Nuestro tiempo: surrealismo político

Ha llegado la hora de que los leoneses, orgullosos de la herencia histórica del Antiguo Reino, nos reivindiquemos. Desde aquel fatídico año de 1230 en que nos sometieron a Castilla con unos compromisos sistemáticamente violados de respeto a nuestro marco jurídico y lengua, son muchas las injusticias hacia nuestro pueblo que, como heredero y prolongación del Reino de Asturias, se constituyó como Reino de León en 910 tras heredar García I estas hermosas tierras a la muerte de su padre, Alfonso III «El Magno».

Desde entonces, nuestra cultura, nuestra identidad y nuestra lengua se han ido diluyendo bajo una campaña sistemática de unas estructuras de gobierno centralistas que nos han estado robando durante siglos, llevando inversiones a otras partes del Estado, siguiendo un criterio de clara asimetría y una oculta intención de acabar con los hijos del noble y sufrido pueblo del antiguo Reino de León. Lo que ha provocado emigración, despoblación y descapitalización de manera continua y perversamente planificada. En este sentido, son muchas las pruebas históricas de la existencia de nuestra nación y su carácter democrático, siendo la ciudad de León la cuna del parlamentarismo moderno, al convocar Alfonso IX en 1188 las primeras Cortes a las que asistieron los burgueses constituidos en tercer estado ( junto con la nobleza y el clero).

Nuestras tierras han visto nacer a personajes tan egregios como Cervantes, Colón, Carlomagno y Wifredo el Velloso (estos dos últimos pendientes de confirmar; en cualquier caso, si no nacieron aquí, les hubiera gustado hacerlo). En este sentido, queremos denunciar que estos hechos, como muchos otros, han sido ocultados al mundo por el Gobierno de Madrid a modo de la damnatiomemoriae de los romanos, cuando querían eliminar de los registros ciertos hechos acaecidos para que no pasaran a la historia.

Además, no olvidamos que todos estos agravios, que han generado una deuda histórica incontrovertible, se han visto acentuados de forma inaceptable desde que Franco sometió a los obreros de Asturias y León y reprimió, una vez más, las ansias de libertad de nuestro pueblo.

Por todo ello, leoneses, ha llegado la hora de exigir y ejecutar nuestro derecho a autodeterminarnos de un Madrid opresor y entrar en el siglo XXI, jugando el papel que nos corresponde en el orden mundial como la nación ancestral que somos. Con la independencia, sin duda alguna, todas nuestras aspiraciones se verían satisfechas: en la República de León se hablaría la antigua fabla leonesa, recuperaríamos los antiguos fueros de Alfonso IX y podríamos articular nuestra reivindicación sobre el resto de los Países Leoneses oprimidos por España (comunidades autónomas de Galicia, Asturias y Extremadura) y exigir a Portugal su reintegración territorial, para volver a nuestra época de máximo esplendor.

Económicamente seríamos una potencia europea en un plazo de veinticinco años gracias a la explotación de los inmensos recursos naturales que, a lo largo de un montón de siglos de ocupación, nos han ido esquilmando las sucesivas potencias ocupantes (nuestro oro de las Médulas, nuestra plata, nuestro carbón de la heroica Asturias y montaña leonesa, nuestro wolframio…). Acabando con el robo de Madrid e instalando aduanas en Toro y Puebla de Sanabria seríamos la nueva Dinamarca: las pensiones aumentarán, el paro se acabará y tendremos todos los leoneses, como ciudadanos de pleno derecho, una renta básica universal de, como mínimo 2.000 euros al mes, en términos netos. Leoneses: ¡independencia ya! Si lo anterior, como a mí, les parece la obra de un demente, cambien León por Cataluña y que alguien me explique por qué el planteamiento secesionista de Cataluña tiene una justificación histórica, se ajusta a Derecho y, lo que es más, cómo alguien puede pensar que en el mundo actual la independencia es la solución para los problemas de los ciudadanos que habitan en ese ámbito geográfico.

Antonio Rodríguez, ensayista.

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