alternativas tendrán todas estas víctimas para obtener verdad, justicia y reparación si Sadam Husein es ejecutado?

Sólo ellas son más conscientes que nosotros de las atrocidades cometidas por su régimen, y a pesar de ello deploramos la condena a muerte que le ha sido dictada. No es el primer condenado. Decenas han sido ya ejecutados en Irak desde que en 2004 la pena capital fue restablecida en el país. Sólo en un día, el 21 de septiembre de este mismo año, 11 personas fueron ahorcadas en Arbil, al norte de Irak.

Esta condena es una mala noticia también por una cuestión de principios. Amnistía Internacional se opone a la pena de muerte, porque es la forma más extrema de pena cruel, inhumana y degradante y una violación del derecho a la vida, que debe respetarse siempre, incluso la de aquellos que pueden haber cometido crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y genocidio, como el ex dictador iraquí. La pena de muerte nunca ha tenido utilidad para prevenir futuros crímenes, y cuando no sirve se convierte en un acto de venganza.

El juicio, además, ha estado salpicado de irregularidades, y no todas ellas atribuibles a la situación difícil en la que ha tenido lugar. El tribunal ha estado sometido a injerencias que han socavado su imparcialidad. Su primer presidente dimitió por presiones políticas y el segundo fue declarado no apto por haber sido miembro del Partido Baaz. La inseguridad ha sido el día a día de algunos de los abogados de la defensa; tres de ellos fueron asesinados y otros han sido amenazados. Testigos de la acusación fueron intimidados por los acusados, y no se ha respetado el derecho a la defensa, cuando a Sadam Husein y a otros procesados se les negó el acceso a asesoramiento legal durante muchos meses.

Amnistía Internacional estuvo allí, asistiendo a varias sesiones del juicio, y seguirá de cerca la fase de apelación, en la que pueden revisarse tanto las pruebas como la aplicación de la ley. El Gobierno de Irak debe considerar otras opciones, como incluir a jueces internacionales en el proceso o remitir el caso a un tribunal internacional, tal y como indicó en septiembre el Grupo de Trabajo de la ONU sobre la Detención Arbitraria. En todo caso, los futuros juicios ante este Tribunal deben ajustarse a las normas internacionales.

Sadam Husein ha cometido gravísimas violaciones de derechos humanos, pero la solución no es la horca, ni por principio ni en la práctica. Se requiere justicia sin venganza. Debe enfrentarse a sus víctimas, conocer a las mujeres tímidas y valientes. Lo merecen, y es el mejor mensaje posible para un Irak con futuro.