No siempre por repetir una mentira esta se acaba convirtiendo en una verdad.
Desde el Ministerio de Sanidad se ha sacado a consulta pública previa el "Proyecto de Ley de Gestión Pública e Integridad del Sistema Nacional de Salud", bajo el argumento principal de tratar de evitar la privatización. Es decir, de tratar que no se produzca la gestión de la Sanidad pública por entidades empresariales.
Porque según ellos, la "privatización mata". Hay que evitar "la venta de la Sanidad al peor postor", y "garantizar el derecho de la Salud y no las cuentas de resultados de las empresas privadas". Porque la "Sanidad no se vende, la Sanidad se defiende".
No verán palabras gruesas o exabruptos en estas líneas en contra de nadie (para empezar, porque no me siento aludido), pero sí mi oposición frontal a este soniquete. Porque todo el mundo que forma parte de este sector, de izquierda a derecha (incluyendo las autoridades ministeriales), saben que los problemas que tiene el Sistema Nacional de Salud en nada tienen que ver con las privatizaciones o la colaboración público-privada. Su problema es de índole propia e interna.
El SNS depende de sí mismo. Y también las reformas a aplicar para hacer de él todo eso que le es exigible: productivo, eficiente, transparente, sólido y resiliente ante los retos a los que se enfrente nuestra sociedad.
Es innegable que la gestión por empresas privadas implica un sobrecoste, como consecuencia de que tienen, en algún momento, que repartir un beneficio a sus accionistas, el cual no acaba llegando a los pacientes. Pero eso no quita las ventajas que este tipo de gestión puede aportar en forma de agilidad, flexibilidad y competitividad frente a una Administración pública incapaz de reunir estas cualidades.
Además, estas limitaciones no se ven potenciadas, como en la pública, por unos privilegios injustificados de los trabajadores que a la postre cuestan mucho más que los beneficios que puedan llevarse los accionistas en la privada.
Los argumentos a los que se aferran los que dicen que la "privatización mata" son verdaderamente muy endebles.
Primero, porque en España no hay ni un solo estudio que demuestre que los resultados en casos de participación de empresas privadas son peores.
Segundo, porque es conocido y aceptado por todos que los mejores sistemas sanitarios del mundo se basan en la suma de recursos públicos y privados y en su colaboración.
Y tercero, porque el estudio en el que se basan los que hacen esa afirmación es una publicación de hace unos años en el Lancet basada en un metaanálisis de varios países analizados, entre los cuales no estaba en España. El propio estudio cuestionaba sus resultados porque no se había hecho un estudio comparativo con el sector público. Es decir, se trató de una publicación que dice que las empresas podrían "reducir los resultados de la atención", aunque luego ella misma se cuestiona por la parcialidad a la que esta sometida y la escasa representatividad de la muestra.
Por tanto, teniendo claro que una forma de gestión en sí misma no tiene por qué "matar" si se implementan los mecanismos de control necesarios, vamos a repasar lo que sí produce consecuencias negativas directas sobre la población, tanto desde el punto de vista de la supervivencia como de su calidad de vida.
Está en manos de las autoridades y de todos los miembros del sector ponerse a trabajar de verdad para disminuir estos efectos negativos. En Sanidad no importa tener buenos indicadores, sino tener los mejores posibles. Porque la diferencia entre unos y otros se traduce necesaria en morbimortalidad para la población. Así:
1. Lo que mata es tener a cientos de miles de personas pendientes de una prueba diagnóstica para saber qué le pasa durante semanas o meses, sin poder aplicar la terapia que necesite.
2. Lo que mata es una organización sanitaria que no está basada en los mejores resultados sanitarios posibles para los pacientes, sino en intereses territoriales y políticos, y que ocasiona que se efectúen procedimientos en centros sin la experiencia suficiente.
3. Lo que mata es permitir que los centros hagan determinados procedimientos sin los medios adecuados para atender las complicaciones.
4. Lo que mata es promover y alentar todo esto sin que haya ninguna transparencia en resultados para tratar de mejorarlos.
5. Lo que mata es, por cuestiones administrativas o de coste, no tener acceso a la innovación farmacéutica o tecnológica, o experimentar retrasos de años al acceder a ella.
6. Lo que mata es la burocracia que impide que tengamos profesionales suficientes para atender a la población, cuando hay miles de profesionales extracomunitarios pendientes de la homologación del título o de la especialidad.
7. Lo que mata es una legislación que no se adapta a las necesidades de la población en el siglo XXI y que ha dejado fuera de cobertura (y de lo que debe englobar la justicia social) los problemas asociados con el envejecimiento, para que cada cual se cubra sus necesidades en función de sus posibilidades económicas.
8. Lo que mata, y acaba costando mucho dinero, es no invertir en programas de Salud y prevención para llegar a tiempo a las enfermedades de la población.
9. Lo que mata es carecer de una acción territorial cohesionada capaz de aprovechar los recursos públicos y privados, cuando los primeros son claramente insuficientes para atender a toda la población.
El décimo lo dejo para algo muy especial. Siempre insisto en que la sociedad no ha asumido de verdad lo que paso durante la pandemia. Lo que supuso. En especial, esa terrible primavera de 2020 en la que murieron en pocas semanas más de 25.000 personas.
Recuerdo que en lo álgido de esa primavera, en nuestro grupo hospitalario llegamos a habilitar más de 150 puestos de UCI que, con toda la impotencia, no pudimos poner a disposición de los pacientes porque no había personal de enfermería para ejercer las técnicas propias de su profesión: pinchar tratamientos y sacar sangre. Hoy, de repetirse una situación similar, tampoco podríamos dotar esos puestos.
Y todo esto no depende del modelo de gestión, sino de las personas de quien depende ejecutarlo.
Así pues, totalmente de acuerdo en introducir todos los cambios necesarios que mejoren la transparencia, auditoría y rendición de cuentas en la colaboración privada. Pero no desviemos el tiro. Porque lo principal es que a esa transparencia, esa auditoría y esa rendición de cuentas se someta un sistema sanitario público que vive de espaldas a la sociedad y sólo tiene su brújula mirando a los profesionales y la Administración pública que lo gobierna.
Juan Abarca es el presidente de HM Hospitales.