No hagan promesas sobre la inflación que no puedan cumplir

Imagínense por un segundo que un primer ministro declarara que la victoria de Inglaterra en la Eurocopa 2024 es su principal objetivo político.

Sería absurdo, claramente. La promesa de Rishi Sunak de reducir la inflación es de esa misma índole, aunque quizá no resulte tan evidente. El compromiso es cínico porque todos sabemos que el Gobierno no controla la inflación. En teoría, controla los salarios del sector público. En la práctica, ahora mismo podemos ver lo que pasa cuando lo intenta.

El mayor problema, en mi opinión, es que la inflación podría no bajar tanto como Sunak cree, haga lo que haga el primer ministro. En nuestra hipotética comparación sería como si Inglaterra no pudiera clasificarse. No le proporcionaría ninguna ventaja política, porque reclamó imprudentemente la propiedad de un asunto que no le correspondía.

Es un error frecuente pensar que cuando la inflación es baja, los precios bajan. Lo que pasa es que suben menos. Lo que hoy es inasequible, mañana lo será aún más, a no ser que los ingresos progresen al mismo ritmo.

Lo que hace que la tasa de inflación sea un tema inapropiado para la política es que rara vez se corresponde con nuestras experiencias vitales. Sabemos que las tasas de inflación general están bajando porque las subidas del precio de la energía de los últimos años se van a dejar fuera del índice anual. Pero la tasa en cuestión es una medida estadística que hace referencia al pasado. Nos dice qué ocurrió el año anterior. Las tasas anuales no tienen este problema, pero contienen demasiado ruido para ser útiles. Las tasas de inflación subyacente, que excluyen elementos altamente variables, como la energía y los alimentos, son una medida alternativa preferida por algunos. Lo que suelo observar es que la gente elige el índice que mejor se ajusta a sus propios prejuicios. Si uno quiere por encima de todo que bajen los intereses, hay un índice para él. Para Sunak, ese índice es la tasa de inflación general.

Pero, ojo, la economía política no es un concurso de fanfarronadas estadísticas. Aunque la inflación pueda bajar fácilmente de más del 10% al 5% en poco tiempo, nadie se va a sentir mejor por ello. Para reducir la inflación al 2% se necesitará más tiempo, y será desagradable. Una tasa anual del 2% es el objetivo de la mayoría de los bancos centrales del mundo, incluido el Banco de Inglaterra. Eligen esa cifra porque es lo bastante baja como para que a la gente no le preocupe el alza de los precios. Incluso cuando alcancemos ese punto, la lucha política no habrá terminado. La gente seguirá preocupándose por la pérdida de ingresos reales.

Así pues, ¿qué sabemos en realidad sobre la inflación? Un hecho es que los precios de la energía han caído este año por debajo del punto en que estaban cuando Rusia invadió Ucrania. Es una buena noticia que muchos, yo entre ellos, no esperábamos. Pero los precios de la energía tienden a la inestabilidad, y podrían volver a subir a finales de este año. En estos momentos, los de los alimentos siguen subiendo. La inflación en el sector servicios es alta. Hay una dinámica inflacionista en la economía que existe con independencia del petróleo y el gas de Vladímir Putin.

Uno de los factores que impulsan esta dinámica son los salarios. Según la Oficina Nacional de Estadísticas, el aumento del salario medio de los trabajadores británicos fue de un 6,1% anual entre agosto y diciembre. La cifra está muy por encima del objetivo del 2% de inflación, pero muy por debajo de las tasas de inflación general. A pesar de la subida de los salarios, los trabajadores han sufrido una reducción de sus ingresos reales. Con el tiempo intentarán recuperar esa pérdida. No habrá una espiral de precios y salarios como la de la década de 1970, pero no es necesario que se produzca algo así para que los salarios ejerzan presión sobre la inflación. Puede que la presión no sea extrema, pero sí persistente.

A esto hay que añadir las variaciones estructurales. El cambio climático constituye en sí mismo un factor inflacionista por su repercusión en los precios de los alimentos y las primas de los seguros. Los economistas Charles Goodhart y Manoj Pradhan sostienen en un libro reciente que el envejecimiento de las sociedades provocará una inversión de la desigualdad de ingresos y una reactivación de la inflación.

Las bajas tasas de las dos décadas anteriores se debieron en parte a que China e India introducían año tras año millones de trabajadores en el mercado industrial mundial. Asimismo, la ampliación de la UE aumentó la oferta de mano de obra barata procedente de Europa del Este. La población china ha empezado a disminuir. El Brexit trajo consigo una reducción del número de trabajadores inmigrantes. En Alemania se habla ahora de una escasez aguda de mano de obra en muchos sectores. El fuerte impulso deflacionista de las últimas dos décadas se está convirtiendo en un impulso inflacionista.

La inflación se produce cuando en la economía la demanda agregada supera a la oferta. Una recesión podría acabar con ella al reducir la demanda. Pero los datos económicos de las últimas semanas indican que el crecimiento se mantiene mejor de lo que la mayoría de nosotros esperaba hace tan solo unas semanas. Si la inflación tiene su origen en un exceso de demanda, el problema persiste.

Quizá la respuesta honesta sea que no podemos estar seguros. Los bancos centrales hacen bien en ser prudentes. Lo que sí puedo afirmar sin temor a equivocarme es que no se puede sostener de manera creíble que la inflación vaya a descender en breve basándose únicamente en los datos actuales o en las pruebas históricas. Nunca hemos pasado por algo como lo que está ocurriendo ahora.

La táctica de Sunak en relación con la inflación se basa en una valoración típica de la comunidad financiera de la que procede. En el fondo, el primer ministro británico es un banquero de Goldman Sachs. El modelo de un banco depende de que los tipos de interés sean bajos eternamente. El Partido Conservador, además, es la formación política de la propiedad de la vivienda y los bajos tipos de interés. Ambos han encontrado a su media naranja, pero el mundo que los rodea ha cambiado.

Hay una diferencia fundamental entre los bancos y los gobiernos. Los primeros hacen toda clase de apuestas arriesgadas a diario. Cuando un banco quiebra, el Gobierno lo rescata. Cuando un Gobierno fracasa, el electorado lo expulsa.

Así que bien podría haber apostado por la Eurocopa 2024.

Wolfgang Münchau es director de www. eurointelligence.com. Traducción de News Clips.

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