Nuestros cuerpos, nuestros vientres

'Our bodies ourselves' es una web que nace de un manual sobre la salud femenina publicado por primera vez en 1971 por un colectivo feminista de Boston. Desde aquel primer panfleto a la excelente guía actual ha llovido mucho, pero el enfoque riguroso, independiente y feminista se mantiene. En el año 2000 publicaron una versión en español que llamaron 'Nuestros cuerpos, nuestras vidas' enfocado a las lectoras latinoamericanas. En nuestro país no está disponible. Sería buena idea recuperarlo. Una nueva generación de mujeres se incorpora con fuerza al feminismo y necesitan información veraz sobre salud sexual y reproductiva hoy como sus mayores ayer, pues nuestro cuerpo sigue siendo territorio de disputa.

Como tantas cosas buenas, quien me descubrió 'Our bodies ourselves' fue otra mujer, mi amiga Laura, hace más de veinte años. La semana pasada, como otras veces, visité la web para consultar un tema y me llevé una sorpresa mayúscula: destacada en portada aparecía una nueva web, surrogacy360.org, dedicada a la maternidad subrogada o vientres de alquiler. Atónita, recordé el encendido debate sobre este asunto que vivimos en España, capitaneado por la plataforma 'No somos vasijas' que, como su nombre indica, se opone enérgicamente a que se legalice. ¿Cómo era posible que las feministas estadounidenses, las pioneras, defensoras acérrimas de la libertad y la igualdad abogaran por los vientres de alquiler y las españolas se opusieran?

El dilema reflejaba una discusión idéntica a la que yo tenía conmigo misma. Me debatía en la duda, pues el cuerpo y la conciencia me pedían admitir la práctica de los vientres de alquiler del mismo modo que admitimos la donación de órganos intervivos (médula, riñón, etc). Como tantas de mi generación he tenido amigas con dificultades para concebir, y, cuando era joven y fértil, más de una vez se me pasó por la cabeza ofrecérles mi útero para incubarles su óvulo. Entonces esa opción era pura ciencia ficción, pero hoy las técnicas han avanzado y se ha extendido la práctica. ¿Cómo no iba a entender y a permitir yo que otras mujeres lo hicieran por su hermana o su amiga?

En España, me decía, somo líderes en trasplantes de órganos, hemos sabido regularlo y manejarlo social y jurídicamente de manera altruista y respetuosa. ¿Por qué no íbamos a saber hacer lo mismo con el 'préstamo' de úteros? Además, ¿no hemos defendido siempre eso de 'Nosotras parimos, nosotras decidimos'? ¿Se puede defender el aborto libre y gratuito y al mismo tiempo hablar de vínculos indelebles entre madre y nascituro para justificar la prohibición de los vientres de alquiler? ¿No es eso un contrasentido?

Creía además que oponerse a la maternidad subrogada echaba piedras sobre nuestro propio tejado feminista pues aumentaba la mitificación de la maternidad que es un arma de doble filo. Pensaba que si abogamos por regular el trabajo sexual (que no la trata ni el tráfico ni la explotación de personas) como camino para dignificar y proteger a muchas mujeres, no podíamos impedir que otras mujeres quisieran ayudar a sus familiares o amigos a tener hijos también con sus órganos sexuales y reproductivos.

Veía nítidas todas las contradicciones y claras las razones para legalizarlo con límites que garantizaran el equilibrio y la seguridad para todas las partes involucradas. Hasta que visité la web que me proponía 'Our bodies ourselves'. Está pensada para facilitar información a quien esté pensando en emprender el camino de la maternidad subrogada, sean mujeres, hombres, heterosexuales, homosexuales o 'trans'. 'Our bodies ourselves' siempre utiliza un lenguaje exquisita y calculadamente neutro, respetuoso con todas las opciones y creencias y pone especial cuidado en ser inclusiva y no excluyente, en especial con la diversidad étnica, social y cultural de sus usuarios. Su herramienta de ayuda no juzga, sino que informa, no es apasionada, sino objetiva, y quizá por eso me sirvió mucho más para comprender la dimensión de este conflicto que los agrios debates que he oído en la radio.

La maternidad subrogada es legal en pocos países del mundo. En algunos las garantías para las madres que alquilan su vientre son mayores, como en el Reino Unido donde solo está permitido de manera altruista. En otros como la India, Nepal, el Sureste Asiático o México las condiciones son muy distintas. Son países donde la desigualdad económica y la pobreza es atroz. La web quiere advertir y ayudar a quienes acuden a esas madres gestantes de otros países de las implicaciones prácticas, concretas, legales, éticas y de salud que este proceso conllevará.

Son muchas las agencias e intermediarios de esta floreciente industria de la infertilidad que se ofrecerán a ellos para facilitarles el camino y se llevarán el grueso del alto precio que paguen. El verdadero dilema es ese, si legalizamos la práctica aquí aunque solo sea de manera altruista al modo de nuestros trasplantes, con seguridad estaremos allanando el camino para una terrible forma de explotación de otras mujeres allá, a miles de kilómetros.

Ángeles González-Sinde, escritora y guionista.

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