Igual que ahora, en el año 1991 las elecciones al Parlamento de Navarra se celebraron el domingo 26 de mayo. Esta no es la única coincidencia entre ambos comicios porque, entonces, la nueva UPN, salida del pacto estable y permanente que dos meses antes habían firmado UPN y PP, logró veinte escaños, los mismos que ahora ha conseguido Navarra Suma, surgida de la unión de UPN, Cs y PP. En ambas ocasiones el PSN-PSOE ha sido la segunda fuerza política -con diecinueve parlamentarios en 1991 y con once ahora-, y tanto entonces como en la actualidad las opciones de gobierno en la Comunidad Foral se reducen a dos: o se deja gobernar a la lista más votada (UPN/Navarra Suma) o se forma un gobierno presidido por los socialistas con el apoyo de los nacionalistas moderados (EA, entonces, y hoy Geroa Bai) y de los partidos de izquierdas (IU y Podemos), que en 1991 sumaron veinticuatro escaños y hoy tienen veintitrés y que, para lograr su empeño, al menos necesitan de la abstención de los batasunos -hoy EH Bildu-, que lograron siete y seis escaños, respectivamente.
La única diferencia entre ambos momentos es que en 1991 regía el procedimiento automático para acceder a la presidencia del Gobierno, que se contemplaba en el Amejoramiento del Fuero («Si, transcurrido el plazo de dos meses a partir de la primera votación, ningún candidato hubiera obtenido la mayoría simple, será designado presidente de la Diputación Foral el candidato del partido que tenga mayor número de escaños») que desapareció en 2001, por el que el candidato de UPN podía acceder al puesto si ningún otro obtenía la confianza de la Cámara, que es lo que al final sucedió. Mientras que ahora, para que Navarra Suma logre la presidencia necesita el voto favorable o la abstención de los socialistas.
Hace veintiocho años hubo dos procesos de investidura. Uno fue el del candidato de UPN -Juan Cruz Alli-, que en las cuatro votaciones obtuvo veinte votos a favor y treinta en contra. El otro fue el del socialista Gabriel Urralburu, que en las dos de mayoría absoluta logró veintitrés votos a favor y veintisiete en contra (UPN y HB) y que, en el plazo de tiempo que había hasta la celebración de las otras dos votaciones de mayoría simple, a la desesperada y contra reloj, desde el Gobierno de Felipe González se negoció con los batasunos su abstención, para que les abrieran la puerta del Palacio de Navarra. En esas conversaciones, tal y como conocimos un año después a través de la información facilitada por ABC sobre documentos incautados a ETA, los batasunos pusieron como «precio» para su cambio de voto que les fuera facilitado el nombre del confidente por el que había caído el «comando Nafarroa» de ETA (y es fácil intuir para qué lo querían). Entonces, Luis Roldán, que era el director general de la Guardia Civil, con el beneplácito de su Gobierno, requirió esa información a la Benemérita. Esta se negó a dársela y como no pudieron «pagar» el peaje, Gabriel Urralburu salió definitivamente derrotado.
Ahora, en 2019, como entonces, también se dan las mismas alternativas de gobierno. Lo lógico sería que Navarra Suma y el PSN-PSOE, que a lo largo de estos últimos cuatro años han combatido las políticas de cuatripartito de Barkos, unieran sus fuerzas y formaran un gobierno, presidido por Javier Esparza, en el que la socialista María Chivite podía ser vicepresidenta, que contase con el apoyo de 31 de los 50 parlamentarios de la Cámara. Pero, ahora, como en 1991, los socialistas quieren conseguir la presidencia a cualquier precio y por eso han alcanzado un preacuerdo de programa de gobierno con Geroa Bai, Podemos e IU, en el que, como «París bien vale una misa», aceptan todo aquello que hasta el pasado mes de mayo han censurado a sus nuevos socios.
Es cierto que, como en 1991, vuelven a necesitar la abstención de EA Bildu, pero, si está en sus manos lo que esta les pida, no tendrán ningún escrúpulo en pagarlo. Lo intentó Felipe González en 1991 y no pudo. Años después, como también hemos conocido por ABC el pasado mes de mayo, en las actas confiscadas por la Policía francesa a ETA en 2008 aparece que Zapatero realizó una negociación política con esa banda armada en la que prometió a los terroristas la unión de Navarra y Vascongadas y les avisó, a través de un mediador, de una operación policial en Francia. Por eso, como no hay dos sin tres, ahora, si a Pedro Sánchez le encaja en el sudoku de las negociaciones para la formación de su propio Gobierno, no tendrá ningún rubor en «pagar» a los herederos de Batasuna lo que le pidan con tal de que María Chivite presida Navarra. Y, si esta no logra el puesto, solamente quedarán dos opciones que, como sucedió en 2007, en el último momento los socialistas decidan apoyar a Javier Esparza o que los navarros tengamos que volver a las urnas el próximo otoño. El tiempo nos lo dirá.
José Ignacio Palacios Zuasti fue parlamentario foral y consejero del Gobierno de Navarra.