Nueva agenda económica

La reciente visita del FMI a nuestro país ha servido para que sus funcionarios vuelvan a insistir, una vez más, en su particular “narrativa de la recuperación” española: según ellos, esta es el fruto de exitosas reformas estructurales que no solo hay que preservar, sino también ampliar.

Sin embargo, cuando el FMI dice que “la mayor flexibilidad laboral, fruto de la reforma del mercado de trabajo, ha sustentado la recuperación”, lo hace sin suficiente soporte empírico. Se trata de una mera afirmación ideológica.

Porque la realidad es que la reforma laboral de 2012 no ha modificado la relación entre empleo y PIB: la evolución del empleo desde 2014 ha respondido al crecimiento del PIB en la misma proporción que en otros periodos expansivos de la economía española. Eso sí, gracias a esa reforma el empleo que ahora se crea es precario y mal pagado.

El mayor crecimiento del empleo en España no lo explican las reformas laborales ni la devaluación salarial, sino nuestra mayor sensibilidad al ciclo. Todas las recuperaciones de las últimas décadas se han producido con un ritmo de crecimiento económico y de creación de empleo superior al de los países de nuestro entorno. De hecho, este es un rasgo preocupante de nuestra estructura: crecemos más en las expansiones y destruimos más en las recesiones.

Pero además de sus viejas “ideas zombie” –esas que, según Krugman, uno mata muchas veces porque son nocivas, pero siguen reapareciendo para hacer daño–, el FMI nos dejó un nuevo recado. Dado el elevado nivel de endeudamiento público de España, y la inminente desaceleración internacional, nuestro país debe intensificar el ajuste presupuestario mediante medidas de mayor contención del gasto público. El Partido Popular y Ciudadanos se apuntan también a esta nueva exigencia de austeridad.

Bien al contrario, lo que necesita la economía española no es persistir en el error de las recetas que durante esta década perdida han profundizado la recesión y han retrasado la recuperación. Nuestro país precisa una nueva agenda de política económica, que marque un punto de inflexión con el pasado y abra un nuevo camino, como el que hemos iniciado con el reciente acuerdo entre Unidos Podemos y el Gobierno.

Esta nueva agenda prioriza dos problemas fundamentales. En primer lugar, la previsible desaceleración no puede considerase ineludible. Una vez que los vientos de cola –reducidos tipos de interés y bajos precios del petróleo– van desapareciendo, nuestro crecimiento necesita encontrar nuevos puntos de apoyo, para seguir así reduciendo el desempleo.

Una verdadera recuperación de los salarios es la mejor alternativa, pues facilitará que el crecimiento llegue a millones de hogares –donde aún no llega– y fortalecerá la demanda interna.

Hace años que los salarios crecen por debajo de la productividad, y por lo tanto hay margen para su recuperación. Ahora bien, para que este gap entre productividad y salarios comience a cerrarse, es necesario –contrariamente a lo que afirma el FMI– restaurar la negociación colectiva, muy erosionada por la reforma laboral, y elevar significativamente el salario mínimo, como hemos acordado.

El segundo problema que debemos atender es la propia transformación del crecimiento. Hasta ahora, no hemos hecho más que salir de la crisis, pero reproduciendo las debilidades tradicionales de nuestra economía: la precariedad laboral se ha cronificado, las desigualdades permanecen, se reproduce la especialización en sectores de baja productividad y no se aborda ni la discriminación de género ni la lucha contra el cambio climático.

Por ello, nuestra economía necesita reformas estructurales, aunque no precisamente las que viene imponiendo el FMI. La más urgente es una reforma fiscal que evite que España disponga de unos ingresos públicos un 8% del PIB más bajos que la Eurozona. Pero también hay otras: reducir la dependencia externa impulsando la transición hacia las energías renovables, mejorar la conciliación de la vida laboral y familiar –igualando permisos de paternidad y maternidad, y reduciendo la jornada–, aumentar la talla empresarial para mejorar la productividad, e impulsar la I+D.

No dejemos que sean las viejas ideas zombie las que dicten la trayectoria económica de nuestro país. Seguir las recomendaciones del FMI no hará sino intensificar la desaceleración y, con ello, dificultar el objetivo de reducir la deuda pública en relación al PIB. Además, estas recomendaciones retrasarán la transformación estructural de nuestra economía.

España necesita una nueva agenda de política económica centrada en reforzar y transformar nuestro crecimiento. El acuerdo entre Unidos Podemos y el Gobierno ha sido un primer paso en este sentido.

Nacho Álvarez es secretario de Economía de Podemos y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid.

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