No podemos perfeccionar nuestras vidas. Solo podemos vivirlas

No podemos perfeccionar nuestras vidas. Solo podemos vivirlasDejé de “vivir mi mejor vida” en la tienda de regalos de un hospital. Probablemente fue alarmante para el adolescente en el mostrador ver a una paciente en una bata de algodón azul rodar su propio portasueros intravenoso en la tienda, murmurar en voz alta en dirección a un carrusel de libros y comenzar a sacar títulos de los estantes. No uno por uno, sino a manos llenas.

“Me gustaría hablar con el gerente”, le dije. El adolescente trajo a una mujer mayor, vestida con un suéter bordado y me la presentó con una expresión facial que sugería tácitamente que el salario mínimo no cubría este escenario.

“¿En qué puedo ayudarla, señora?”, preguntó la gerente con cautela.

Pero yo iba con todo: “Gracias. Necesito que sepa que estos libros no son aptos para la venta en un hospital”. Señalé la pila de bestsellers cristianos que había puesto en el suelo, libros que había estudiado y documentado en una historia detallada del movimiento conocido como el evangelio de la prosperidad. Pasé años entrevistando a sus famosos autores y diseccionando sus promesas de felicidad divina y de sanación con bondad. Y eso no es lo que buscaba ese día.

La gerente solo atinó a mirarme fijamente. “Por ejemplo, este de aquí”, dije y empujé con el pie el libro Su mejor vida ahora. El televangelista Joel Osteen estaba en la portada, sonriendo e inclinándose hacia la cámara.

“Aquí dice que fue uno de los libros más vendidos según la lista de The New York Times”, dijo la gerente, razonablemente.

“Este escritor dice que Dios te recompensará con dinero y salud si tienes la fe adecuada”, contesté con mi voz tan escandalosa que incluso yo lo sabía, pero no pude evitarlo. “Normalmente está bien. Puedo lidiar con eso. Pero no puedes vender esto en un hospital. No me puedes vender esto a mí”, agregué e hice un gesto melodramático hacia mi bata de paciente. La gerente me esquivó la mirada, como para darme un momento de privacidad. Días antes, me habían diagnosticado cáncer en etapa IV. Solo tenía 35 años.

Seguí señalando un libro tras otro: “Este libro me dice que pida por mi curación utilizando versículos de la Biblia. Este otro me dice que si puedo dar rienda suelta a mis pensamientos positivos, podré deshacerme de la negatividad en mi vida”.

“Entonces, ¿qué recomienda en su lugar?”, me preguntó la gerente de forma acertada.

Eché un vistazo rápido por la librería. Habían libros sobre cómo dejar ir el pasado, cómo vivir en el presente, cómo reclamar un mejor futuro. De repente, sentí la necesidad de sentarme.

“Solo déjeme señalarle los libros que culpan activamente a las personas por causar sus propias enfermedades”, dije. La gerente me lo permitió. La siguiente vez que pasé frente a la vitrina de la tienda de regalos, vi que las ediciones de Su mejor vida ahora habían sido remplazadas por ediciones del libro más nuevo de Osteen, Usted puede y lo hará.

Es una pequeña y poderosa frase: mejor vida ahora. Osteen la acuñó en 2004 y casi de la noche a la mañana todo el mundo, desde Oprah hasta gurús de dieta y estrellas de películas de Hallmark, la posicionaron como el modelo de referencia a alcanzar.

Y de acuerdo con todos los reality shows que he visto, es la única respuesta correcta si te encuentras con un exnovio que te pregunta: “¿Cómo estás?”. Ahora estoy “viviendo mi mejor vida”, Matthew. No hace falta explicar detalles.

Cada año se le inyectan miles de millones de dólares a una industria del bienestar que está definida por la teoría de que podemos ser perfeccionados: podemos organizarnos, curarnos, presupuestarnos, amarnos, controlarnos y comer lo suficientemente bien como para que alcancemos la plenitud. En la década de 1970, una vertiente New Age de la famosa autoconfianza de Estados Unidos se apoderó de la contracultura boomer. Sus promesas eran osadas y metafísicas, e insistían en que la mente podía superar los pecados de la era terapéutica: baja autoestima, mediocridad y una existencia aburrida.

Tal fue la avalancha de libros de autoayuda en la lista de bestsellers de The New York Times que, en 1984, el periódico comenzó a desviarlos hacia una categoría separada para poder darle oportunidad a otros géneros. La admiración estadounidense por los optimistas y los emprendedores proactivos se había convertido en un paraíso capitalista. Todos eran ahora evangelistas de lo bueno, lo mejorado y lo mejor: utiliza tu mente para cambiar tu realidad. La salvación está a una decisión de distancia.

Sin embargo, a mi cáncer no lo puedo vencer con rezos o intenciones fuertes. No puedo disiparlo con mera actitud positiva.

Después de un diagnóstico o tras una pandemia. Ese es el momento adecuado para cuestionar nuestras teorías populares sobre cómo construir una vida mejor. No podemos “tenerlo todo” si solo aprendemos a conquistar nuestros límites. El infinito no se encuentra al final de tu bandeja de entrada de correo o en el siguiente nivel de rutina de ejercicio de Peloton.

El problema con nuestras vidas es que no podemos resolverlas. Solo podemos vivirlas. En aquella librería no conseguí ninguna fórmula que me diera una mejora, garantizara mi crecimiento o me permitiera utilizar mi cáncer para darme lecciones.

En lugar de mi mejor vida ahora, tendré que conformarme con mi vida ahora: la manera en que la luz se filtra por las persianas en esta habitación; la forma en la que el enfermero me deja actuar como si él fuera un vampiro que acumula los frascos de sangre roja brillante para sus propios y siniestros propósitos; la manera en que estoy segura de que este será el mejor día de todos hasta ahora.

Kate Bowler es profesora adjunta de historia del cristianismo en Duke Divinity School y autora de ‘No Cure for Being Human’.

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