Nuestras Fuerzas Armadas

Una reciente encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas ha puesto de manifiesto que nuestras Fuerzas Armadas forman parte de las instituciones más valoradas por los españoles. Desde los primeros ochenta las Fuerzas Armadas españolas han conocido una enorme transformación. Se han incorporado plenamente al espíritu constitucional; tras desaparecer el servicio militar obligatorio, su profesionalización es máxima; en muchas vertientes armamentísticas son punteras; su organización interna y despliegue territorial se ha ido adaptando a las exigencias de los nuevos tiempos, todo ello por solo aludir a algunas de tales transformaciones. Por si esto fuera poco, este complicado proceso se ha llevado a cabo con respeto a las tradiciones militares, incluso recuperando algunas perdidas o a punto de perderse.

Me detengo de modo especial en su proyección internacional. Ha sido intensa y favorablemente reconocida tanto en lo militar en sentido estricto como en lo humanitario, sin perjuicio de que puedan salir a la luz actuaciones aisladas contrarias a lo que apunto y que como tales han de ser castigadas. Tomo un ejemplo entresacado entre muchos posibles. Me refiero al Regimiento de Caballería Pavía nº4, perteneciente a la Brigada de Caballería Castillejos II. Creado en 1684, ha estado presente a través de los siglos en escenarios europeos, americanos, asiáticos y africanos, y hoy su multisecular vertiente internacional se ha multiplicado. Menciono solo de pasada numerosas misiones de mantenimiento de la paz llevadas a cabo bajo el paraguas de la ONU y de la OTAN en Bosnia-Herzegovina y Kosovo.

No creo, sin embargo, que la concurrencia de todos estos elementos transformadores haya sido lo más determinante en la alta apreciación que las Fuerzas Armadas merecen a los españoles. Para mí, han influido más en el favorable resultado, por una parte, la percepción ciudadana creciente del esmero y la eficacia con la que los militares suelen realizar sus cometidos, y, por otra, cómo ellos encarnan valores imprescindibles en cualquier sociedad, hoy muy desdibujados y hasta con suicida tendencia a la desaparición.

Además de lo que nos llega de las misiones en el campo internacional, el esmero y la eficacia se manifiestan con carácter general en las actuaciones de la Unidad Militar de Emergencias con motivo de desastres muy variados ocurridos en España. También lo hace en actuaciones más específicas, como, me limito ahora a dos ejemplos, el control del espacio aéreo español por integrantes del Ejército del Aire con motivo de la huelga de los controladores civiles, y las constantes actuaciones de la Armada en la lucha internacional contra la piratería en el mar. Cunde socialmente la idea de que ante situaciones excepcionales, las Fuerzas Armadas españolas son una institución fiable, capaz de dar respuestas inmediatas y fructíferas.

Pero con todo ello, que es mucho, la estima hacia los valores inherentes a lo militar es lo que, a mi juicio, ha pesado más en la favorable valoración que han merecido nuestros Ejércitos. La institución castrense se sustenta sobre una serie de sólidos valores que, aunque tienden a ser postergados en estos días, son imprescindibles para toda sociedad bien organizada. Se trata, entre otros, del patriotismo, de la austeridad digna, de la capacidad de sacrificio, de la disciplina, del respeto a la jerarquía y de la voluntad generosa de ser vicio. El ciudadano español que ha valorado tanto a sus Fuerzas Armadas, a mi modo de ver, lo ha hecho, además de por todo lo que he esbozado líneas atrás, porque percibe encarnados en ellas tales valores y como muestra de aprecio hacia éstos.

No quiero ser ni ingenuo ni turiferario. Sé que la política de defensa y su articulación militar tienen ante sí importantes problemas que resolver en unos tiempos tan difíciles como los que corren. El fortalecimiento de la llamada cultura de la defensa que aumente la concienciación social de la necesidad y de los beneficios que reportan las inversiones en esta materia, la mejora de la política informativa de la defensa que ayude a que se comprenda más lo que son las Fuerzas Armadas, la subsanación de ciertos aspectos deficientes de la Ley de la Carrera Militar, la equilibrada regulación de su régimen disciplinario, y, por fin, la solución razonable a los problemas económicos que aquejan a la financiación de inversiones ya comprometidas y al mantenimiento operativo de las unidades, son algunos de estos problemas.

Por encima de ello, la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas revela que va cuajando en la opinión social la idea de la positiva transformación de nuestras Fuerzas Armadas, su eficacia actual y la confianza que merecen a parte importante de los españoles.

Luis María Cazorla Prieto, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos.

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