Nuestras fases psicológicas en esta crisis

La ideade conócete a ti mismo del oráculo de Delfos tiene plena vigencia durante esta crisis confinados en nuestros domicilios. Para ser fieles a su imperativo surge, perentoria, la pregunta de cómo podemos mejorar nuestro autoconocimiento –personal y colectivo– y prever y gestionar así en lo posible, nuestras reacciones psíquicas venideras y sus estados de ánimo. De manera que, en la medida de lo posible, podamos cumplir el sabio consejo de Comte: «Conocer para prever, prever para poder», que tanto hemos echado en falta en nuestra política ciega ante lo que nos ha llegado.

Para ello nos será muy útil conocer el modelo que la psiquiatra suiza radicada en Estados Unidos, Elisabeth Kübler-Ross, formuló tras especializarse en la fenomenología mental y anímica de las fases del duelo humano. Y que son también aplicables a nuestras transiciones y periplos psicológicos durante catástrofes o cambios tan drásticos e imprevistos como lo que estamos viviendo.

El esquema establecido por Kübler-Ross, tras la observación médica de miles de casos, determina que nuestra estructura psíquica y anímica por regla general transita en el tiempo posterior a una pérdida o cambio imprevisto negativo por siete fases consecutivas que se dan entre un eje vertical de menor a mayor intensidad de nuestras respuestas emocionales y otro horizontal de transcurso del tiempo. A nuestros efectos y ciñéndonos a la peculiaridad de la crisis fulminante del coronavirus y nuestro confinamiento, he seleccionado cuatro de ellas, ahora más fundamentales. Como son las fases de: 1) Negación 2) Ira, 3) Abatimiento y, finalmente, 4) Aceptación. No todos las seguiremos de manera lineal ni pasaremos por todas ellas. Si, al menos, es altamente probable que transitemos por dos. En cada caso particular, dependerá de nuestra capacidad de tolerancia y adaptación a la adversidad –lo que denominamos «resiliencia»– el circular más aceleradamente por los citados estadios y hacerlo con menor desgaste psicosomático. Veamos sucintamente los aspectos principales de cada fase:

1. Fase de Negación: en este estadio se activan los mecanismos negatorios del hecho dramático como defensa inmunológica temporal ante lo que supone una amenaza para nuestra zona de confort o de costumbre. Cuanto mayor sea la salud mental de un sujeto y su estar en la realidad (Ortega decía «estar a las cosas») menor será su fase de negación, cuyos peligros inherentes como tristemente comprobamos hoy, son altamente nocivos. Salir de dicha etapa es crucial pues durante ella y debido a la desconexión con la realidad en torno, mayor serán nuestras acciones imprudentes con predominio de lo emotivo-irracional. Así, en nuestra crisis del CV-19, el primer gran input negativo cercano que tuvimos fue la suspensión del Mobile en Barcelona el pasado 13 de febrero. Pero mientras que las multinacionales implicadas procesaban acertadamente la grave realidad de la epidemia en China y Corea, asumiendo las pérdidas de no acudir a un evento en una ciudad como Barcelona, situada a más de 9.000 kilómetros de Wuhan, el poder político municipal y estatal negaban que la cancelación fuera por motivo de riesgo para la salud. El primer mandamiento de la inteligencia es no negar la realidad ni a sus heraldos, sino ajustarse a su primacía. Bien al contrario, el negacionismo de nuestro poder político se reafirmó ante la crisis milanesa que había empezado muy poco después el 21 de febrero, con un crecimiento exponencial en las dos semanas siguientes ya por toda la Lombardía. Y esta fase de negación de nuestra dirigencia alcanzó su triste culmen en la manifestación tan imprudente del 8-M con ese aire tan extraño de irrealidad. De aquí se desprende una dolorosa lección: el altísimo coste de oportunidad, maniobra y prevención que tiene cualquier enfoque de gestión –sea política empresaria o personal– cuya visión del mundo, la vida y sus circunstancias no se atiene a las exigencias de la realidad pura y nuda.

2. Fase de Ira/Agresividad: no nos extrañemos a nosotros mismos (ni tampoco de los demás próximos) sufriendo esta reacción –intensamente emocional– de rabia, resentimiento u hostilidad dirigida a los otros o a uno mismo. Ello ya supone salir de la fase anterior de irrealidad y empezar a hacerse cargo de la compleja situación dolorosa, incierta y grave en la que la pandemia nos ha situado. Si sufrimos esta etapa (que se agudizará en muchos casos por el confinamiento impuesto, la convivencia prolongada y el teletrabajo en condiciones adversas), cuanto más rápido y con mayor claridad la afrontemos, podremos avanzar a la siguiente fase. La paciencia, el saber escuchar, también desahogarse con otros, la indulgencia con los demás y con nosotros mismos, son buenas barandillas para gestionar adecuadamente esta transición y abreviarla aminorando sus impactos negativos en nuestra salud psicosomático y convivencia con los demás.

3. Fase de Abatimiento: tras unos tanteos defensivos, al final la fuerza de los hechos se nos acaba imponiendo por el principio de realidad. En el caso de la pandemia, la suspensión primera de los colegios y luego el confinamiento del estado de alarma han desactivado de golpe nuestros posibles mecanismos de negación, instalándonos en la realidad con toda su crudeza. Por eso, aparece usualmente en este estadio nuestro sentimiento de abatimiento, miedo, angustia y tristeza. La ferocidad de los datos que nos van llegando aumenta la intensidad de nuestros sentimientos y emociones negativas donde se percibe con nostalgia nuestro mundo de ayer y se teme por el mundo por venir. Es lo que técnicamente se llama el «valle de la desesperanza», donde no se ve el final del túnel. Y, con todo, esta fase cumple una función vital: su contacto directo con la realidad en torno. Por eso gestionarla adecuadamente en nosotros y en los demás y pagar su doloroso peaje, nos permitirá adquirir estrategias eficaces de afrontamiento y superación. Y transitar de la desesperanza que paraliza a la resiliencia creativa e impulsora en la adversidad. Comprendernos a nosotros mismos en esta fase doliente y al otro también como sujeto dolorido, va a ser un aprendizaje indeleble ya en nuestras biografías. Porque captarnos así en nuestra esencial vulnerabilidad nos hará descubrir con Simone Weil que es imposible conocer la desdicha -y al desdichado- sin haber pasado previamente por ella. Y hoy nadie escapa a la desgracia propia y próxima.

4. Fase de Aceptación: este itinerario de nuestro psiquismo, con todas sus honduras y vivencias, desembocara en muchos en un estadio final de aceptación de la crisis actual y la necesidad de convivir en esta nueva circunstancia que va a suponer cambios profundos en nuestras vidas. Otros, lo rechazarán quedándose anclados en anteriores etapas descritas. De ellos habrá que hacerse cargo para llevarlos a buen puerto. La aceptación de la realidad nos permitirá ponernos en esta fase manos a la obra en la reconstrucción de nosotros mismos con nuestros proyectos vitales y también de los demás en nuestro alrededor. Ortega vio lúcidamente la necesidad de aceptar nuestra circunstancia por adversa que sea con aquella metáfora marítima tan querida: «La vida es en sí misma siempre un naufragio. La conciencia de naufragio, al ser la verdad de la vida, es ya la salvación».

Vistas las fases, corresponde ahora a cada lector preguntarse: ¿Qué fases reconozco haber pasado ya? ¿Qué puntos de aprendizaje sobre mí o los otros me han ofrecido cada una de ellas, también en la esfera profesional? ¿En qué estadio me reconozco estar ahora? ¿Qué estrategias adecuadas puedo elaborar para llegar y gestionar la fase final de aceptación?

Mientras caemos en la cuenta de la verdad que encerraba aquella sentencia de Montesquieu que pensábamos periclitada: «La adversidad es nuestra madre; la prosperidad sólo es nuestra madrastra». Al menos durante un tiempo.

Ignacio García de Leániz Caprile es profesor de Recursos Humanos de la Universidad de Alcalá de Henares.

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